Entendiendo a... el joven rico
Se acerca un joven a Jesús y le pregunta qué tiene que hacer para ser santo (tener en herencia la vida eterna) y Jesús le responde que cumplir los Mandamientos. Debía ser un buen judío este joven porque cuando le dice que eso ya lo cumple, a Cristo le gusta la respuesta y no le contradice (y ya sabemos cómo Cristo leía los corazones...). Entonces viene el siguiente consejo: si quieres más, vende todo lo que tienes y sígueme. Y aquí empiezan los problemas.
Porque muchas veces pasa (no siempre) que cuando una persona, un joven por ejemplo, quiere ser más cristiano, más comprometido, más... el consejo final es: déjalo todo y hazte sacerdote. Es decir, el pasaje del Joven Rico se ha tomado como ejemplo de entrega total para los que quieren seguir más de cerca a Dios (sólo que él parece que no fue capaz).
Esta forma de entender el mandato al joven rico plantea al menos tres problemas prácticos:
- Los que no hemos dejado nuestras cosas estamos menos comprometidos y seguimos menos de cerca a Dios. Yo, por ejemplo, tengo casa, coche (¡dos!), dinero, móvil... así que estoy perdido. Y la mayoría de los que me estáis leyendo también.
- No se entiende que la Iglesia fomente la caridad en forma de limosna, porque dar dinero a un pobre podría suponer su perdición espiritual... Cuanto menos tengamos mejor, ¿no?
- Finalmente, no se entiende que no pidiera lo mismo a su amigo Lázaro, que era rico. O al rico Zaqueo, al que le bastó dar la mitad de sus bienes. Algo no cuadra.
En realidad, no hay tales problemas si, una vez más, se coge el Evangelio en su conjunto. Al joven rico le pidió una cosa concreta, pero se lo pidió a él, probablemente porque al joven le convenía eso. Pero no se lo pidió a otros muchos, como a Lázaro (por citar uno), quizás porque a estos no le hacía falta. Por eso el consejo de dejarlo todo es para unos cuántos (aquellos que crean que Dios les pide eso), pero no es para todos; y ni mucho menos es condición para seguir de cerca a Cristo.
Ambos modos de ser cristiano (dejar y no dejar) son igual de agradables a Dios si se es sincero. No hay más que fijarse en cómo el mismo Cristo lloró ante la tumba de su rico amigo...
Aramis
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Entendiendo a... no hay que juzgar
Entendiendo a... la otra mejilla