Los cinco sentidos de la penitencia
Los católicos hemos iniciado la Cuaresma el pasado miércoles, tiempo de conversión interior, de repensar nuestra orientación vital, de afianzar nuestros buenos hábitos y reconducir los equivocados. La tradición cristiana recomienda basar ese periodo de purificación interior en tres pilares: la oración, la penitencia y la limosna. Hoy voy a detenerme en la segunda.
Parece obvio que todos los seres humanos buscamos la felicidad. A simple vista, el sacrificio es un obstáculo a la satisfacción vital, sobre todo si hemos identificado la felicidad con el placer, que en realidad solo es una felicidad condensada y, generalmente, efímera. El sacrificio implica aceptar lo que no queremos (enfermedad, contrariedades, padecimientos físicos o morales), o incluso buscarlo activamente: eso es lo que los cristianos llamamos penitencia (también se usan otras expresiones como mortificación o renuncia). De entrada, parece que buscar el sacrificio voluntariamente sería una deformación mental. Nada más lejos del cristianismo que la búsqueda enfermiza del dolor por sí mismo. Para nosotros, la penitencia es un medio para otras cosas, no un fin en sí mismo. No somos los únicos que hacemos penitencia. Hay muchas personas que renuncian a cosas que les apetecen por otras muchas razones. Ahí los cinco enfoques que dan título a esta entrada:
1. Penitencia enfermiza, quien encuentra placer en el dolor per se. Estos serian los que llamamos masoquistas, una postura difícilmente explicable.
2. Penitencia estética: cuando se renuncia a ciertas comidas o bebidas porque engordan o se realizan ejercicios extenuantes para adelgazar simplemente para que nuestro cuerpo sea admirado por otros. Aquí podríamos incluir a buena parte de los clientes de los gimnasios.
3. Penitencia terapeútica: quien sacrifica una comida o una bebida que le apetece por que contraviene su salud, por ejemplo un diabético que le gusten mucho los dulces.
4. Penitencia filantrópica: quien prescinde de sus propios gustos para complacer o ayudar a otra persona a quien quiere. Hay magníficos ejemplos de altruismo en esta postura, desde los desvelos de una madre por sus hijos enfermos, hasta quien dedica su vida a la asistencia de enfermos o de personas sin hogar.
5. Penitencia espiritual: sin negar los significados nobles de las anteriores formas de penitencia, sería ésta la que pretende mejorar nuestras disposiciones espirituales, fortaleciendo nuestro carácter (quien no sabe decirse que no, difícilmente alcanzará ninguna meta), y orientando nuestras intenciones hacia Dios. Esto es común a todas las grandes religiones, que cuentan con el sacrificio (literalmente "hacer sagrado") para el progreso espiritual. En el caso del cristianismo, ese sacrificio adquiere una relevancia especial en la unión espiritual con Jesús, quiso sufrir por nuestra salvación, mostrando el valor redentor de la penitencia, siempre que esté unida a la Cruz de Cristo.
Como vemos, hacer penitencia no es exclusiva del cristianismo, hay muchas personas que se sacrifican por diversas razones. Para un cristiano, los sacrificios tienen un sentido mucho más profundo, que también ayuda a concretarlos. Son un buen compañero de la Cuaresma, un periodo de especial gracia y significado, que ojalá deje este año en nuestra vida un surco fecundo.
Parece obvio que todos los seres humanos buscamos la felicidad. A simple vista, el sacrificio es un obstáculo a la satisfacción vital, sobre todo si hemos identificado la felicidad con el placer, que en realidad solo es una felicidad condensada y, generalmente, efímera. El sacrificio implica aceptar lo que no queremos (enfermedad, contrariedades, padecimientos físicos o morales), o incluso buscarlo activamente: eso es lo que los cristianos llamamos penitencia (también se usan otras expresiones como mortificación o renuncia). De entrada, parece que buscar el sacrificio voluntariamente sería una deformación mental. Nada más lejos del cristianismo que la búsqueda enfermiza del dolor por sí mismo. Para nosotros, la penitencia es un medio para otras cosas, no un fin en sí mismo. No somos los únicos que hacemos penitencia. Hay muchas personas que renuncian a cosas que les apetecen por otras muchas razones. Ahí los cinco enfoques que dan título a esta entrada:
1. Penitencia enfermiza, quien encuentra placer en el dolor per se. Estos serian los que llamamos masoquistas, una postura difícilmente explicable.
2. Penitencia estética: cuando se renuncia a ciertas comidas o bebidas porque engordan o se realizan ejercicios extenuantes para adelgazar simplemente para que nuestro cuerpo sea admirado por otros. Aquí podríamos incluir a buena parte de los clientes de los gimnasios.
3. Penitencia terapeútica: quien sacrifica una comida o una bebida que le apetece por que contraviene su salud, por ejemplo un diabético que le gusten mucho los dulces.
4. Penitencia filantrópica: quien prescinde de sus propios gustos para complacer o ayudar a otra persona a quien quiere. Hay magníficos ejemplos de altruismo en esta postura, desde los desvelos de una madre por sus hijos enfermos, hasta quien dedica su vida a la asistencia de enfermos o de personas sin hogar.
5. Penitencia espiritual: sin negar los significados nobles de las anteriores formas de penitencia, sería ésta la que pretende mejorar nuestras disposiciones espirituales, fortaleciendo nuestro carácter (quien no sabe decirse que no, difícilmente alcanzará ninguna meta), y orientando nuestras intenciones hacia Dios. Esto es común a todas las grandes religiones, que cuentan con el sacrificio (literalmente "hacer sagrado") para el progreso espiritual. En el caso del cristianismo, ese sacrificio adquiere una relevancia especial en la unión espiritual con Jesús, quiso sufrir por nuestra salvación, mostrando el valor redentor de la penitencia, siempre que esté unida a la Cruz de Cristo.
Como vemos, hacer penitencia no es exclusiva del cristianismo, hay muchas personas que se sacrifican por diversas razones. Para un cristiano, los sacrificios tienen un sentido mucho más profundo, que también ayuda a concretarlos. Son un buen compañero de la Cuaresma, un periodo de especial gracia y significado, que ojalá deje este año en nuestra vida un surco fecundo.
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