Hernández y la Virgen

Miguel Hernández falleció hace 75 años en una cárcel franquista y la talla de la Virgen de la Cabeza desapareció hace 80 del santuario. Es decir, fue destruida, ya que en marco de la Guerra Civil española el término desaparecer tiene la misma connotación eufemística que en la Argentina de Videla. La efeméride del poeta alicantino es conmemorada por todo lo alto, mientras que no hay dinero público para costear un seminario que honre a la imagen perdida tras el asalto de la tropa republicana al Santuario. Será porque si nadie se responsabiliza del presunto sacrilegio es como si no hubiera existido. La izquierda, lejos de entonar el mea culpa por las atrocidades que cometió durante la contienda, es capaz de sugerir que la Madre de Dios huyó sin razón de los milicianos. 
Pero, puesto que, como acredita su presencia en el Calvario, María no es de las que huyen, habrá que concluir que la escultura, pilar de la romería más antigua de España, fue ejecutada por los antecesores ideológicos de quienes ahora combaten a la Iglesia católica. Entre los que se encuentran algunos de los que homenajean a Miguel Hernández. Lo que demuestra que la izquierda nunca deja un asunto pendiente, si bien hoy, en lugar de quemar Iglesias, exige que orar adquiera la catalogación de acto íntimo, como hacer el amor, para que el católico tenga la impresión de que está desnudo cuando reza el Credo. Aunque luego, quien se despelote en la sacristía sea Rita Maestre. 
Si la ausencia de homenajes a la talla contrasta con la abundancia de loas a Hernández es porque la izquierda considera que se parece al bardo. Deja que me ría. La actual generación socialista desconoce no ya la siembra sino, sobre todo, la siega, que es la prueba de esfuerzo del campesino. A pesar de eso, siente fervor por el poeta, del que alaba, no la exactitud de su métrica, sino el sustrato jornalero de su estrofa. Lo que, puesto que no sabe lo que es un callo, viene a ser como si yo, que soy del Atleti, en vez de alabar el caño de Isco a Verratti, alabara su filiación merengue. Ni Sánchez ni los socialistas de oficina que le acompañan han tenido tratos con la hoz, pero idealizan el surco. Y al idealizarlo corren un riesgo porque del elogio al campo lo mismo surge La oda a la vida retirada, de Fray Luis de León, que el Bellotero Pop, de Fernando Esteso.