Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Supersticiones y cadenas de oración

por Juan del Carmelo

Está proliferando el envío de presentaciones pretendidamente piadosas. En estas presentaciones impecablemente realizadas en “power point” con una alta calidad y belleza en sus imágenes En estas presentaciones, se nos ofrecen, después de una de unas consideraciones más o menos piadosas, una oración y se le conmina al lector a que reenvíe rápidamente la mencionada oración a un determinado número de personas, advirtiéndole de que si así no lo hace las fuerzas del averno se cernirán sobre él, y si por el contrario cumple con su pretendida obligación, antes de x días recibirá una gran alegría y una gran sorpresa positiva.

 

Entrando en la web de Wikipedia, podemos encontrar una definición bastante correcta de lo que es la superstición, al decirse en esta página que: “Una superstición es una creencia en hechos sobrenaturales. Que surge cuando se atribuyen poderes extraordinarios a ciertos objetos y se busca en ellos la explicación a algunos sucesos sorprendentes, como las coincidencias”. Se amplía más adelante esta definición diciendo que la superstición, es: “Una creencia de que los individuos pueden alterar el destino o la suerte propia, o de la de otras personas. Las supersticiones, no fundamentadas o asentadas de manera irracional en el ser humano, pueden estar basadas en tradiciones populares, normalmente relacionadas con el pensamiento mágico. El supersticioso cree que ciertas acciones (voluntarias o no) tales como rezos, ensalmos, conjuros, hechizos, maldiciones, u otros rituales, pueden influir de una manera trascendental en su vida.

 

Como podemos fácilmente comprender, las cadenas de oración en las que se incluyen amenazas, forman parte del conjunto, de supersticiones, conjuros, maldiciones, rituales, hechizos, ensalmos, tarots, adivinos y demás actos de  personas, que siempre han existido y que actúan, atribuyéndose capacidades y funciones que solo a Dios le corresponden. Son personas que en general, se revisten de un barniz seudocientífico y aprovechándose de la ingenuidad y sencillez de las personas, utilizan también el temor u unas supuestas facultades proféticas. Es triste comprobar cómo esto se ha desarrollado incluso en la TV, donde hay programas especiales que le dan carta de naturaleza a vulgares charlatanes y se propaga la tendencia a tomarse en serio todas estas charlatanerías.

 

No es lícito meter en el mismo saco de “cadenas de oración”, aquellas peticiones de oración que se realizan sin amenazas ni coacciones. Existen grupos y asociaciones que unen o ponen libremente en común su oración para pedir por la realización de algún bien determinado. Es bueno tener presente las palabras del Señor: “Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí  estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,19-20).

 

Todas las supersticiones son aberrantes y la creencia en ella, es una ofensa a Dios en cuanto se desconfía de Él, y por el contrario se pone la confianza en una práctica muchas veces ridícula, como por ejemplo, es el creer en la obtención de una mala suerte si: Se rompe un espejo y no se recogen los pedazos poniéndolos a remojo durante siete días, pues de lo contrario se tendrá mala suerte durante siete años. También se obtiene la mala suerte si se derrama sal y nos se coge un poco y se tira por el hombro izquierdo. La sal también da mala suerte a la mujer que tiene el descuido de no tener siempre sal en su casa. Da mala suerte levantarse de la cama con el pié izquierdo o abrir un paraguas dentro de casa. Es una desgracia cruzarse con un gato negro. Pero el conjunto de toda la mala suerte se la lleva el número trece. En resumen se puede asegurar que todas las supersticiones, son un pecado contra el primer Mandamiento de la Ley de Dios, en cuanto se otorga a personas o cosas creadas, poderes que solo le corresponden a Dios.

 

Sobre el ejercicio de las supersticiones y creencias supersticiosas, así como en la adjudicación dotes proféticas a indocumentados y charlatanes, el sacerdote exégeta Juan Luis Lorda, escribe: “Para la mayor parte de las antiguas religiones vinculadas a una cultura, el sentimiento religioso fundamental es el miedo. Y el personaje religioso fundamental no es el santo, lleno de caridad y de éxtasis místicos, sino el hechicero que vive en una atmósfera asfixiante de conjuros”. El miedo, el temor humano a lo que no ve ni comprende, porque le falta la fe en Dios, le lleva a las personas, poner la necesidad de llenar su vacio de fe, en adivinos y nigromantes.

 

Afirma el P. Amorth, exorcista de la diócesis de Roma, que: “Es matemático, donde decae la religión crece la superstición”. Y exactamente esto es lo que está pasando en la actualidad. Dios ya en el Antiguo Testamento se ocupó de este problema y nos dejó dicho: “Cuando hayas entrado en la tierra que Yahvéh tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones. No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahvéh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahvéh tu Dios a esas naciones delante de ti” (Dt 18,9-12). En el capítulo 28 del primer libro de Samuel del A.T. se narra como el rey Saúl, que en cumplimiento de este precepto del Deuteronomio había prohibido bajo pena de muerte el ejercicio de las abominaciones señaladas, antes de su última batalla, donde pereció, acudió a una nigromante para consultar con el profeta Samuel que ya había muerto anteriormente.

 

Las supersticiones de carácter vulgar, como son algunas de las enunciadas antes, no son tan dañinas como las que se esconden bajo el manto de la religiosidad, como son las llamadas cadenas de oración. Se puede pedir y recomendar a los demás que se rece y es correcto proporcionarles una determinada clase de oración, pero en lo que se ofende a Dios, es en la amenaza que se hace de que si no se reenvía la oración, le sucederán determinados males al que así proceda. Dios jamás amenaza a nadie y nadie puede ponerse por delante de Dios amenazando en su nombre. Dios le ha regalado al ser humano un don maravilloso, que es el “libre albedrío” que nos permite decidir libremente escogiendo el camino más adecuado, o el menos adecuado para llegar Él.

 

           Esta glosa, es la consecuencia de un correo que recibí de una lectora, que me remitió una carta del P. Franco, al cual no tengo el gusto de conocer, pero que no creo se moleste porque transcriba aquí un párrafo de su carta que dice así: “Esas fórmulas que hay en esas cadenas, tratan de  convertir  a Dios en una receta: haz esto, más lo otro y te resultará un beneficio, si  no lo haces se convertirá en una maldición. Creer en Dios, en su paternidad y en su providencia, es algo muy diferente, no se trata de asegurarnos las cosas mediante “nuestros recursos”, sino sólo la seguridad de quien sabe que está en las manos de Dios. Ojala esto les sirva para parar esas cadenas y entregarse con fe a la voluntad de Dios que según dice su palabra debe tener estas 3 características: "buena agradable y perfecta".

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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