Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio (Mc 1, 40-45)

No lo digas a nadie... sé humilde.

por La divina proporción

Ser humildes y no buscar relevancia social. Esto parece un contrasentido hoy en día. Todos andamos buscando la postura que nos haga parecer más aparentes y superiores. Nos cuesta dejar a un lado la posición social en la que podamos ser vistos por los demás. Nadie está libre de la culpa de la soberbia que viene implícita en nuestra naturaleza caída. En el Evangelio de hoy, San Marcos nos relata cómo un leproso es curado y no se resiste a ser el centro de atención de todos. Como consecuencia, el Señor se encuentra con dificultades para moverse y dar testimonio.

[Cristo actuó ] Como si dijera: No es tiempo ahora de publicar mi obra, ni necesito que tú la divulgues. De este modo nos enseña a no buscar la honra entre los hombres como retribución por nuestras obras. "Pero ve, prosigue, y preséntate al príncipe de los sacerdotes". El Salvador lo manda al sacerdote para que testifique la curación y para que no estuviera más fuera del templo, pudiendo orar en él con los demás. Lo mandó también para cumplir con lo prescrito por la ley, y para acallar la maledicencia de los judíos. Así pues, completó la obra mandándoles la prueba de ella. (San Crisóstomo. Tomado de Catena Aurea Mc 1, 40-54)

¿Por qué fue la publicidad fue un problema para Cristo? Hoy en día nos parece una locura no dar noticia de lo que hacemos a los medios de comunicación para que nos saquen en las portadas y nos rindan honores humanos. Cristo no está con nosotros para ser un líder de marketing, sino para señalarnos sus pisadas, para invitarnos a seguirlo, para dejar claro que debemos negarnos a nosotros mismos. 

Cuando las muchedumbres se agolpan para ser curadas y atendidas, el centro deja de ser Cristo, la Palabra, la Piedra Angular. Nosotros nos ponemos como centro y rechazamos todo lo que no sea ser atendidos a nuestras necesidades humanas. ¿Esto es lo que quiere el Señor? Es evidente que Cristo obró muchos milagros, pero curaba sin buscar postureo mediático. El mayor de los milagros no fue resucitar a personas fallecidas, sino liberar almas encadenadas a la mundanidad y ponerlas al servicio de la Voluntad de Dios. 

Ahora mirémonos a nosotros mismos, a la Iglesia y a la sociedad donde vivimos. ¿Vivimos encadenados a la relevancia social? ¿Somos capaces de hacer la Voluntad de Dios sin buscar ser reconocidos y "adorados"? Pidamos que el Señor obre el milagro del leproso en nuestro enfermo corazón y no caigamos en el mismo error del leproso. Demos testimonio de Dios, no de nosotros mismos. 

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