Miércoles, 30 de octubre de 2024

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La noche de la Navidad

La noche de la Navidad

por Sólo Dios basta

Los santos siempre nos sorprenden, nos hacen regalos y se hacen presentes en nuestras vidas de un modo singular cuando uno los invoca con verdadera fe y entabla con ellos una estrecha amistad espiritual. Esto lo podemos concretar de un modo ideal al terminar este año del 150 aniversario del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús, la conocida y querida por muchos como Santa Teresita.

Teresita ha puesto los ojos este año en un joven, ha querido sorprenderle de una manera totalmente insospechada y le ha hecho un gran regalo: quedarse unida a él para siempre. Y lo más asombroso aún es que este regalo es para todos, no sólo para Jerónimo. Teresita ha vuelto a escribir su vida, pero narrando muchos más detalles que los descritos en sus Manuscritos autobiográficos (Historia de un alma). Además ha completado su biografía hasta llegar a este año 2023. Tomando todos sus escritos como base, ha entregado a Jerónimo una Autobiografía muy original donde descubre hasta su camino hacia el cielo y todo lo que vive desde el cielo. Es un relato donde resume sus 150 años de vida para que todos podamos acercarnos a ella, conocerla, quererla y abrirnos a Dios como nos muestra a lo largo de esta obra. Sus páginas están dirigidas a un universitario, pero ella misma aclara que si cambiamos el nombre de ese joven y ponemos el nuestro, nos podemos adentrar con gran gozo en la vida de una santa que tiene mucho que decirnos hoy.

Vamos a hacer la prueba, leamos juntos el capítulo que nos muestra cómo vive Santa Teresita la noche más importante de su vida. No es otra que la que celebramos estos días y nos une al Niño Jesús, la Noche de la Navidad:

Hay momentos en que la vida que da un giro de 180º y quedas totalmente descolocado. Tu vida se ve de otro modo. Eres otro. Dios te hace mirar hacia donde Él quiere para darte lo que todavía no tenías: ¡la vida plena en Él! Sí, Jerónimo, es algo muy grande que te desborda en todos los sentidos. Entonces comienzas una nueva etapa de vida. Dejas atrás un modo de vida y comienzas otro porque ya no puedes vivir como hasta ese momento en que Dios ha tocado del todo tu corazón. No se puede entender bien esto que te digo si no has vivido antes algo parecido. Pero sé que me entiendes, querido Jerónimo, porque algo de esto has vivido aunque a menor escala. Llegas a una transformación total de la persona. No es algo instantáneo, sino que se produce poco  a poco, pero partiendo de ese giro en la vida. Dicho giro es el punto de inflexión en tu vida; de ahí se abre la puerta a un nuevo período de la vida y con el paso del tiempo, a veces como en mi caso bastan algo más de 12 de meses, quedas transformado en otra criatura capaz de vivir en plenitud lo que antes era imposible e impensable. Cuando uno se ve transformado por la gracia de Dios todo cambia porque se ve con otros ojos, los ojos de la fe en ese Cristo Jesús vivo y resucitado que siempre ha estado a tu lado, pero un día, una noche en un momento crucial, entra hasta lo más profundo de tu ser y caes por tierra ante el amor que abrasa tu corazón y te une a Él. Es algo para vivirlo en primera persona.

¿A qué te suena todo esto querido Jerónimo? ¿No te ha pasado algo parecido esta noche cuando has participado en la inauguración de la capilla de adoración perpetua de la ciudad donde estudias la carrera de Medicina? Quizá sea pronto para sacar consecuencias de esta vivencia tuya. Espera un poco y verás grandes cosas. Seguro que con el paso del tiempo llegarás a ver que sí, que Dios, cuando entra en el corazón de ese modo tan inesperado, te transforma del todo y te lanza a lo que está por delante y tiene preparado para ti. Si haces un repaso a lo vivido esta noche de finales de abril seguro que puedes afirmar que tu vida ha dado un giro. Además también comienzas una etapa nueva en tu vida como adorador que se ha comprometido a pasar todas las semanas una hora concreta ante al Santísimo Sacramento del altar y de este modo, unido a tantos adoradores, las 24 horas del día hay alguien en adoración en la iglesia donde vas a misa cada domingo y siempre que puedes. Ahora sólo nos queda que llegue la trasformación del corazón ¿Qué me respondes? Para ayudarte a contestar y a interiorizar esta noche de procesión y adoración eucarística te resumo otra noche muy especial en mi vida. Es la noche de la Navidad donde el Niño Jesús, después de haber comulgado, igual que tú esta noche, se manifiesta en mi interior “el que se hizo débil y fuerte por mi amor, me hizo fuerte y valerosa” y me transforma en otra persona. A mis 13 años me hace crecer todo lo que necesitaba y más para poder seguir dando pasos en mi vida. Jerónimo, lee y haz tuyas estas palabras. Seguro que te vas a ver reflejado:

No sé cómo podía ilusionarme con la idea de entrar en el Carmelo estando todavía, como estaba, en los pañales de la infancia...

