Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Una experiencia radical: el Espíritu Santo

Una experiencia radical: el Espíritu Santo

por Un camino de fe

Este 29 de septiembre, domingo y fiesta de los Arcángeles, entorno a las 11 de la mañana el Espíritu Santo ha transformado, mi vida y mi corazón para vivir solo para Él. Y como el Espíritu nos lleva a recordar la obra de Dios en nuestra vida, voy a hacer memoria con este testimonio de lo que Dios y el Espíritu ha hecho en mi vida.

He nacido el 11 de enero de 1970, fui bautizada el 18 de enero del mismo año para convertirme en hija de Dios, por la unción del Espíritu. Soy la mayor de dos hermanos. Una chica, que soy yo, y mi hermano Miguel Ángel.  Mi infancia y adolescencia no fue fácil. Mi corazón de  niña moldeable y frágil experimentó muchas heridas, principalmente de mis padres, y de mi entorno familiar. Una madre superprotectora y un padre inmaduro, inestable y muy débil hicieron de mi persona una niña dependiente, y con miedo. En mi casa las palabras que escuchaba eran no puedes hacer esto, no debes, no vales, y un largo etcétera que hicieron que mi autoestima no fuera la más adecuada posible. En este entorno fui creciendo pero no de un modo libre. Mi corazón estaba herido.

Si es verdad que en mi familia se vivía la fe. Sobre todo mi madre, nos ayudó a rezar y conocer un poco mejor a Jesús. Desde niña sentía mucho deseo del Señor, pero no siempre lo tenía fácil para vivirlo. Recibí la Comunión con 8 años y la Confirmación con 16.

Mi infancia tuvo mucho de miedo y desconfianza. Aunque también tuve momentos alegres, y divertidos. Pero algo que siempre eche de menos es poder celebrar mis cumpleaños con mis amigos en casa, sobre todo en mi época del colegio. Esto ya ha cambiado. Y mi casa es una casa abierta para todos.

Mi adolescencia fue un momento delicado. No conseguía tener amigas de verdad, y en el colegio me sentía comparada por otras que tenían mejores recursos y más posibilidades en sus casas. Mi padre me controlaba mucho y me ponía muy nerviosa. Y ese sentimiento me acompañaba muchas veces en mi vida.

Mi juventud fue arrastrando esas heridas, y aunque estaba en la parroquia compartiendo con jóvenes no siempre fue fácil. Y en ocasiones resultaba duro. Tenía por entonces un director espiritual que me ayudaba pero no podía compartir todo lo que vivía en mi casa, porque muchas veces mi madre me impedía decirlo.

Las heridas más profundas que he vivido han sido la soledad y el abandono. En muchos momentos de la vida he estado y me he sentido sola. Así, también me he sentido abandonada sobre todo por mis padres que no me ayudaron a vivir en confianza. Y de los que muchas veces recibí enfados, momentos de tensión y mucha dureza en sus formas que no me ayudaron a sentirme segura en la vida.

Pero mi deseo de Dios se mantenía. Siempre he tenido fe, pero no siempre fue entregada. A los 17 años empecé COU en un instituto de Madrid. Fue un año horrible donde sufrí el abandono de lo que me rodeaba y un gran fracaso escolar. Fui a septiembre con la selectividad. A los 18 años comencé Psicología y al principio y durante la carrera aparecían los suspensos. Fue unos años bonitos pero también duros. Pero en esos años crecía ese deseo de Dios y sentía su llamada pero al principio me opuse. Aunque una experiencia en la Santina de Covadonga me llevo a decirle que sí. Comenzaba la búsqueda del sitio, y después de un proceso, con 23 años, ingresaba en la congregación de Oblatas de Cristo Sacerdote. Pero la clausura no era mi sitio. Salí el 16 de agosto del año 2000. Pero el Señor me tenía reservado algo mucho mejor.

