Blesa
Hay que reconocer que la izquierda alanceó al moro muerto, Miguel Blesa, también cuando vivía, pero apuntillarlo de cuerpo presente, como ha hecho una cadena de televisión privada, se antoja ensañamiento. Habrá quien diga que escribo esto porque en su día no compré preferentes de Caja Madrid, pero les aseguro que aunque estuviera ahora de pleitos con la entidad no me alegraría por la muerte de su ex presidente. Y menos si ha fallecido por un balazo en el pecho. La locutora de la cadena, en cambio, hurgaba en la herida jurídica mientras hablaba del difunto con un tertuliano menos visceral. Parecía la charla de una hiena con un jilguero.
En los periódicos de mañana no esperen ninguna necrológica laudatoria sobre Blesa, aunque en Linares, su ciudad, apadrinó grandes proyectos sociales. No era amigo de Miguel Hernández, sino de Aznar, así que en lugar de una sentida elegía tal vez éste escriba en su honor un correcto discurso con el toque justo de lástima. Nada que ver con la que concitó Ramón Sijé a su compañero del alma. A diferencia del poeta de Orihuela, don José María no es de los que se emocionan. En eso no es distinto al resto. Después de Arias Navarro, nadie hace ya pucheros en directo, no sé si porque llorar no es cosa de hombres o porque Franco no hay más que uno. Blesa, claro está, no es Franco, pero, como él, sufrió en vida el rechazo del rojerío y en muerte el desprecio de quienes creen que es bueno que en España haya hoy un facha menos.
A mí no me gustaría que hubiera hoy en España un rojo menos. Bueno, sí, pero sin que mediara su obituario. Me pasa lo que a Hemingway: ninguna esquela me es ajena. Ni siquiera la de este hombre. Compadecerse de un rico que sufre no es de cándidos, es de católicos. Pero como para la prensa de progreso el catolicismo es una religión de señoritos tiene claro que quienes rezan por él son los que utilizan Solán de Cabras para bautizar al niño. En el fondo de esta animadversión anida el resentimiento, que en mi gremio ha sustituido a la objetividad. Yo tampoco soy objetivo, vaya por delante. Entiendo que, respecto a la realidad, el periodista no tiene que ser notario, sino fiscal, pero hasta el fiscal archiva la causa cuando fallece el presunto. Para el periodismo de izquierdas, sin embargo, el disparo de Blesa merece el descorche del champán.
En los periódicos de mañana no esperen ninguna necrológica laudatoria sobre Blesa, aunque en Linares, su ciudad, apadrinó grandes proyectos sociales. No era amigo de Miguel Hernández, sino de Aznar, así que en lugar de una sentida elegía tal vez éste escriba en su honor un correcto discurso con el toque justo de lástima. Nada que ver con la que concitó Ramón Sijé a su compañero del alma. A diferencia del poeta de Orihuela, don José María no es de los que se emocionan. En eso no es distinto al resto. Después de Arias Navarro, nadie hace ya pucheros en directo, no sé si porque llorar no es cosa de hombres o porque Franco no hay más que uno. Blesa, claro está, no es Franco, pero, como él, sufrió en vida el rechazo del rojerío y en muerte el desprecio de quienes creen que es bueno que en España haya hoy un facha menos.
A mí no me gustaría que hubiera hoy en España un rojo menos. Bueno, sí, pero sin que mediara su obituario. Me pasa lo que a Hemingway: ninguna esquela me es ajena. Ni siquiera la de este hombre. Compadecerse de un rico que sufre no es de cándidos, es de católicos. Pero como para la prensa de progreso el catolicismo es una religión de señoritos tiene claro que quienes rezan por él son los que utilizan Solán de Cabras para bautizar al niño. En el fondo de esta animadversión anida el resentimiento, que en mi gremio ha sustituido a la objetividad. Yo tampoco soy objetivo, vaya por delante. Entiendo que, respecto a la realidad, el periodista no tiene que ser notario, sino fiscal, pero hasta el fiscal archiva la causa cuando fallece el presunto. Para el periodismo de izquierdas, sin embargo, el disparo de Blesa merece el descorche del champán.
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