Mayo, mes de primeras comuniones
por Canta y camina
Estamos terminando el mes de Mayo, mes de primeras comuniones.
El día de la Primera Comunión es muy especial: la primera es sólo una.
Por eso los niños están tan excitados. Se han estado preparando durante 2 ó 3 años con una catequesis semanal; han empezado a ir a misa los domingos (o han seguido yendo si ya era una práctica habitual en su familia); ponen más cuidado en portarse bien y no hacer ningún pecadillo para tener el alma bien limpia para recibir a Jesús… ¡realmente es un acontecimiento!
Y todo lo que rodea ese hecho, que el niño o la niña va a comulgar por primera vez, es motivo de celebración.
Pero no nos despistemos, no nos centremos en la celebración y olvidemos qué estamos celebrando.
No pongamos toda nuestra atención y energía sólo en que la fiesta sea un éxito, que por supuesto hay que hacerlo, sino en si nuestro hijo, hija, sobrino, sobrina, ahijado, ahijada…. está bien preparado/a para dar ese paso.
¿Es consciente de lo que va a pasar? ¿Entiende por qué es tan especial ese día? ¿Comprende por qué su familia celebra un fiestón porque ha comulgado por primera vez?
Seguramente sí; los niños son sencillos, transparentes y descomplicados. Las cosas de Dios las entienden sin dificultad. Por algo dice Jesús en el Evangelio: “ En verdad os digo que si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos.” Mt 18, 3. Y “Guardaos de despreciar a uno de estos pequeñuelos, porque yo os digo que sus ángeles en los cielos están continuamente en la presencia de mi Pare que está en los cielos.” Mt 18, 10.
Yo tenía 6 años cuando hice la primera comunión y todavía recuerdo el pedazo de fiesta que me dieron. Fue en casa.No sé cuántas personas éramos pero había 3 fiestas: una para adultos, otra para jóvenes y otra para niños. Mis hermanos se quedaron sin manos rellenando medias noches y sin pulmones inflando globos. Porque mi fiesta fue en casa. Fue …. ¡indescriptible!
Pero también recuerdo lo contenta que estaba porque por fin iba a comulgar. Nada me distrajo de eso. Es lo que tienen los niños, Dios para ellos no es complicado.
Disfruté mucho de tener un vestido de primera comunión, de recibir un montón de regalos, de tener una merendola y una tarde de fiesta y juegos y chuches a mogollón. Pero lo mejor había pasado antes, durante la misa: Jesús por fin había venido a mí.
Bien, volvemos a donde estábamos, el niño/a sabe de qué va. ¿Y nosotros? ¿Sabemos lo que va a pasar o se nos ha olvidado? ¿Recordamos lo que es comulgar, lo que es la misa, la Eucaristía? ¿Estamos de verdad celebrando que ese niño/a va a recibir dentro de sí a Cristo? ¿O estamos de fiesta sin saber por qué?
Podemos “estar” de primera comunión o “participar” de la primera comunión. De nosotros depende.
“Estar” significa que nos acicalamos bien, vamos a la peluquería, nos compramos ropa nueva y todo lo que haga falta porque la ocasión lo merece y no se puede ir de cualquier manera. Es verdad.
“Estar” significa que puede que lleguemos a la misa o no, que puede que entremos o nos quedemos fuera con los niños pequeños para que no den guerra. O fumando. O esperando a que termine para irnos a comer, o a merendar o a cenar.
“Participar” es otra cosa mucho más interesante. Según el diccionario de la RAE significa “tomar parte en algo. Recibir una parte de algo.”
“Participar” significa que compartimos cosas con los niños que hacen su Primera Comunión:
-a Jesús Eucaristía, si estamos preparados: en gracia de Dios y habiendo guardado el ayuno eucarístico.
-la ilusión por tener a Jesús vivo en mí.
-la alegría de estar unido en la fe de una forma más concreta y personal con toda la Iglesia.
-el gozo inmenso de casi casi estar en la Última Cena en primera fila.
Porque Él dijo “Haced esto en memoria mía” Lc 22,19 y la misa no es sólo un recuerdo emotivo de algo que pasó sino la renovación del sacrifico de Cristo en la cruz: vuelve a pasar aunque incruentamente, así que podemos decir que estamos allí en primera fila.
Y por supuesto participamos de la fiesta con muchas ganas y dispuestos a pasarlo muy bien. Y nos alegramos de ver a personas que no vemos habitualmente, y disfrutamos de una comida o cena especial, y de ver al niño/a abrir sus regalos con los ojitos brillantes de expectación…
También participamos de todo eso porque participar es precisamente tomar parte en algo, recibir una parte de algo.
Y tomar parte y recibir el cuerpo de Cristo nos une como familia de Dios que somos y nos hace compartir la alegría de esos niños y de toda la Iglesia que entiende lo que es comulgar.
Porque en la comunión pasa una cosa curiosa: cuando compartes el cuerpo y la sangre de Cristo en vez de recibir una parte pequeña, que es lo que pasa cuando se reparte algo entre muchos, lo recibes todo para ti.
¿Tienes una primera comunión? ¡Pues no estés, participa!