Los primeros años fuera del convento fueron muy duros. Pero poco a poco fui encontrándome algo mejor. Tuve que hacer frente a la enfermedad, el dolor y el sufrimiento. Pero el año 2003 algo cambió. Mi primer director espiritual me señalaba la vocación de Virgen consagrada. Y lo vi claro desde el principio. Sentía la llamada de Dios y había encontrado mi sitio en la Iglesia. El 11 de junio, día de San Bernabé, del 2005 recibía mi consagración virginal como Virgen consagrada, y era hecha esposa de Cristo. Un don inmerecido y gratuito. Pero quedaba camino por recorrer. Había empezado a trabajar como psicóloga. Y en el 2005 a mi madre le diagnostican Alzheimer. Fueron años duros. Pasaba de tener una madre que se había enfrentado a muchas decisiones importantes en mi vida, e incluso diciendo que no, a cuidar de ella. Mi salud era delicada, y la falta muchas veces de trabajo causaba junto a la enfermedad de mi madre, mucho estrés.

En el 2001 muere mi padre, y en el 2010 mi madre. Y en esos momentos sufro una fuerte crisis, y tuve que pedir ayuda. En el 2007 conocí a mi nuevo director espiritual. También conocía un grupo de hermanos que nos reuníamos entorno a la adoración. He ido a campamentos, jornadas de la juventud, ejercicios, peregrinaciones a Lourdes, etc. Y todo ello, hacía que mi vida cambiara. Pero llegó la ayuda. Comencé una terapia. Y con la dirección espiritual, en verdad, he podido cambiar y ser más libre.

Pero por ir abreviando, puedo poner el 2020 como el comienzo del cambio que ha terminado en el día 29 de septiembre, con la efusión del Espíritu. En el 2020 nos encontramos con la pandemia. Con el trabajo, la adoración, y los amigos pude crecer y madurar y mi casa se convirtió en el Tabernáculo de la tienda del encuentro. Dios estaba aquí. Terminaba mis estudios de teología, que comencé en el 2011, con unas buenas notas. Pude estudiar el misterio trinitario. Pero lo que he vivido este día 29 es una experiencia radical del Espíritu. Al terminar mis estudios, llegaron unos meses duros de búsqueda. Pero el Señor lo tenía todo preparado, y ahora puedo colaborar en el hospital Laguna, formo parte de la asociación Nártex, y tengo este blog. Este curso me han pedido más colaboraciones desde el Orden de Vírgenes, y Nártex.

Mi vida en el Señor ha ido creciendo. Ahora puedo vivir una soledad acompañada, disfruto de amigos que he recuperado de mis años de joven, y de estos últimos años, y de mis hermanos en la fe. Disfruto de mi familia. Y soy cada día más feliz, y más libre. Oro al Señor, y sin los sacramentos y la Eucaristía no puedo vivir. Mi vida como virgen consagrada es más plena. Y soy en la Iglesia, esposa de Cristo, por mi consagración virginal, con un corazón que en mi debilidad se ha convertido en acogedor para el hermano.  En la RCCE, de la que formo parte, en el grupo Nuevo Templo, desde el curso 2008/2009, soy cada día más feliz, y puedo vivir en libertad mi fe. Formo parte del ministerio de acogida, en el que aprendo a entregarme mejor. Y hago algunos servicios sencillos en el grupo. ¡Experimento en mi vida tantos detalles del Señor y de los hermanos!.

Pero el 29 de septiembre el Espíritu lo ha cambiado todo. Este año he tenido momentos fuertes de oración comunitaria y personal, por lo que puedo crecer y vivir más entregada. Pero este día 29, en la efusión, el Espíritu me hizo sentir su presencia. Él se ha enamorado de mí. Necesito conocerle. He comenzado tres libros del Espíritu en una semana. Ha aumentado mi deseo de entregarme, de evangelizar. Cuando rezo las palabras que me vienen son Anuncio y evangelización. Mientras llega un proyecto en el que pueda ser enviada, voy  a participar en la Escuela de evangelización de Alcalá de Henares . Ha aumentado mi deseo de confesarme y poner mi pecado ante Dios. Todo ha cambiado. Mi oración, mi vida está llena del Espíritu. Es una experiencia profunda, difícil de expresar con palabras. En algunos momentos que me he sentido vulnerable, lo he superado desde la lectura, la liturgia de las horas y el rosario, que rezo todos los días. Ya no hace falta escribir tantos mensajes. Mis relaciones se han transformado. El Espíritu se ha enamorado de mí, me ha transformado, y puedo vivir una vida que dará frutos de vida eterna. 

Belén Sotos Rodríguez

 

 

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