Recuperar la alegría
Me comentó hace años un amigo especialista en filología clásica que la palabra “entusiasmo” proviene del griego enthousiasmós, que puede traducirse por rapto o posesión divina. En definitiva, estar entusiasmado es estar “lleno de Dios”. Me parece que es un buen título para mostrar una de las dimensiones del cristianismo que quizá los propios cristianos no consideramos con la frecuencia que deberíamos. Como una modesta contributión a repensar esa dimensión, acabo de publicar una nueva versión de un libro que saqué a la luz hace seis años en una editorial norteamericana, y que ahora adapto al lector español y actualizo. Aunque pueda parecer poco elegante hacerlo, me permito recomendaros a todos la lectura de esta obra: Entusiasmate. Diez hitos para encontrar la alegría que publica la editorial Digital reasons.
Entusiasmarse no es fruto de un placer pasajero, sino de algo mucho más permanente porque quien se llena de Dios ha encontrado la verdadera raíz de la alegría, una alegría duradera que resiste los embates de las tormentas y los terremotos de la vida. No es casualidad que el papa Francisco haya relacionado directamente con la alegría sus tres principales escritos: Laudato si, Evangelii Gaudium y Amoris laetitia. En fin, la alegría es inseparable de quien tiene un sentido en su vida, de quien ancla ese sentido sobre Dios, quien es Amor permanente, en realidad el único propiamente Permanente.
Este libro se dirige tanto a quienes consideran la fe como una referencia firme de sus vidas, como a los que tienen una imagen un tanto diluida, o quizá olvidada en el baúl de la adolescencia, de la figura de Jesucristo, del meollo de la fe, de sus consecuencias prácticas. Mi mayor entusiasmo será saber que a ambos potenciales lectores ha servido su lectura, a algunos quizá para reflexionar sobre esa fe apagada, a otros para disfrutar más plenamente esa alegría de la fe y para comunicarla a quienes les rodean.
Entusiasmarse no es fruto de un placer pasajero, sino de algo mucho más permanente porque quien se llena de Dios ha encontrado la verdadera raíz de la alegría, una alegría duradera que resiste los embates de las tormentas y los terremotos de la vida. No es casualidad que el papa Francisco haya relacionado directamente con la alegría sus tres principales escritos: Laudato si, Evangelii Gaudium y Amoris laetitia. En fin, la alegría es inseparable de quien tiene un sentido en su vida, de quien ancla ese sentido sobre Dios, quien es Amor permanente, en realidad el único propiamente Permanente.
Este libro se dirige tanto a quienes consideran la fe como una referencia firme de sus vidas, como a los que tienen una imagen un tanto diluida, o quizá olvidada en el baúl de la adolescencia, de la figura de Jesucristo, del meollo de la fe, de sus consecuencias prácticas. Mi mayor entusiasmo será saber que a ambos potenciales lectores ha servido su lectura, a algunos quizá para reflexionar sobre esa fe apagada, a otros para disfrutar más plenamente esa alegría de la fe y para comunicarla a quienes les rodean.
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