Concilio y Eurovisión

Nací con el concilio Vaticano II, así que no añoro la misa en latín. Nací con Eres tú, de Mocedades, así que añoro Eurovisión. Por mi entonces tierna edad  -si es que los niños de los setenta hemos sido tiernos alguna vez- no recuerdo la victoria de Massiel ni el empate a cuatro de Salomé. Tengo un vago recuerdo de la actuación de Peret y sus gitanos y uno nítido de la de Betty Missiego y sus criaturas. Más que nada porque quedó segunda con el portero ya batido. Su canción sacaba un punto de ventaja a la israelí y sólo quedaba por votar España, que para disgusto mío dio la máxima nota a los sionistas.  A punto estuve de alistarme en la OLP.
También recuerdo la de José Vélez, que es al que quería llegar, porque abrió la puerta a la contaminación acústica derivada de la invasión de vocablos extranjeros en las canciones de la marca España. Claro que su voulez-vous danser avec moi?, ¿quieres que bailemos un vals?, parece compuesta por Rafael de León al lado de la canción elegida este año para el próximo festival de Eurovisión, que mezcla el inglés con el castellano, dos idiomas antagónicos, el aceite y el agua de las lenguas. Y pocos, fuera de la RAE, han criticado la opción escogida. En lo que se nota el éxito de la colonización lingüística anglosajona. Y el doble rasero de la opinión pública. Imaginen si al jurado le da por elegir una canción en vasco. La que se arma, pues.
Esto pasa por socializar la cultura. Si echo de menos a José Luis Uribarri y al maestro Ibarbia no es porque me haga viejo, sino porque la moda asamblearia no estaba presente en los tiempos en los que Eurovisión era como los partidos del Madrid, algo serio. Ahora que no lo es, el público tiene voz y voto. Y el público, por lo general, nunca tiene razón. Un ejemplo: el concierto para piano número 23 en La mayor de Mozart cuenta con 72.000 visitas en You Tube, mientras la coreografía de  La Ramona, de Fernando Esteso, ha sido vista por casi 2 millones. Y así en todos los campos. Estoy convencido de que si las estrellas de la guía Michelín fueran otorgadas por la clientela española ya tendría la tercera el que el asó la manteca.