Leer los «grandes libros» de forma individual, reflexiva y atenta sí forma y prepara para la vida
¿Una confabulación contra la lectura profunda?
Desde luego no sé si existe una tal confabulación, pero lo parece. Todo converge para que la escuela prácticamente solo enseñe a descodificar y muy poco a fundamentar las competencias lingüísticas en las que se basa la comprensión lectora, a tenor de los resultados de los últimos informes PIRLS y PISA.
Algunos datos
En comprensión lectora, dentro del ámbito de la lectura, en España hemos descendido catorce puntos en los últimos diez años desde la atalaya del informe PISA de 2022. En 2022, el país con mejor rendimiento era Irlanda (517), seguido de Japón (516) y Corea del Sur (515), mientras los 474 puntos de España no difieren mucho de la media de la OCDE (476) y de la UE (475). Es un mal extendido, por tanto, en toda la OCDE, salvo el caso de Irlanda y la fortaleza ya conocida de los países orientales que tienen otro sentido del esfuerzo. Es oportuno recordar que la OCDE incluye países mayoritariamente occidentales (de Europa y Norteamérica) más los orientales como Japón, y Corea del Sur. Consideramos que Israel, Turquía, Chile, Colombia, Australia y Nueva Zelanda también pertenecen a Occidente, al menos culturalmente.
El papel de la educación progresista
Creo que un factor de este descenso es la educación progresista (en Europa hablaríamos del movimiento de la Escuela Nueva, también del pedagogismo), donde el activismo y la apuesta por el aprendizaje experiencial y el trabajo práctico sitúa al estudiante en el centro del aprendizaje priorizando sus intereses, que no incluyen la lectura profunda entre ellos. El estudiante decide (¿decide bien?) según sus intereses y el profesor encauza -facilita- esta curiosidad y creatividad sin intervenir demasiado. La clase magistral del maestro adulto, que podría poner en circulación numerosísimas nuevas palabras, tiempos verbales exigentes, y una sintaxis con subordinadas ya no está de moda porque dicen los progresistas que genera pasividad (sic). Los libros han pasado a ser un recurso más dentro de una variedad de materiales didácticos. Los libros de texto han perdido protagonismo porque no enfatizan el aprendizaje experiencial.
Entonces, en vez de promover la lectura individual, reflexiva, atenta, lenta, en silencio, en las pedagogías progresistas se promueve la lectura colaborativa, donde los estudiantes leen juntos, discuten y reflexionan sobre los textos en grupo. Creo que esta lectura colaborativa, salvo para estudiantes muy formados, puede convertirse en un caos, sobre todo teniendo en cuenta que los estudiantes por su cuenta saben poco. Para eso van a la escuela. La auténtica lectura colaborativa es la de leer en voz alta con el profesor como protagonista, que no dejará de dar implícitas lecciones fonéticas, de prosodia, y se detendrá cuando algunas palabras o expresiones sean muy nuevas o desafiantes.
El canon cultural clásico, los grandes libros de la herencia cultural de Occidente, son vistos como puro adoctrinamiento o poco inclusivos y alejados de temas como la justicia social, la igualdad de género, los derechos humanos y la diversidad cultural. Parece que a la educación progresista le interesa más el activismo político que la instrucción, que los contenidos con información contextualizada, que la cultura, los conocimientos en historia, literatura, filosofía.
Entonces la escuela se parece cada vez más a la calle
En los últimos 25 años se ha producido la invasión de lo digital en la escuela. La reacción de la educación progresista, que está siempre al día, ha sido subirse al carro para ser muy innovadora con textos y aplicaciones digitales cuando menos discutibles. Y así se ha propagado la multitarea en la que el estudiante hace muchas tareas a la vez y probablemente ninguna bien. Y, en consecuencia, la lectura va a saltos, fraccionada, sin contexto. Estamos hablando de lectura hipertextual, que es fragmentada por definición (siempre coloreada por links de artículos en línea, blogs, y recursos multimedia). Todo evoluciona a salto de mata y ese guirigay que proponen las pedagogías progresistas no ayudan nada a la lectura profunda.
Pero es preciso ganar en cultura para leer mejor y repensar la actualidad
Hay que volver a la biblioteca, a la lectura lineal, sostenida, que memoriza y retiene hechos e información en aras a profundizar. Lectura de largo recorrido (quizá con una enciclopedia escolar a mano completa, profunda, contrastada) exige un ritmo más laborioso. Por ejemplo, contar con una libreta en la cual se apuntan las palabras y expresiones nuevas.
