Paz en la tormenta
por Un camino de fe
Job clama a Dios: ¿Dónde estás? ¿A causa de qué me vienen estos males? Es la pregunta del justo ante la tempestad que le sobreviene en la vida. El hombre ante el dolor súplica a Dios, y se acuerda de su Dios en el sufrimiento. Job es un hombre justo. Él se sabe necesitado de Dios. En la riqueza, se supo bendecido por su Creador. Y ante la adversidad vuelve a bendecirle aunque en ocasiones se pregunte: ¿por qué? Pero Dios no deja nunca solo al hombre que sufre. Viene en su auxilio. Pero no calma la tormenta al modo humano, sino de un modo que siempre sorprende y deja al hombre sin una respuesta que pueda satisfacerle. Pero si el hombre como Job sigue confiando en Dios, no tendrá una respuesta al modo que busca, pero en su corazón vendrá la calma y la paz.
La respuesta de Dios ante el dolor de Job no deja de ser sorprendente. Dios se pone ante Job como lo que es. Él es el Creador del cielo y de la tierra. Ha hecho todo con sus manos. Todo es suyo. Hasta la más insignificante de las criaturas le pertenece. La tierra y todo lo que hay en ella: el mar, el cielo, las estrellas, ha sido hecho por el Hacedor que todo lo conoce, y ante quien todo está ordenado cumpliendo sus órdenes. El lleva el control del tiempo y de las estaciones, el ritmo de las mareas y de las tormentas. Por eso es capaz de responder a Job de un modo nuevo y desconcertante para aquel que está sufriendo: ¿estabas tú cuando yo creaba? Eres criatura, y ¿piensas que podrás tener el control sobre todo lo creado? (cf. Job 38).
Dios lleva al hombre a la confianza más plena en su fuerza y en su obrar. Si el Creador actúa en la creación y la cuida con su mano poderosa, ¿qué podrá hacer por el hombre, hecho a su imagen y semejanza? Ante el dolor del justo muchas veces Dios parece que guarda silencio y se despreocupa del hombre. Pero Él siempre está presente, incluso cuando el hombre lo ha perdido todo. Solo queda Él. Por ello Job y todo hombre acuden a Dios para implorarle su socorro. Pero la persona quiere una respuesta instantánea, y Dios le lleva a un proceso por el que se va liberando de sí mismo para poner solo su esperanza en su Creador. Parece que Dios niega la bendición a Job y al hombre que sufre, pero solo es una apariencia. Porque el Señor de todo lo creado busca al hombre para que vea ya su dolor como una bendición, y una vez superada la adversidad, le renueva con todas las bendiciones que su corazón anhelaba y deseaba.
Dios tiene el control de la tormenta que ocurre en el mar, como de la que pasa en el corazón humano. Así solo el hombre que confía en Él, puede tener paz en la calma y en la tormenta de su vida.
En este sentido, Dios llama a Job en la tormenta, por amor al hombre. Pero esta respuesta de Dios va a tener un sentido más pleno en la economía de la salvación, cuando el Hijo se encarne y tome carne humana. Jesús también quiere estar al lado y encontrarse con el hombre cuando sufre. De esta manera, se encuentra ante los Apóstoles cuando están ante la adversidad de la tormenta del mar. (cf. Mc 4, 35-41). Pero él a veces aparece y se encuentra dormido. (cf. Mc 4, 38). Parece que se desentiende del dolor ajeno, y no quiere ayudar al que sufre. Pero sólo busca la confianza del hombre para que se entregue totalmente a él. De esta forma, los Apóstoles y cada hombre, ante la tormenta de la vida, le suplican en la oración: “Ven en mi auxilio”. “Ven a socorrerme”. Pero él duerme. No da la respuesta que el corazón humano desea y de nuevo el hombre se pregunta ¿por qué? Pero el Hijo de Dios no duerme. El siempre actúa en el corazón del hombre y le sostiene en el dolor. Él le dice de modo sorprendente, tocando su vida: “Ven de nuevo a mí”.
El hombre que súplica en el corazón por su Dios y pone sus manos en el Hijo, no encontrara muchas veces remedio a sus tormentas, pero si tendrá la paz para caminar sobre ellas. Es la paz que el Hijo le viene a traer. Él si puede mandar parar la tormenta. Pero pide al hombre la fe de que él puede hacerlo. Y si el dolor no termina o no cambia del modo que el hombre desea, la tempestad en su vida, puede encontrar en el Hijo de Dios el apoyo que le va a sostener en medio de ella.
El Hijo es el Dios que viene a dar paz al corazón humano. Pero este la encuentra solo si acoge el don del Hijo, que le invita a ir con él, cuando sufre, para ser bendecido.
Belén Sotos Rodríguez