Patria y país

Mi patria no es la infancia, es Dios, y mi país no es concepto discutido y discutible, es España. Apuntado este doble matiz, por mi patria estoy dispuesto a dar la vida, no sólo porque la perdería para encontrarla, sino porque me fio del Buen Pastor. Por mi país, en cambio, sólo estoy dispuesto, como mucho, a partirme la cara en Barcelona en la próxima Diada. No sólo porque no tengo fe en el Estado de las autonomías, sino porque no me fio del guía, ese gallego tibio que pronostica que no pasará nada el 1 de octubre cuando es obvio que, en el mejor de los casos, si no se celebra el referendo, la policía tendrá que repeler con mangueras a los que no se duchan.  

Para quien no se ducha la manguera es un arma devastadora, una especie de napalm de PH neutro, al que determinadas gentes le tienen casi tanto pavor como a la bomba de hidrógeno. Rociarles agua a independentistas antisistema es como aplicarles el artículo 155 de las normas de urbanidad. Se nota que no proceden del catolicismo porque el católico huele a perdón e incienso. A limpio. De manera que para que un católico troque en antisistema no le falta compromiso social, sino cazcarrias, y no le sobran razones políticas, sino champú. Entre los independentistas hay, por supuesto, gente muy aseada, pero esa no será la que se eche a la calle el primer día. Dicho de otro modo, el cáncer siempre envía una avanzadilla de células malignas para que la extermine la quimioterapia. 

Y ya que hablamos de combatir enfermedades, ¿debe el católico pedir tratamiento de choque al Gobierno tras el anuncio de sedición del ejecutivo catalán? En mi opinión, sí. Aunque nuestro reino no sea de este mundo, tenemos la obligación de preservar una nación ahormada por la religión hace medio millar de años. Cierto que Soraya y Mariano, tanto monta, no son Isabel y Fernando, pero habrá que respaldar cualquier medida prevista en la ley de leyes que tome Rajoy. Siempre que la tome, claro, porque este hombre actúa como corre, con parsimonia. Hasta ahora se ha limitado a amenazar a los secesionistas con enviarle al Tribunal Constitucional en vez de a los tanques, que es como amenazar al dictador de Corea del Norte con enviarle a Obama en vez de a Trump.