Propongo una biblioteca escolar o familiar en un clima de silencio y de recogimiento: es bueno que se reúnan unos cuantos lectores. Favorecen el clima de concentración, de focalización y de atención ante lo que se está leyendo. En esos pasos se irá evolucionando de la mera descodificación, tan importante pero insuficiente, a la subsiguiente comprensión. Con un profesor o un padre, o madre, a disposición para aclararse ante ideas nuevas que se están extrayendo de una lectura, en este caso sí, tan provechosa.
En esa línea, hay que creer también mucho en los libros de texto de alta calidad, completos, escritos con un lenguaje a la vez exigente y oportuno para la edad. Libros de texto en papel, para consultar, memorizar (sí, he dicho memorizar), para responder a un examen en el que se contesta minuciosamente en respuestas en letra ligada y bien argumentada. No en letra tecleada ni tampoco en excesivos exámenes de preguntas objetivas a), b), c). ¡Qué cómodo un examen on line que se autocorrige! Cuando trabajaba en la escuela, en bachillerato, siempre oía decir que todos somos profesores de lengua: explicamos y luego corregimos las respuestas de la materia y su expresión escrita u oral.
Eric Donald Hirsch, y la analfabetización cultural
E.D. Hirsch habla de la analfabetización cultural reinante en su último libro Why Knowledge Matters: Rescuing Our Children from Failed Educational Theories (2016). Se queja, entre otros muchos temas, de que la educación progresista ha diluido el contenido sustancial de la educación, ha devaluado el conocimiento lejos de un currículum completo y estructurado, ha ensalzado la ausencia de un aprendizaje riguroso en favor de un enfoque más centrado en habilidades o competencias generales y métodos pedagógicos cuando menos singulares.
E.D. Hirsch, Jr.: 'Por qué el conocimiento importa. Rescatemos a nuestros hijos de teorías educativas fracasadas'
Parece que a estas pedagogías (y pedagogos) les importa muy poco que sus estudiantes no cuenten con una cultura amplia que les permita hacerse cargo de la realidad. Les da igual si los estudiantes carecen del conocimiento de las vicisitudes de la historia que nos ha situado en el complejo presente de hoy en día, de la ausencia de ideas en sus mentes que hoy nos ayudan a ordenar nuestra cabeza para pensar los conflictos actuales, de la gran literatura que ha configurado el lenguaje que hoy nos sirve para entender la condición humana. A este conocimiento común de referencias culturales, históricas y literarias E.D. Hirsch lo denomina alfabetización cultural.
Pero hoy, la mayoría de los estudiantes (ciertamente analfabetos funcionales) no pueden leer en profundidad porque carecen de esa alfabetización cultural que reivindica E.D. Hirsch . Carecen de un cuerpo de conocimientos compartidos -él habla del Core Knowledge Curriculum- que les introduzca en la comprometida vida cívica, social, también profesional, de hoy. En esta dirección, si nos ceñimos a la escuela más innovadora (sic) podríamos ampliar la reflexión desmontando los siete mitos centrales que defiende la educación progresista a partir del crítico libro de Daisy Christodoulou Seven Myths About Education (2013, actualización 2020). Pero eso sucederá en otro artículo.
Daisy Christodoulou, 'Siete mitos sobre la educación'.
Consecuentemente regresemos a la pregunta inicial, ¿se está produciendo una confabulación contra la lectura profunda? No lo sé, pero lo parece. A ver si tiene razón Ray Bradbury, en su novela distópica de 1953 y hoy tan relevante: Fahrenheit 451.
Desde luego no están ordenando quemar los libros como en la novela, pero sí están apartando de hecho los mejores libros de nuestras manos, de las manos de nuestros estudiantes, a cambio de pantallas cada vez más grandes o más portátiles. Recordemos que Mildred Montag, esposa de uno de los bomberos que quema libros, el protagonista Guy Montag, es muy superficial y cuenta con una pantalla que llena una pared de su casa y aspira además a una pantalla que ocupe más paredes.
Allan Bloom y la superficialización cultural
Pasamos de la escuela a la universidad. En esta dirección, Allan Bloom nos argumenta sobre la superficialización cultural en su libro en The Closing of the American Mind: How Higher Education Has Failed Democracy and Impoverished the Souls of Today's Studentshe Closing of the American Mind. Discúlpeseme el largo título, pero es muy informativo y claro. Fue publicado con un tono casi profético en 1987 y hoy, en 2012, se están confirmando las peores expectativas.
