Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Raimundo Lulio, ¿descubridor de América?

Raimundo Lulio, ¿descubridor de América?
Raimundo Lulio, por Ricard Ackermann.

por En cuerpo y alma

 

            La investigación sobre la obra exploratoria de los españoles sobre el globo terráqueo a lo largo de tres siglos, -y especialmente entre que en el año 1492 descubren los confines del Atlántico y América, y en el año 1565 descubren, por fin, el tornaviaje Pacífico que hace posible la singladura desde Asia hasta América, cerrando así el planeta Tierra-, lleva a quien la hace a indescriptibles sorpresas, la última de las cuales, para mí, la predicción que, nada menos que dos siglos y cinco años antes de que éste fuera materialmente descubierto, hace de la existencia del continente americano quien cabe denominar, sin riesgo a equivocarse, uno de los grandes sabios de la Historia, el mallorquín Raimundo Lulio.

             Dicha predicción se recoge en su obra “Questiones per artem demostrativam solubilis”, escrita en 1287, en la que deja escritas estas palabras:

            “Toda la principal causa del flujo y reflujo del Mar Grande o de Inglaterra1 es el arco de agua del mar que en el Poniente estriba en una tierra opuesta a las costas de Inglaterra, Francia, España, y toda la confinante de África, en las cuales se ven ese flujo y ese reflujo; porque el arco que forma el agua como cuerpo esférico, es necesario que tenga opuestos estribos en que se apoye; pues de otro modo no pudiera sostenerse: por consecuencia, así como por esta parte estriba en nuestro continente, que vemos y conocemos, así también por la parte opuesta o de poniente estriba en otro continente que de acá no vemos ni conocemos; pero la verdadera filosofía que sabe y observa por los sentidos la esfericidad del agua y su medio flujo y reflujo, el cual necesariamente pide dos puestas vallas que contengan el agua movediza y sean como pedestales de su arco, infiere que en la parte que es occidental hay un continente que sirve de tope al agua, así como le tiene por nuestra parte oriental”.

             Continente que, efectivamente, acabará siendo encontrado, y que no es otro que América. Porque a todas luces, no se está refiriendo el sabio y sagaz Lulio a Asia, cuya existencia sí era sobradamente conocida entonces, y más aún, por una persona de su gran estatura intelectual.

             La sorpresa absolutamente inesperable de una proposición tan temprana y sobre todo, tan certera, sobre la existencia de un Nuevo Mundo entre Europa y Asía realizada por nuestro polifacético sabio, me hace pensar a mí en otro hecho parecido ocurrido en la Historia, aunque muchísimos siglos después, tantos como tres y medio: el descubrimiento del planeta Neptuno.

             A partir de la sola aplicación de las leyes de la física y las matemáticas, el 31 de agosto de 1846 el francés Urbain Jean Joseph Le Verrier  calcula la posición de un nuevo planeta en el Sistema Solar que es completamente desconocido y ni siquiera ha avistado.

             A partir de esos cálculos, el pronosticado planeta será finalmente localizado, apenas veintitrés días después, el 23 de septiembre de 1846, por el alemán Johann Gottfried Galle. Un planeta que, como ya se ha dicho, recibirá el nombre de Neptuno.

            Nos hallamos en ambos casos, en el caso Lulio-Colón de América, como en el caso Le Verrier-Galle de Neptuno, ante una curiosa confluencia de los dos métodos sobre los que la ciencia apoya su progreso: el método deductivo cartesiano, en el caso de Raimundo Lulio y de Le Verrier; y el método inductivo baconiano, en el caso de Colón y Galle. En ambos casos, como vemos, tanto América como Neptuno, la deducción precedió a la inducción.

               Argumentos como éste y otros no menos novedosos, puede encontrar Vd. en mi último libro “Historia desconocida del Descubrimiento de América. En busca de la Nueva Ruta de la Seda”.

             Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

 

               1 Ese Mar Grande o Mar de Inglaterra no es otro, según se extrae fácilmente del contexto, que el Mar Atlántico. Nombres los dos bien reveladores de varias cosas: Mar Grande porque era un mar gigantesco cuyos confines, contrariamente a lo ocurrido con el Mediterráneo por ejemplo, no eran conocidos en tiempos de Lulio. Será precisamente la expedición  colombina la que los descubra. Mar de Inglaterra porque mirado desde España, se presenta efectivamente como Mar de Inglaterra y poco más. De parecida manera a como cuando Núñez de Balboa descubre desde Panamá el Mar Pacífico lo llama Mar del Sur, pues donde a él, donde lo encuentra, se le aparece al sur, no al oeste como lo es cuando contemplado en toda su inmensidad.

 

            ©L.A.

            Si desea ponerse en contacto con el autor, puede hacerlo en encuerpoyalma@movistar.es. En Twitter  @LuisAntequeraB

 

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