Reflexionando sobre el Evangelio
Las tinieblas no lo comprendieron
“Y la Luz en las tinieblas resplandece; pero las tinieblas no la comprendieron” (Jn 1, 5)
El nacimiento de Cristo trajo la Luz a los seres humanos, pero la Luz nunca será comprendida por las tinieblas. ¿Por qué? Porque la oscuridad es la ausencia de luz. Cuando la luz aparece, la oscuridad se retira detrás de los objetos que reciben la luz. Las sombras nos recuerdan que la oscuridad aparecerá cuando la Luz desaparezca.
Aquella vida es la Luz de los hombres, pero no pueden comprenderla los corazones insensatos, porque no se lo permiten sus pecados. Y para que no crean que esta luz no existe, porque no pueden verla, prosigue: "Y la Luz resplandece en las tinieblas; mas las tinieblas no la comprendieron". Así como el hombre ciego, puesto delante del sol, aun cuando está en su presencia se considera como ausente de él, así todo insensato está ciego, aun cuando tiene delante la sabiduría. Pero en tanto que ésta se encuentra delante de él, está él ausente por su ceguera y no es que ella está lejos de él, sino él lejos de ella. (San Agustín, in Ioannem, tract.1)
Hoy en día somos testigos de la importancia que tienen la sombras. Nos prometieron que la era de las comunicaciones nos haría más sabios, pero más bien nos ha convertido en seres más confusos. Las medias verdades y las certeras mentiras se mezclan con la realidad informativa del día a día. La saturación de información crea sombras dentro de nosotros. Como dice San Agustín, cuando no somos conscientes de la presencia de la Luz (Cristo) en todos y en todo, nos convertimos en insensatos. Yo añadiría que nuestra soberbia nos lleva a pelearnos por imponernos unos a otros la ceguera que nos hace sentir más cómodos. No es que Cristo esté lejos de nosotros, sino que nosotros vivimos ausentes de Cristo.
Vivimos una triste y dolorosa crisis eclesial. Los fieles vamos alejándonos de las comunidades porque realmente no son comunidades. Cristo no está presente en ellas porque no nos re-unimos en Nombre de Él. Nos reunimos en torno a estéticas, formas sociales o shows. La comunidad necesita de vida en común. Una vida sencilla y al mismo tiempo sustancial. Esta vida común presenta muchos problemas actualmente. Nos ciegan las fanatismos y las ideologías. Las estéticas nos impiden conversar afablemente entre nosotros. Muchas veces buscamos ganar prestigio y relevancia, atacando y maltratando a nuestros hermanos. Con el tiempo, la comunicación se reduce hasta desaparecer. Cuando la comunicación se agota, nos alejamos unos de otros. Cuando vivimos lejos, las heridas nos hacen desconfiar de volver a acercarnos de nuevo.
No es más valiente y mejor cristiano, quien camina por la vida espada en mano. Tener una espada en la mano evidencia debilidad y soberbia. Es evidente que no conseguimos comprender la Luz y preferimos escondernos en las sombras. Es más valiente quien no duda en comunicar y escuchar. Es mejor cristiano quien sigue a Cristo, no quien guarda mejor las costumbres previas o las modas del momento. No traicionemos a Cristo a cambio de ser bien vistos por la postmodernidad que vivimos. Cristo es la Roca sobre la que edificar la vida. Puede parecernos más inteligente agarrarnos a los flotadores de colores que se mueven según las corrientes de moda, pero los flotadores vuelcan, se pinchan y se hunden. Los flotadores chocan y se destrozan unos a otros. Intentemos ser uno, como Padre y Cristo son uno.