Reflexionando sobre el Evangelio Mt 20,1-16a.
No despreciemos a los obreros de la hora undécima
En la parábola de los obreros de la hora undécima, Cristo nos señala que Dios llama a trabajar en su Viña en cualquier momento y edad. No es la primera vez que saco el tema en este blog. La Iglesia centra la llamada en los jóvenes y frecuentemente olvida a los adultos.
Es evidente que esta parábola se dirige tanto a los que viven en la virtud desde su juventud y a los que se vuelven virtuosos en la vejez: a los primeros para preservarlos del orgullo e impedir que hagan reproches a los de la hora undécima; a los segundos para enseñarles que pueden merecer el mismo salario en poco tiempo. El Salvador acababa de hablar de la renuncia a las riquezas, del desapego de todos los bienes, virtudes que exigen un corazón grande y ánimo firme. Para ello es necesario el ardor y la generosidad de una alma joven. El Señor reaviva en ellos la llama de la caridad, fortifica sus sentimientos y les manifiesta que, incluso los de la última hora, reciben el salario de toda la jornada… (San Juan Crisóstomo, Homilía sobre San Mateo,nº6 4, 4)
A los jóvenes se les puede buscar en los centros educativos y en diversidad de actividades que realizan. ¿Dónde buscar a los adultos? La realidad es que no hace falta buscarnos, estamos por todas partes. Es evidente que los jóvenes tienen más tiempo libre y se mueven en grupos en los que se motivan unos a otros. Los adultos cuidamos más el tiempo libre y no nos dejamos guiar con tanta facilidad como los jóvenes. Esto representa un desafío para la evangelización, ya que tendría que salir de los estereotipos de moda, buscar espacios y modos de evangelización diferentes.
Otro desafío que aparece al evangelizar a adultos es el contagio de la fe. ¿Quién es capaz de contagiar algo que no lleva consigo y es esencial para su vida? Para evangelizar adultos es necesario que los evangelizadores estén realmente convertidos y además sepan dar testimonio racional y vivencial de su fe. Los shows no funcionan con los adultos, por lo que la autenticidad, la cercanía son esenciales.
Demos un paso adelante. Si Dios hace el milagro de una conversión aparece el gran problema que vivimos actualmente en la Iglesia: no disponemos de comunidades abiertas e inclusivas donde integrarnos. ¿Qué comunidades vivas tenemos a mano para que trabajen los obreros de la hora undécima? Pocas o ninguna. Vivimos la fe dispersos y sin casi contacto entre nosotros. Ni los párrocos y sacerdotes llegan a conocer a las personas que vienen todos los domingo a misa. La parroquias se organizan hacia dentro con pocas personas. No están capacitadas para albergar e integrar carismas diferentes. Los adultos muestran carismas bien definidos, por lo que necesitan encontrarse con carismas similares para irse acercando y ganando confianza.
Sin duda hay multitud de obreros dispuestos y esperando, pero al ver la hora, decidimos esperar a la mañana siguiente y no complicarnos la vida. Creo que la Iglesia tiene que reflexionar mucho sobre este tema. Ya sabemos que los obreros son pocos y el trabajo es mucho. ¿Por qué olvidar a los obreros de la hora undécima?