El club de las Teresas: Santa Teresa de Lisieux
por Cuestión de vida
Hace unos días ha sido la festividad de Teresa de Lisieux. Esta santa es una de las componentes de lo que llamamos en Spei Mater «el club de las Teresas»: Teresa de Jesús, Teresa de Lisieux, Teresa de Calcula y Teresa Gallifa. Cada una de ellas me ha enseñado cosas fundamentales tanto en la fundación de Spei Mater como para mí misma.
Creo que Teresa de Lisieux nos gusta a todos porque es la santa de lo pequeño, con una vida corta y nada épica y carente de gracias místicas por lo menos externas y parece que nos pone la santidad al alcance de todos. Pensando en Teresa de Jesús vemos sus éxtasis y la transverberación como algo que nos parece maravilloso pero muy lejos de nuestra pequeña y rutinaria existencia. Pensando en Teresa de Calcuta vemos su entrega en la India como ejemplar y apasionante pero muy lejos de nuestras pobres fuerzas.
Sin embargo, Teresa de Lisieux sólo cuenta anécdotas de la vida familiar de una niña hipersensible y de una monja carmelita que pasaba bastante hambre y sueño y se dormía en la oración, pero este pequeño caminito de lo cotidiano le llevó no solo a la santidad sino a ser doctora de la Iglesia. Aunque por ponerle un pero, su forma de expresarse a veces nos la hace parecer «noña». Nada más lejos de la realidad.
Teresa es para mí una santa muy familiar. He estado varias veces en Lisieux, en Normandía, cerca de Bretaña donde paso los veranos. El tiempo en esta región es verdaderamente frío, húmedo y ventoso y el convento del Carmelo de Lisieux está al lado del río, donde en verano te comen los mosquitos y en invierno el frío te cala los huesos. Todo esto te hace darte cuenta de que de «ñoña» nada de nada. Además, mi suegro, que era francés, falleció el día de Santa Teresa de Lisieux y esto, estoy segura de que no fue casual.
Hay algunas frases que me resultaron especialmente inspiradoras, solo comento estas tres:
«El fruto apostólico no depende de las muchas actividades sino de lo enamorado de Jesús que esté el corazón humano»
Para mí fue una gran guía, porque creo que a menudo se nos escapan los criterios humanos a la hora de llevar a cabo una tarea apostólica. Pensamos en los medios económicos, en los contactos, en la comunicación en las redes sociales, en la planificación a corto y a largo plazo... En fin, que básicamente nos lo planteamos como un proyecto empresarial y esto ni es lo importante ni funciona.
Qué gran tranquilidad y fortaleza da el pensar que lo único que es verdaderamente importante es dedicarnos a amar a Jesús con todo el corazón y de convertirnos a Él cada día, cada instante.
Y así lo he podido comprobar, Spei Mater nació de la nada, sin medios, sin comunicación, sin planes, solo con la guía de lo que quería Dios de nosotros y de «no dejar a Dios por las cosas de Dios». Y cuando hemos sido infieles a esta visión el barco ha zozobrado, llamándonos el Señor a una mayor fidelidad a Él y solo a Él.
“Dios podría hacer las cosas Él solo, y mucho mejor que nosotros, pero no, ha querido por amor hacernos participar en su obra de salvación”
A veces nos preguntamos por qué querrá Dios valerse de instrumentos tan imperfectos y averiados como nosotros. Sinceramente, no le encontraba respuesta a esta pregunta, solo me llamaba la atención el hecho de que a Dios le gusta fijarse en el «último de la fila». Y la razón de Dios es siempre la misma, el amor, ¡qué mayor amor que hacernos no solo partícipes sino actores de la obra de salvación!
“Nunca se espera demasiado de Dios”
Aquí Teresa nos habla del Santo Abandono. A veces, no entendemos los conceptos porque se llenan de connotaciones negativas. Abandonarse suena a tirar la toalla, a dejarse llevar como una marioneta, a perder lo que nos es más íntimo de nosotros mismo, nuestra libertad. Sin embargo, lejos de eso, abandonarse no es sino aceptar la realidad de lo cotidiano confiado en que Dios todo lo hace para nuestro bien, lo veamos o no y recibirlo de sus manos. En vez de perder la libertad la ganas... pero eso sí, la verdadera.
Teresa prometió que pasaría su cielo haciendo el bien en la tierra, y yo estoy segura de que está cumpliendo su promesa. Cuántos ascensores hacia el Cielo gracias solamente a su corazón enamorado de Jesús.
Hoy, como siempre, pero quizá más que nunca, solo la espiritualidad nos mantendrá cuerdos y dará sentido a estos tiempos tan raros y tan duros.