El libro de Allan Bloom tiene edición española: 'El cierre de la mente moderna'.
Para Bloom, vivimos en una educación en la cual todo vale como consecuencia de un cínico nihilismo que todo lo relativiza. La búsqueda de la verdad ha sido neutralizada. Una educación sin brújula que va picoteando frívolamente aquí y allá sin tener en cuenta el sólido corpus cultural de Occidente.
Defiende sin ambages la recuperación inteligente, no literal, de la cultura clásica y la lectura de los Grandes Libros. La educación liberal debería ser uno de los ejes de la educación universitaria actual aquejada de una excesiva especialización y utilitarismo. El hombre moderno, desde su educación especializada, debe seguir pensando también en qué sucede en el mundo en su totalidad y debe seguir pudiendo leer los textos que le llevarán por este camino.
La cultura popular, la cultura digital, aparatosamente llena de imágenes y de vaciedad atentan contra el cultivo del alma y la educación moral de nuestros jóvenes. Jóvenes desorientados, sin carácter, sin fines y aturdidos en el bucle del presente. Estos jóvenes zarandeados no saben ni pueden leer salvo mensajes cortos y reduccionistas. Esta universidad no prioriza el conocimiento y la cultura: el discurso público decae, la prensa no informa como debiera, los libros exigentes no tienen lectores.
Un libro muy reciente del que hay que hablar largo y tendido: Más libros y menos pantallas
Estamos refiriéndonos al libro de Michel Desmurget de este año 2024: Más libros y menos pantallas. Como acabar con los cretinos digitales. El título concreto nos da mucha información: las pantallas cretinizan a los estudiantes. Los apartan de la lectura.
No estamos ante un ensayo al uso, alineado con la nueva tendencia (y bienvenida) de criticar las pantallas. No es un libro oportunista. Es un libro científico con una bibliografía que argumenta las afirmaciones del texto. Es un libro basado en las evidencias lejos de los libros que opinan sin ton ni son. Y en este libro Desmurguet constata la caída progresiva de la lectura en los últimos 50 años. Y lo consigna a partir de la literatura científica más relevante. Y nos señala de nuevo a una escuela progresista que solo se conforma con ayudar a descodificar las palabras pero que se olvida obstinadamente de la comprensión.
Desmurget insiste una y otra vez, leer es comprender. Y la comprensión exige unos padres, no solo la escuela, muy atentos y mucho vocabulario, pero también muchos conocimientos. Y leer y comprender exige procesos lentos, horas, insistencia, trabajo. Y tacha de holgazana la educación progresista. Lo fácil es llenar el aula de pantallas en sustitución de los exigentes libros. Además, afirma que el tiempo frente a las pantallas está relacionado además con problemas de atención, dificultades en el aprendizaje y una disminución en las habilidades lingüísticas y sociales.
La lectura se resiente de la caída de la atención, que empieza muy temprano. Con las constantes distracciones, cae el rendimiento, cae la profundidad para realizar tareas intelectuales con determinación. Y desde luego Desmurget no se olvida de los efectos de las pantallas en la salud mental de niños y adolescentes en forma de depresión y ansiedad. Desmurget insiste en el concepto de superficialización de la educación en manos de los pedagogos progresistas que no solo favorecen el activismo hueco, el aprendizaje experiencial sino también la prisa, la aceleración y la producción de resultados “creativos”, dicho con toda la ironía del mundo.
La escuela progresista vive un entusiasmo ingenuo por la digitalización de la escuela sin contar con evidencias científicas que lo avalen. Ante este desaguisado, Desmurget apuesta por los métodos contrastados de siempre que conllevan esfuerzo y disciplina, pues la lectura profunda, más atenta, exige mucha dedicación. Y para ello cuenta con la centralidad de un clima familiar lector unido a la escuela lectora.
No sé si el turbocapitalismo nos quiere a todos ignorantes para dominarnos, moldearnos, someternos y no sé si estamos entrando en una distopía que nos vigila a todos para tenernos bien callados y sumisos. Sí sé que este clima de ignorancia y hedonismo supino nos aparta de la trascendencia, por ejemplo de la lectura de la Biblia, y nos hunde en la inmanencia más pobre.