Lunes, 25 de noviembre de 2024

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Rezar

Rezar

por Un camino de fe

A veces cuando se nos habla de la oración se nos muestra como un camino en ocasiones de sequedad, ausencia de Dios y de búsqueda del encuentro con Dios. La oración se nos plantea como algo a realizar que requiere un método y unas formas, unos tiempos y una postura, así como un lugar. Pero si en verdad la oración implica un proceso y un camino, poco a poco nos vamos adentrar en el misterio que supone rezar. Yo me pregunto, ¿rezar es algo complicado y difícil?  Vamos a ir descubriendo este misterio para ver como rezar es algo fácil, sencillo y alcance de todos.

Todos experimentamos, o al menos la mayoría, y reconocemos cuando en nuestra vida tenemos una amistad verdadera, en la que podemos confiar, y a la que podemos abrir nuestra intimidad. En algún momento de nuestra vida hemos tenido un amigo con el que reír, amar y hasta enfadarnos. Una persona con la que divertirnos y disfrutar. Alguien que nos quiere como somos, que no nos pide nada a cambio, y ante quien podemos expresar nuestros sentimientos, sin sentirnos juzgados por ello. Alguien que sabe escuchar sin más, y que respeta lo que haces. Una persona que cuando fallas o te confundes en alguna decisión te ayuda a seguir adelante. Alguien que cuando puedas meter la pata siempre está a tu lado para perdonarte. Una persona que te acompaña en el momento del dolor y del gozo. En definitiva, una persona para quien es bueno que existas, y que hace sentir amada y respetada.

Pero muchas veces la amistad supone una pérdida del tiempo. En muchas ocasiones nuestra vida se llena de hacer cosas, y empleamos nuestro tiempo en realizar múltiples actividades. Pero la amistad implica otro ritmo. Con un amigo no hacemos nada, paramos nuestra vida para estar solo gozando de aquel a quien queremos. En el fondo parece un tiempo perdido, en el que no hemos podido hacer algo de lo que tenía propuesto en el día. Compartir la amistad es estar solo gozándonos de la persona que queremos para decirla es un bien que existas para mí. La amistad tiene un sentido de contemplación del misterio del otro a quien nos abrimos y que se abre para nosotros.

Pero esta relación de amistad, ¿Cómo entenderla con Dios? Entonces, ¿Cómo podemos  comprender  la oración? Dios es siempre un misterio que nos sobrepasa. Pero Dios a la vez lejano y cercano, se ha abajado al hombre para hablar su propio lenguaje, y ha querido establecer con él una relación de amistad, para compartir con el hombre sus sentimientos más íntimos. Dios ha hecho amigo del hombre, para que el hombre pudiera ser amigo de Dios, y relacionarse con él. Pero el hombre se puede acercar de modo más pleno a Dios porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre, se ha hecho uno de los nuestros, uno como nosotros. Así, cada persona puede reconocer en el Hijo a aquel en quien puede tener una relación más plena. Por eso, podemos decir como Santa Teresa de Jesús que rezar es mantener una relación de amistad. Por eso rezar es muy fácil. Porque al igual que a un amigo le cuentas todo lo que te pasa, al Señor también le puedes contar aquello que has hecho en el día, en el mes. Lo que te cuesta más, o lo que te alegra más. Él ya lo sabe, pero a Él le gusta que se lo cuentes. Con Él puedes llorar y reír. Siempre está dispuesto a escuchar y tiene para cada uno todo el tiempo del mundo.

El Señor solo te pide la fe para que creas que Él es tu mejor amigo. Pero eso solo basta, para que puedas hablar con Él, y acudir a Él ante cualquier necesidad. Te espera.

Con Jesús como un amigo, vas muchas veces a perder el tiempo. Porque con él no vas hacer nada. Pero incluso cuando te aburres porque no sabes que hacer, a Él también se lo puedes decir. Te puedes enfadar con Él, y estar a disgusto. Pero Él eso ya lo sabe, solo quiere que se lo digas.

Pero el Hijo de Dios tiene algo en especial, que es la persona que siempre te puede ayudar en aquello que cada uno le presentamos. Cuando te acercas a Jesús la relación siempre es exclusiva. Solo existes tú y Él en ese momento. Él te conoce, sabe lo que te pasa, y te hace daño, incluso mejor que tú para ti mismo. Pero Él quiere que se lo compartas. Así, cuando todo se lo has dicho a Jesús puedes cerrar los ojos, y dejarle a Él que te hable. Pero para eso has de hacer silencio en tu interior. Seguramente las cosas que le cuentes no van a cambiar porque ya no es posible. Pero te dará una mirada nueva, una alegría y una paz desbordante. Y muchas veces experimentarás que Él, en el momento en el que estás con Él, guarda silencio. Pero a lo largo de los días y en tu vida podrás comprobar como las circunstancias van cambiando, las situaciones se hacen nuevas. Pero sobre todo él cambia tu corazón para que tengas un ánimo y un impulso nuevo para caminar siempre hacia delante.

Con Jesús la oración es muy fácil, porque como a un amigo, le puedes hablar, él te escucha y te va llenando el corazón de su amor. Él está enamorado de cada uno, y siempre va a buscar lo mejor para ti en el momento más adecuado para tu vida.

Belén Sotos Rodríguez

 

 

 

 

 

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