Populismo y quimioterapia
El populismo es la aspirina efervescente de la política. Ambos tienen un efecto, si no placebo, al menos limitado. La aspirina acaba con el dolor de la cabeza, pero no con el tumor que lo produce. El populismo acaba con la riqueza, pero no con la injusticia social. Frente a la aspirina se yergue la quimioterapia y frente al populismo la libertad. De la mezcla de aspirina y populismo surge la asociación para la defensa de la sanidad pública de Aragón, que rechaza una donación millonaria de Amancio Ortega al sistema hospitalario baturro porque considera que la financiación del material contra el cáncer debe corresponder en exclusiva a las administraciones públicas. Obvia que como éstas se financian de las aportaciones a la seguridad social al final los que pagarían el aparato de radiología serían los empleados de Zara.
Imagino que los miembros de la asociación no han tenido nunca un apuro económico, porque de haberlo tenido sabrían lo que se agradece un donativo a fondo perdido. Venga de donde venga. Si sobre el domicilio de uno de ellos pende un embargo hipotecario, ¿le haría ascos a una donación del máximo accionista de Inditex? El afectado puede argüir que la Constitución establece el derecho a una vivienda digna, y tiene razón, pero como no acepte la ayuda privada tendrá que despedirse de las escrituras del piso. Por lo mismo, rechazar el dinero de Ortega es dejar el camino expedito a las células cancerígenas por una cuestión ideológica, ya que para esta gente morir de pie es mejor que vivir de rodillas. Siempre que el que muera sea otro, claro.
El populismo debería de preguntarle al enfermo de cáncer si prefiere morir de pie a vivir de rodillas. Para el populismo, vivir de rodillas es someterse a la generosidad del rico Ortega, pero para el paciente con leucemia el rico Ortega es la solución a sus males, que requieren un tratamiento de choque en lugar de un discurso sobre el modelo de financiación. Exigir que la sanidad pública se abastezca sólo de fondos públicos es tan absurdo como rechazar la ayuda en carretera de una grúa que no sea municipal. O, peor aún, es como si en una hipotética boda por lo civil entre Pablo Iglesias e Irene Montero los recién casados sólo aceptaran regalos de los invitados que son funcionarios.
Imagino que los miembros de la asociación no han tenido nunca un apuro económico, porque de haberlo tenido sabrían lo que se agradece un donativo a fondo perdido. Venga de donde venga. Si sobre el domicilio de uno de ellos pende un embargo hipotecario, ¿le haría ascos a una donación del máximo accionista de Inditex? El afectado puede argüir que la Constitución establece el derecho a una vivienda digna, y tiene razón, pero como no acepte la ayuda privada tendrá que despedirse de las escrituras del piso. Por lo mismo, rechazar el dinero de Ortega es dejar el camino expedito a las células cancerígenas por una cuestión ideológica, ya que para esta gente morir de pie es mejor que vivir de rodillas. Siempre que el que muera sea otro, claro.
El populismo debería de preguntarle al enfermo de cáncer si prefiere morir de pie a vivir de rodillas. Para el populismo, vivir de rodillas es someterse a la generosidad del rico Ortega, pero para el paciente con leucemia el rico Ortega es la solución a sus males, que requieren un tratamiento de choque en lugar de un discurso sobre el modelo de financiación. Exigir que la sanidad pública se abastezca sólo de fondos públicos es tan absurdo como rechazar la ayuda en carretera de una grúa que no sea municipal. O, peor aún, es como si en una hipotética boda por lo civil entre Pablo Iglesias e Irene Montero los recién casados sólo aceptaran regalos de los invitados que son funcionarios.
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