La última cima
por Santiago Martín
En febrero del año pasado, Pablo Domínguez, a la sazón decano de la facultad de Teología de San Dámaso, en Madrid, vino a mi parroquia a dar una conferencia sobre el relativismo como raíz de la crisis actual. A la semana siguiente moría en un accidente de montaña. El efecto que había causado entre mis feligreses, como persona y como teólogo, había sido tan grande que algunos de ellos, que tenían posibilidades para hacerlo, decidieron poner en marcha un proyecto audiovisual para evitar que se perdiera la memoria de un sacerdote de su categoría.
Este proyecto fue creciendo y transformándose. Aunque Pablo siguió siendo el centro del mismo, los ataques al Papa de los últimos meses llevaron a los productores a orientarlo hacia la defensa del sacerdocio católico. Eso llevó a ampliar el formato y así se ha conseguido una película comercial que va a ser estrenada, como cualquier otra, en cines normales. Para que se hagan una idea, la película empieza con una escena en la que se ve cómo crucifican a un sacerdote y luego el autor reflexiona sobre lo que hace y afirma que si hoy en día llevara a cabo esa acción, muchos le aplaudirían.
Sin embargo, no hablo de esta película para animar a los católicos a que vayan a verla por el hecho de ser católicos, de que con ello apoyan esta «rara avis» –un film donde la Iglesia y los curas no son escarnecidos–. Les animo a que vayan para que pasen un buen rato, para que se fortalezcan en su fe, para que disfruten. Ésa es la impresión común de todos los que ya la han visto. Que merece la pena.