Anticlericalismo obsesivo
Dudo sobre si calificar al político socialista medio como antisistema que se ducha o como antisistema reprimido, por cuanto le cuadran las dos definiciones, pues huele bien y no gusta de participar en las barricadas, aunque aplaude sus resultados: tres policías heridos, dos escaparates rotos, una calle sin adoquines. Lo que no dudo es que debo calificarlo como anticlerical obsesivo, como acredita el anuncio de la ministra de educación, Isabel Celaá, de despojar a la asignatura de Religión de su valor académico, que es como despojar a la petunia del aroma o, peor aún, al cuarentón del gin-tonic.
Obviamente, la intención última del Gobierno socialista no es que la religión deje de influir en la nota media, sino en la vida del español, adherido al catecismo desde Don Pelayo. El Gobierno sabe que el español es de derechas por instinto, ya que, en un marco económicamente favorable, como el de Occidente, el hombre siempre tiende a prosperar, esto es, a llevar traje. Y, como lo sabe, le convence de lo bien que le sienta la pana. También sabe que el español es católico por voluntad propia, ya que, en un marco políticamente adverso, como el de Occidente, el hombre siempre tiende a Dios. Y, como lo sabe, propina martillazos a la Cruz sin tener en cuenta que cuestionar la fe porque no se tiene es como cuestionar la biología porque no evita la muerte.
El presidente Sánchez, adalid de esta estrategia laicista, no ha entendido aún que la razón por la que, entre la rubia platino, el mundo, y la chica de las gafas, la Iglesia, el católico elije las persecuciones es porque propician la vida eterna, en tanto que el mundo sólo sirve, en el mejor de los casos, para pasar un buen rato. Si Sánchez elige a la rubia platino es porque se cree Kennedy, pero para serlo, no le falta Marilyn, sino talento. De hecho, dado que su percentil intelectual está por debajo de la media, debería de sopesar la conveniencia de visitar al psicólogo, el pediatra del cerebro, para que le recetara ideas, que, en el ámbito de la filosofía política, son las hormonas del crecimiento.