Era necesario que Dios hiciera un pequeño milagro para hacerme crecer en un momento, y ese milagro lo hizo el día inolvidable de Navidad. En esa noche luminosa que esclarece las delicias de la Santísima Trinidad, Jesús, el dulce niñito recién nacido, cambió la noche de mi alma en torrentes de luz... En esta noche, en la que él se hizo débil y doliente por mi amor, me hizo a mí fuerte y valerosa; me revistió de sus armas, y desde aquella noche bendita ya no conocí la derrota en ningún combate, sino que, al contrario, fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, «una carrera de gigante ».

Se secó la fuente de mis lágrimas, y en adelante ya no volvió a abrirse sino muy raras veces y con gran dificultad, lo cual justificó estas palabras que un día me habían dicho: «Lloras tanto en la niñez, que más tarde no tendrás ya lágrimas que derramar...»

Fue el 25 de diciembre de 1886 cuando recibí la gracia de salir de la niñez; en una palabra, la gracia de mi total conversión.

Volvíamos de la Misa de Gallo, en la que yo había tenido la dicha de recibir al Dios fuerte y poderoso.

Cuando llegábamos a los Buissonnets, me encantaba ir a la chimenea a buscar mis zapatos. Esta antigua costumbre nos había proporcionado tantas alegrías durante la infancia, que Celina quería seguir tratándome como a una niña, por ser yo la pequeña de la familia... Papá gozaba al ver mi alborozo y al escuchar mis gritos de júbilo a medida que iba sacando las sorpresas de mis zapatos encantados, y la alegría de mi querido rey aumentaba mucho más mi propia felicidad.

Pero Jesús, que quería hacerme ver que ya era hora de que me liberase de los defectos de la niñez, me quitó también sus inocentes alegrías: permitió que papá, que venía cansado de la Misa del Gallo, sintiese fastidio a la vista de mis zapatos en la chimenea y dijese estas palabras que me traspasaron el corazón: «¡Bueno, menos mal que éste es el último año...!»

Yo estaba subiendo las escaleras, para ir a quitarme el sombrero. Celina, que conocía mi sensibilidad y veía brillar las lágrimas en mis ojos, sintió también ganas de llorar, pues me quería mucho y se hacía cargo de mi pena. «¡No bajes, Teresa! -me dijo-, sufrirías demasiado al mirar así de golpe dentro de los zapatos».

Pero Teresa ya no era la misma, ¡Jesús había cambiado su corazón! Reprimiendo las lágrimas, bajé rápidamente la escalera, y conteniendo los latidos del corazón, cogí los zapatos y, poniéndolos delante de papá, fui sacando alegremente todos los regalos, con el aire feliz de una reina. Papá reía, recobrado ya su buen humor, y Celina creía estar soñando... Felizmente, era un hermosa realidad: ¡Teresita había vuelto a encontrar la fortaleza de ánimo que había perdido a los cuatro años y medio, y la conservaría ya para siempre...!

Aquella noche de luz comenzó el tercer período de mi vida, el más hermoso de todos, el más lleno de gracias del cielo...

La obra que yo no había podido realizar en diez años Jesús la consumó en un instante, conformándose con mi buena voluntad, que nunca me había faltado.

Yo podía decirle, igual que los apóstoles: «Señor, me he pasado la noche bregando, y no he cogido nada». Y más misericordioso todavía conmigo que con los apóstoles, Jesús mismo cogió la red, la echó y la sacó repleta de peces... Hizo de mí un pescador de almas, y sentí un gran deseo de trabajar por la conversión de los pecadores, deseo que no había sentido antes con tanta intensidad... Sentí, en una palabra, que entraba en mi corazón la caridad, sentí la necesidad de olvidarme de mí misma para dar gusto a los demás, ¡y desde entonces fui feliz...! (Ms. A 44vº-45vº).

 

¿Y tú, querido Jerónimo, no eres feliz, muy feliz después de lo vivido esta noche? ¿Ha entrado en tu corazón la caridad? ¿Has sentido el Fuego del amor de Dios en tu alma? ¿Ves el giro que has dado en un instante? ¿Estás dispuesto a seguir adelante con lo que has experimentado? ¿Puedes decir que empieza un nuevo período en tu vida? ¿Tienes ganas de volver a llenarte de esa caridad que va a empezar a transformar tu corazón? ¿Das gracias a Dios? ¿Empiezas a amarlo con más fuerza aún? ¿Te sientes más seguro? ¿Te abres del todo a Dios? ¿Te unes a mí en esta noche? ¿Quieres que los dos nos quedemos hablando de las maravillas que hemos vivido cada uno? Para ti esta noche de 2023 será para siempre la noche de la Adoración, y para mí, aquella noche de 1886, es la noche de la Navidad” (Te conozco y te quiero mucho. Autobiografía de Santa Teresa del Niño Jesús, pp. 131-135).

 

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