Andar hacia Pentecostés
Fe que no necesita ver, sino entender.
Decían San Anselmo de Cantertbury y San Clemente de Alejandría, que la Fe busca entender (Fides quaerens intellectum). Los discípulos de Emaús andaban desanimados viendo que Cristo, su gran esperanza, parecía haber fracasado. Cristo está presente en todo camino, incluso en el que nos parece más fatigoso y desesperante. Nos tiende su Mano, nosacompaña hablando de aquello que no terminamos de entender y que no llena de sombras nuestro ser. El entendimiento es la visión del alma, que de otra forma está camina ciega entre sombras y oscuridad. Las Palabras de Cristo hacían que el corazón de estas personas se inflamara, haciéndose presente en ellos la Luz de Dios.
En estos días, el Señor se junta y acompaña a dos discípulos que iban de camino; y para disipar en nosotros toda tiniebla de duda, reprende la tardanza en creer de estos hombres asustadizos y amedrentados. Sus corazones iluminados reciben la llama de la fe, estaban tibios, y al explicarles el Señor las Escrituras, se vuelven fervorosos. Asimismo se les abren los ojos al sentarse a la mesa y partir el Señor el pan. Mucho más dichosos fueron los ojos de estos, pudiendo contemplar la glorificación de la naturaleza humana del Salvador, que los de nuestros primeros padres, cuyos ojos se abrieron ante la confusión de su propio pecado (Gn 3,7).
En medio de estos y otros milagros, como los discípulos temblaban sobrecogidos del temor, el Señor se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz sea con vosotros» (Lc 24, 36; Jn 20,26). Para alejar de sus pensamientos la duda... (San León. Primer sermón para la Ascensión; SC 74 bis)
¿Qué nos pasa hoy en día? Vemos que la Iglesia se tambalea e intenta acercarse al mundo, para seguir siendo grande, poderosa e influyente. En 1969 el entonces Card. Ratzinger, pronosticaba un futuro que claramente empezamos a vivir hoy en día:
Demos un paso más. También en esta ocasión, de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión. Como pequeña comunidad, reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros. (Card. Joseph Ratzinger. Informe sobre la Fe)
¿Qué tiene de malo tiene que la Iglesia sea pequeña y sin capacidad de influir en el mundo? Algunos temen este futuro, llamando pauperismo a la medicina que necesitamos con urgencia. Al igual que Juan El Bautista, necesitamos reducir las estructuras eclesiales para que Cristo sea el único protagonista. Pero no tengamos cuidado, los amantes de una Iglesia con poder terrenal irán viendo como este poder se eclipsa hasta desaparecer.
Cristo nos acompaña en el camino de Emaús actual. No duda en mostrarnos que los signos que nos parecen nefastos, son precisamente la semilla de la Luz que tanto necesitamos. Lo importante es abrir el corazón a Cristo y no dejarnos llevar por la desesperación. Dejar que los segundos salvadores desaparezcan poco a poco, sin preocuparnos por ello. No estamos solos. Cristo camina a nuestro lado. Donde dos o tres se reúnan en Nombre de Cristo, Él está en medio. ¿Qué más necesitamos para mirar con esperanza el futuro? ¿No sentimos que nuestros corazones arden? Eso es lo importante: abrir el corazón al entendimiento de la fe. Sólo así podermos nacer el Agua y del Espíritu, mientras caminamos justo al Señor.
En estos días, el Señor se junta y acompaña a dos discípulos que iban de camino; y para disipar en nosotros toda tiniebla de duda, reprende la tardanza en creer de estos hombres asustadizos y amedrentados. Sus corazones iluminados reciben la llama de la fe, estaban tibios, y al explicarles el Señor las Escrituras, se vuelven fervorosos. Asimismo se les abren los ojos al sentarse a la mesa y partir el Señor el pan. Mucho más dichosos fueron los ojos de estos, pudiendo contemplar la glorificación de la naturaleza humana del Salvador, que los de nuestros primeros padres, cuyos ojos se abrieron ante la confusión de su propio pecado (Gn 3,7).
En medio de estos y otros milagros, como los discípulos temblaban sobrecogidos del temor, el Señor se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz sea con vosotros» (Lc 24, 36; Jn 20,26). Para alejar de sus pensamientos la duda... (San León. Primer sermón para la Ascensión; SC 74 bis)
¿Qué nos pasa hoy en día? Vemos que la Iglesia se tambalea e intenta acercarse al mundo, para seguir siendo grande, poderosa e influyente. En 1969 el entonces Card. Ratzinger, pronosticaba un futuro que claramente empezamos a vivir hoy en día:
Demos un paso más. También en esta ocasión, de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión. Como pequeña comunidad, reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros. (Card. Joseph Ratzinger. Informe sobre la Fe)
¿Qué tiene de malo tiene que la Iglesia sea pequeña y sin capacidad de influir en el mundo? Algunos temen este futuro, llamando pauperismo a la medicina que necesitamos con urgencia. Al igual que Juan El Bautista, necesitamos reducir las estructuras eclesiales para que Cristo sea el único protagonista. Pero no tengamos cuidado, los amantes de una Iglesia con poder terrenal irán viendo como este poder se eclipsa hasta desaparecer.
Cristo nos acompaña en el camino de Emaús actual. No duda en mostrarnos que los signos que nos parecen nefastos, son precisamente la semilla de la Luz que tanto necesitamos. Lo importante es abrir el corazón a Cristo y no dejarnos llevar por la desesperación. Dejar que los segundos salvadores desaparezcan poco a poco, sin preocuparnos por ello. No estamos solos. Cristo camina a nuestro lado. Donde dos o tres se reúnan en Nombre de Cristo, Él está en medio. ¿Qué más necesitamos para mirar con esperanza el futuro? ¿No sentimos que nuestros corazones arden? Eso es lo importante: abrir el corazón al entendimiento de la fe. Sólo así podermos nacer el Agua y del Espíritu, mientras caminamos justo al Señor.
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