Dios salve a la razón
por Piedras vivas
Una película sobre dos papas, Papa Francisco y Benedicto XVI, los presenta como hombres de fe y sentido de su alta misión: no están ahí por conveniencias humanas sino porque han sido elegidos por Dios. Buscan sinceramente el bien de los hombres con sincero espíritu de servicio: no viven en las nubes sino con los pies en la tierra y la mirada en el Cielo.
Sin embargo ese film refleja un dramatismo inoportuno, sobre todo cuando vemos a los dos Papas discutir con energía y poca delicadeza, cosa que no se ajusta a la realidad. Tanto Benedicto XVI como Francisco son dos personas educadas, sensibles y respetuosas de las personas, además de que coinciden en lo fundamental.
Benedicto XVI ha sido un hombre de Dios y amante de Jesucristo hasta el último momento al decir como un suspira: «¡Jesús, te amo!». Coincide con aquella respuesta de Pedro al requerimiento de Jesús, Simón, ¿me amas más que estos?, una pregunta dirigida al hombre débil que será también la roca, el hombre fuerte porque se fía de Dios.
Dictadura del relativismo
Junto a ese amor a Jesucristo y por eso mismo, Benedicto XVI ha defendido al hombre y su dignidad como imagen de Dios; por eso ha deseado que «Dios salve a la razón», porque ha comprobado que tantas veces los hombres se vuelven contra sí mismos desviando su razón de la verdad y llegando a admitir cosas increíbles, como que el embrión en el seno materno no es humano. Sí, Dios salva a la razón sin sustituir a los hombres y exhortándolos a elegir la verdad, el bien, el amor, y por eso elige a hombres como Benedicto XVI y el papa Francisco.
Muchas veces Benedicto XVI ha exhortado a no caer en «la dictadura del relativismo» que acaba en el nihilismo estéril, como han demostrado las grandes guerras del siglo XX, desencadenadas por ideologías inhumanas como el comunismo (la «dictadura del proletariado» decía de sí mismo pasando por los gulags) y el nazismo programando el exterminio de los judíos y de los opositores cristianos al Tercer Reich alemán.
Razón y libertad
Por eso el pensador no creyente Brendan O’Neill ha destacado en Benedicto XVI su defensa de la razón y de la libertad humana: «Quizás la intuición más importante de Benedicto XVI es que esta dictadura del relativismo supone una negación de la Ilustración (…) había más humanismo en la valiente, y a menudo solitaria, batalla de Benedicto contra la actual tiranía del nihilismo que en la arrogante furia de los nuevos ateos contra la religión»[1]. Y añadía que el ataque posmoderno a la verdad se acomete bajo la apariencia de libertad, es decir, que la amenaza para la razón no procede de la religión sino del relativismo que encierra a cada uno en su torre de marfil.
Hay un relativismo moral extendido por medio mundo que se alimenta del relativismo ontológico. El relativismo moral se ha comparado a un cáncer que va minando poco a poco la salud de la sociedad, borrando la frontera entre el bien y el mal, entre la virtud y el vicio, entre la ciencia y la opinión. Dicen algunos que todas las conductas son equivalentes, que cada uno tiene su visión del mundo y sus costumbres, y que todas las opiniones son igualmente respetables, pero eso va contra el sentido común y desvela sus propias contradicciones.
En la realidad nadie actúa así, es decir, no le es indiferente que le digan la verdad o le mientan, que le sean fieles o le traicionen, que respeten sus propiedades o se apoderen de sus bienes, que su hija esté embarazada o que no lo esté. Porque, en verdad, todas las personas son igualmente respetables desde el punto de vista ontológico como seres humanos pero no desde el punto de vista moral porque hay actos buenos y actos malos. Y la traducción en las leyes tiene importantes consecuencias porque hay delitos que merecen sanción para proteger a la sociedad; hay tribunales para juzgar los delitos y cárceles para protegerse de los ladrones y asesinos, buscando el bien común y la reinserción de los delincuentes.
Educar en valores
Javier Gomá publicaba su obra «Ejemplaridad pública»[2] como principio necesario para vivir en una democracia moderna, en la que aborda el problema actual de una sociedad pluralista escasa de valores y de consistencia ética. Como otros pensadores considera que el proceso de socialización está fracasando por una mala educación, por falta de ejemplaridad, y por exceso de individualismo. La educación es el camino para el desarrollo armónico de los jóvenes, el segundo factor de socialización o integración en la comunidad social. Porque el primer factor es la familia, que educa de modo natural, libre y profundo.
Importa subrayar que el relativismo moral tiene raíces en el relativismo ontológico, entendiendo por tal la negación de la realidad en su consistencia, leyes y finalidad. Por ejemplo, la desestructuración del matrimonio como si fuera cualquier modo de unión y hubiera muchos tipos de familias, o cambiar voluntariamente de sexo. Para ello la ideología de género cambia el sentido natural de las palabras hasta hacer irreconocible la realidad, sobre todo lo que se refiere a la antropología humana. Así matrimonio, familia, amor, sexo, aborto o suicidio llegan a significar lo contrario de estas realidades.
Y volviendo a la película sobre los dos Papas considero que se ajusta más a la realidad el diálogo afable de quienes saben escuchar y comprender al prójimo, que una supuesta discusión con posturas cerradas. Precisamente en recuerdo del fallecido Benedicto XVI el cardenal Cañizares mencionaba que un teólogo citado por el entonces cardenal Ratzinger para que explicara algunos problemas en sus escritos que le decía: «Qué amabilidad, qué dulzura y qué pensamiento tan claro. Dice las verdades sin ofender, ni reñirte, sino todo lo contrario, me he sentido acogido como creyente en la Iglesia»[3]. Una vez más se puede decir que el camino de la Iglesia pasa por el hombre y sostiene una antropología abierta a la esperanza.
Jesús Ortiz López
[1] Cfr. Aceprensa. Enero 2023, p. 12.
[2] Javier Gomá, Ejemplaridad pública. (Tetralogía de la ejemplaridad). Debolsillo. Madrid. 2019.
[3] Cfr. Aceprensa, p. 13.