Libertad en tiempo de restricciones
por Cuestión de vida
Libertad, no hay palabra más manida y más usada y reclamada y a la vez más pervertida que esta. Libertad, no hay mejor momento que este para reflexionar sobre ella
Yo recuerdo cuando me enseñaban en el colegio que la libertad es para elegir el bien y no el mal, yo no lo entendía: si solo puedo elegir el bien entonces no soy libre. Parte de razón tenía, puesto que tenemos libre albedrío, pero entonces no sabía lo que sé ahora. Cuando elijo el mal, el mal me esclaviza, y esto lo he descubierto en mi propia experiencia y viendo las vidas destrozadas de tantas y tantas personas que he atendido.
El pecado actúa como una adicción, en un primer momento pienso que soy libre de elegirlo, pero una vez elegido me hace esclavo. Soy 'libre' de fumar el primer cigarro, o de tomar la primera copa, pero una vez que soy adicto me es complicadísimo salir de eso. Tengo la experiencia a través de estos años de años de atención personal que cuando una mujer se ve 'metida' en el pecado (promiscuidad, abortos...) es más esclava que nunca del varón, aunque diga lo contrario.
También el pecado funciona como una adicción en cuanto que uno llama a otro, y en que te destroza la vida y destroza la vida a los que tienes alrededor.
La verdadera libertad es, pues, lo contrario a hacer lo que me da la gana, es más bien, hacer lo que de verdad quiero, aunque nuestra naturaleza caída hace que a veces quiero el bien y hago en mal como dice San Pablo
Sin embargo, la liberación nos la trae Jesucristo, que igual que sacó al pueblo de Egipto nos saca de la esclavitud del pecado. Eso sí, si queremos nosotros, porque Él siempre respeta nuestro libre albedrío.
Hay otro significado importante de la libertad y es que la libertad no es solo yo que yo elijo, sino que hay cosas que me vienen impuestas desde fuera y que nos pueden arrebatar las libertades básicas. Una persona vendida como esclava ha perdido la libertad completamente pero sin llegar a estos extremos nosotros nos vemos a menudo privados de libertades fundamentales que atentan muy directamente con la dignidad de la persona:
- libertad de vivir
- libertad de culto
- libertad de conciencia
- libertad de expresión
- libertad de reunión…
Todas estas libertades también las podemos llamar derechos pero a veces el término 'derecho' no se entiende, porque se piensa que derecho es algo que el Estado te da, y no es así; derecho es algo que tú tienes y que el Estado no puede quitarte. Tenemos derecho a la vida, y el Estado no puede dictar leyes que nos la quiten, tenemos derecho o libertad de culto y el Estado no puede arrebatárnoslo, tenemos libertad de conciencia y todos estos derechos y otros más son inalienables.
Pero ¿qué pasa cuando el Estado nos arrebata también estos derechos? ¿podemos seguir siendo libres?
Cuenta en el libro “La libertad interior” de Jacques Phillipe la anécdota de una joven judía muerta en Auschwitz durante la persecución nazi, creo que merece la pena leerlo por su innegable actualidad.
Dice primero
«Mientras respiraba el aire fresco que aún no nos han racionado...»
Me llamo la atención porque a nosotros si nos han racionado ya el aire que respirar... Sigue diciendo:
«Por todas partes se ven carteles en los que se prohíbe transitar por determinados caminos…. No pueden nada contra nosotros, pueden hacernos la vida muy dura, pueden quitarnos la libertad exterior de movimientos, nuestros bienes materiales... pero es nuestra lamentable actitud psicológica la que nos despoja de nuestras mejores fuerzas, la actitud de sentirnos perseguidos, humillados, oprimidos, de dejarnos llevar por el rencor, la de nuestro miedo. Tenemos derecho a estar tristes, es comprensible, pero la auténtica expoliación nos la infligimos nosotros. Dentro de mí el cielo se despliega, soy feliz y me vuelco en alabanzas a esta vida en el año del Señor.»
Hay una libertad más profunda, una libertad interior que nadie nos puede arrebatar, el máximo exponente es el martirio, a los mártires no les quitan la vida, la dan, igual que a Jesús no le quitaron la vida, la entregó. Aun ante la muerte podemos seguir manteniendo la fe, el amor, la esperanza, la felicidad, todo esto nos lo da Cristo y nadie puede quitárnoslo. ¿Quién nos separará del Amor de Cristo? dice San Pablo; nadie puede, seguiremos siendo libres.
Pero hay otra cosa importante que nos enseña este pequeño párrafo, importante: que el verdadero daño no lo hace el que nos quita libertades a las cuales tenemos derecho, sino que somos nosotros mismos con nuestra actitud. Es como aquel que guarda rencor, por muy cierto y terrible que sea el daño que provocó el resentimiento, la verdadera cárcel se la construye aquel que se niega a perdonar.
Pienso en San Juan de la Cruz, encarcelado azotado, a pan y agua, y privado de sus libros y medios de escritura. Y es justamente aquí en una celda de donde surgiría la gran poesía mística española, el 'Cántico Espiritual', donde la vivencia mística de Dios se expresa como la relación entre dos enamorados.
Pero, ojo, en cuanto pudo, se escapó. Una cosa es que podamos amar y ser libres interiormente y tener nuestro cielo en la tierra, que no es sino la presencia de Dios en nuestras almas, y otra distinta que alguien tenga derecho arrebatarnos nuestras libertades fundamentales y que haya que permitirlo