Rees-Mogg, el catolicismo y el liberalismo conservador europeo
El Partido Conservador británico (los tories) podría convocar pronto elecciones primarias. De hecho, así se lo ha exigido un sector del partido a Theresa May, tras la conferencia de Manchester, celebrada el pasado mes de octubre. Hay sobradas razones para cuestionar el liderazgo de la actual Primera Ministro, por tener un discurso socialdemócrata, no ser nada contundente contra la islamización de Europa, haber sucumbido ante los ideólogos de género y no tener solvencia en el proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea (a pesar de que, en junio, la mayoría de británicos avaló el "hard brexit"). Aunque el artículo no se va a centrar en señalar la incompetencia de la mandataria británica, sino en una probabilidad de futuro para el partido tory.
Uno de los candidatos a las elecciones primarias de dicha formación sería Jacob Rees-Mogg, parlamentario por el distrito de North East Somerset, que según ciertos sondeos, podría ser el ganador. Hablamos de un candidato con una profunda fe católica (es padre de seis hijos, a los que ha nombrado haciendo homenaje a varios santos y pontífices), que defiende la familia natural (se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo), es totalmente contrario al aborto, aboga por un mayor control de la inmigración, se considera euroescéptico (hizo campaña por el Brexit) y aboga por rebajas de impuestos así como por recortes de gasto público. Un perfil liberal-conservador ausente de imperfecciones. Ahora bien, en el contexto político actual, puede ser considerado como algo sorprendente.
El anglicanismo (marcado por una impresionante deriva relativista) es la confesión mayoritaria en Reino Unido, y no ha vuelto a haber ningún Primer Ministro católico desde la era de Tomás Moro. Pero no solo eso; sabido es también que el continente europeo -especialmente la parte occidental- experimenta una actitud nihilista, en la medida en la que tanto no pocos europeos "apeados" de la Historia como la clase política están negando el cristianismo, pilar de la cultura occidental y de esa realidad llamada Europa (no me refiero al ente supranacional de la Unión Europea, cuyo establishment ha contribuido en gran medida a esa tendencia), con la excepción de Polonia, país definido por una sociología de profundas convicciones católicas y moralmente conservadora.
Ningún líder europeo está demostrando un serio compromiso con los valores cristianos, con la salvedad de los gobiernos húngaro y polaco, presididos por el calvinista Viktor Orbán y por la católica Beata Szydlo. Ambos gabinetes defienden la familia natural y el derecho a la vida del no nacido (el primero procedió a un blindaje constitucional mientras que la segunda ha dado el visto bueno a un proyecto para eliminar el supuesto eugenésico, si bien el año pasado intentó su partido reformar la ley para aproximarse más a una Ley de Aborto Cero, aunque algunos parlamentarios de su partido se echaron atrás finalmente), e inciden en la necesidad de que los inmigrantes respeten los valores del país de acogida. Jesucristo fue proclamado el año pasado "rey" de la República de Polonia.
No obstante, ambos Primeros Ministros tienen una visión equivocada sobre los principios de solidaridad y subsidiariedad, que están interconectados. No tienen en cuenta que la solidaridad debe ser privada y que la subsidiariedad no es solo oponerse a las injerencias de la Comisión Europea, sino también evitar que las comunidades de orden superior interfieran en las de orden inferior (familias, vecindarios). Ninguno de ambos se opone a reforzar el rol del Estado de Bienestar, cuyo asistencialismo tiende a desincentivar no solo la natalidad y el trabajo, sino esa actitud generosa basada en ser solidario. Pero es que también se malinterpreta la noción católica del descanso dominical. Restringir la libertad de horarios comerciales por motivos religiosos (como en Polonia) supone ignorar que Dios nos creó a imagen y semejanza haciéndonos libres. Se atenta contra la libertad del empresario y del ciudadano. De hecho, la Iglesia Católica está alejada de cualquier clase de "establishmentarismo" político.
Se puede decir, por ende, que Szydlo y Orbán son líderes de una socialdemocracia conservadora europea, favorecida tanto directa como indirectamente por buena parte del conservadurismo transatlántico. Tanto los tories como el Partido Popular Europeo han virado a la izquierda en cuestiones sociales, consolidando lo que viene a ser el establishment progre-socialdemócrata. Por ello, incluso gente de ideología liberal o libertaria, pero alejada del relativismo moral, tiende a ver a esos socialdemócratas moralmente conservadores como algo preferible a políticos como Mariano Rajoy, José Antonio Monago, Angela Merkel, Emmanuel Macron o Mark Rutte. Por el mero hecho de defender, acertadamente, las causas pro-vida y pro-familia, no pocos "perdonan" medidas que criticaríamos al PP o al PSOE, tales como subidas de impuestos, politizaciones del poder judicial, nacionalizaciones de empresas, etc.
Ahora bien, Rees-Mogg viene a responder a una necesidad de un liderazgo tanto católico bajo principios de mínima intervención estatal como liberal-conservador (tras el thatcherismo, cuya imperfección fue no ser pro-vida y pro-familia, no ha vuelto a haber ningún liderazgo liberal-conservador considerable en Europa).
Europa necesita una derecha americana, como ocurre en Polonia. Su movimiento liberal-conservador es muy relevante. Hay dos partidos con esta ideología (Wolnosc y Poroziumenie, constituido hoy) mientras que otro tiene un importante sector con esa orientación (Kukiz'15).
Para finalizar, una victoria de Rees-Mogg en legislativas supondría un gran triunfo no solo para los liberal-conservadores católicos, sino también para quienes nos oponemos al "suicidio de Europa".
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