Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Del dominico español Miguel de Benavides, fundador de la primera universidad de Asia

por En cuerpo y alma

 
 
            Hoy les traigo a estas páginas otro de esos personajes que de haber tenido la suerte (desde el punto de visto historiográfico) de haber nacido inglés, francés o norteamericano, sería el protagonista de varias biografías, de varias novelas y de alguna que otra película. Siendo como es español, casi ni en la Wikipedia aparece.
 
            Se trata de Miguel de Benavides. Miguel nace en Carrión de los Condes, en la provincia de Palencia, en 1550, en el seno de una familia de recio abolengo. A los diecisiete años de edad ingresa en el convento de San Pablo, de Valladolid, como postulante en la Orden Dominicana, en el que recibirá el hábito dominico e iniciará los estudios de Artes. Más adelante, se traslada al Colegio Universitario de San Gregorio, también en Valladolid, y se ordena sacerdote. Hacia 1588 pasa al Real Convento de Santo Tomás en Ávila, donde ejerce de Maestro de Estudiantes.
 
            Como tantos dominicos españoles del momento, Miguel siente la llamada de la misión y en 1586, a los treinta y seis años de edad, y junto con otros cuarenta religiosos, se embarca en Cádiz rumbo a las Filipinas. En la necesaria escala mejicana, más de la mitad de sus compañeros desisten de continuar, y sólo dieciocho, entre los cuales él, lo culminan: tres de ellos rumbo a China, los otros quince rumbo a Filipinas.
 
            Una vez en Manila a Benavides se le asigna la misión entre la gran colonia de chinos establecida en la ciudad. Dotado para las lenguas, Benavides aprende el tagalo y el chino, traduce al chino el Catecismo y elabora un diccionario chino-tagalo-español. Participa en la construcción del Hospital de San Gabriel para chinos.
 
            En 1590, con el padre provincial Juan de Castro, nuestro dominico se embarca para Fujian, en China. Apresados en Xiamén, para sorpresa de todos Benavides se expresa en correctísimo chino ante sus captores, lo que aunque le salva de pena mayor, no le exime de ser devuelto a Manila, donde se implicará en la construcción de la incipiente catedral.
 
            En 1591, con el primer obispo de Manila, Domingo de Salazar, Benavides vuelve a España, donde dan cuenta al Consejo de Indias y al rey Felipe II de los abusos de las autoridades contra los nativos filipinos y reclutan voluntarios para las islas. Fruto de sus esfuerzos, el Papa Clemente VIII concede la creación de tres nuevas diócesis en el archipiélago asiático, Nueva Cáceres, Cebú y Nueva Segovia, de la que, con sede en Vigán, preciosa ciudad al norte de las islas, la más española de todas las filipinas, declarada en 1999 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es consagrado primer obispo. Allí escribe su “Relación de Don Fray Miguel de Benavides, Obispo de la nueua Segouia en las Islas Philipinas, del estado de la fe de su Obispado, y de la marauillosa conuersion a la mesma fe de aquellas Prouincias”.
 
            En 1598 fallece el arzobispo de Manila, Ignacio Santibáñez, y Benavides es elegido tercer obispo de Manila. Defiende ante el Rey y ante el Papa la fundación de un colegio, para la que donará una importante cantidad monetaria así como la vasta biblioteca que ha venido atesorando en estos años: son los primeros pasos de una universidad que será no sólo la primera de las Filipinas, sino la primera y más antigua de todo Asia. No podrá hacer mucho más, pues el 26 de julio de 1605, a la edad no poco temprana de cincuenta y cinco años, el fraile dominico y arzobispo de Manila entrega la vida.
 
            Seis años después, el 28 de abril de 1611, siendo arzobispo de Manila Diego Vázquez de Mercado, y gracias a los trabajos del también dominico Bernardo de Santa Catalina, llega la ordenanza del Rey de España Felipe III que permite la fundación de la institución con el nombre de Colegio de Nuestra Señora del Santísimo Rosario, luego Colegio de Santo Tomás. Treinta y cuatro años después, el Papa Inocencio X le otorga el rango de Universidad. En 1680, la Corona la pone bajo su patronazgo, y un año después, el Papa Inocencio XI la declara Universidad Pública de Estudios Generales, ampliando el rango de titulaciones. En 1734, el Papa Clemente XII la habilita a preparar todas las carreras existentes, extendiendo la autorización a las que puedan aparecer en el futuro.
 
            La participación de la Universidad con cuatro unidades de cuatrocientos alumnos y profesores en la defensa de Manila contra los ingleses en 1762, le gana el título de “Real Universidad” que le otorgará Carlos III. Y en 1902, cuando ya las Filipinas han dejado de ser españolas, el Papa León XIII le concede el título de “Pontificia”, lo que la convierte en la segunda universidad del mundo en portar semejante denominación, sólo después de la Gregoriana de Roma, que lo había hecho en 1873.
 
            En toda su larga peripecia, la Universidad sólo interrumpirá las clases en dos momentos: en 1898, con motivo de la guerra hispano-norteamericana, con el consabido y desgraciado final de la misma, y entre 1942 y 1945, convertida en campo de concentración, durante la ocupación japonesa del archipiélago. Durante su más que cuatro veces centenaria vida, ha recibido la visita de nada menos que tres pontífices, Pablo VI, Juan Pablo II y Francisco. Hoy, con el nombre de Universidad Católica de Filipinas que le otorgara Pío XII en 1947, constituye la más grande universidad católica del mundo y la que tiene mayor número de estudiantes.
 
            Y bien amigos, sin más por hoy, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
 
 
            ©L.A.
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