El escándalo de la desunión
¿Han confesado este pecado, prelados, presbíteros, políticos, periodistas, empresarios, escritores, editores? Pecado mortal que acabará con su alma en el abismo de la Gran Tiniebla tras la Segunda Muerte. Ustedes verán lo que hacen y deshacen, fariseos, raza de víboras.
"Ay de quien escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar"
Mi mujer es pequeña y sencilla. Por lo tanto, le han sido revelados los secretos del Reino, porque al Padre así le ha parecido bien.
Mi mujer se lamenta, casi llorando -y en este "casi" cabe todo el dolor humano que precede a las lágrimas: el dolor cotidiano, el dolor sin pena ni gloria-.
-Lo que más le duele a Jesús son las peleas entre hermanos. Lo que más duele a una madre es también que sus hijos estén peleados, que no se hablen, o peor aún: que se odien. No entiendo por qué un grupo de católicos critica a otro, por qué se traicionan, por qué no se unen. Mira, tantos medios: Religión en Libertad, Infocatólica, Infovaticana, la COPE, 13 TV, Alfa y Omega, las revistas del Opus Dei, de los Jesuitas, de los Salesianos, los sacerdotes nacionalistas, los sacerdotes que predican y no entiendes nada, los sacerdotes que no predican, los que se meten con el Papa, los que lo defienden, los que...
-Es la condición humana -le digo.
-Ya lo sé, no soy tan tonta.
-No eres tonta.
-Sí, pero me da igual. Solo habláis de lo humano. También somos hijos de Dios, ¿no? Quiero decir que somos divinos.
-Por adopción, sí, claro.
-Por lo que quieras, pero lo somos. Dan mucha pena todas estas peleas, porque Jesús vino a sacarnos de eso que tú llamas "condición humana". ¿Resucitar es humano?
-No, no.
-Pues la única vez que he sentido a Jesús preocupado y suplicante es cuando dijo "que todos sean uno". Y lo puso como condición para que el mundo crea.
-También suplicaba en Getsemaní.
-No, ahí temblaba de miedo y de angustia, y sudaba sangre. Suplicar es poco. Seguro que gritaba de espanto ante lo que se le venía encima. Seguro, seguro.
-Dan mucha pena las peleas entre católicos. Entre cristianos. Mucha pena.
Hay poco que añadir.
Quizás la Orden que mejor ilustra el lamento de mi mujer es la franciscana, precisamente porque San Francisco era casi otro Cristo.
Era tan Cristo que fue traicionado y su legado dividido y los odios duran hasta hoy.
Pero no entraré en detalles históricos, sobre Felipe II, Juan de Capistrano o el padre Elías.
Es lamentable y es un escándalo para las almas sencillas.
La falta de unión entre católicos merecería dos cosas:
-Una huelga de hambre o un ayuno colectivo por la unidad, empezando por los servidores de los fieles, los obispos y los curas.
-Un esfuerzo por escuchar al otro, en el sentido latino: ob audire, que es la base etimológica de obedecer. Ponerse en los zapatos del otro con la voluntad de obedecer lo que escuchamos atentamente.
San Nicolás de Flüe, padre de familia y ermitaño penitente, en su carta al consejo de la ciudad de Berna (1482) nos dice de qué depende la paz: «... obediencia es el mayor honor en el cielo y en la tierra, por eso debéis aspirar a ser obedientes... la paz está siempre en Dios porque Dios es la paz.». La paz no se puede ordenar.
Es un regalo. Los conflictos sólo se pueden solucionar en pleno respeto mutuo (ser obedientes). No hay paz sin justicia. Por eso, ésta apela a lo más profundo en el hombre y pide nuestro mayor esfuerzo. La paz se basa finalmente en el «ser unido», en el ser uno con Dios.
San Nicolás de Flüe evitó así una guerra civil en Suiza y es considerado el padre de la unidad política helvética, unidad en la diversidad como ninguna otra.
Es venerado por católicos y protestantes.
Incluso por teólogos modernos como Karl Barth.
Es posible la paz. Es posible la unidad.
Por favor, a quienes corresponda: olviden la hoz, el martillo, el yunque, los clavos, las astillas, los latigazos, los insultos, las bofetadas, el desprecio, la ignorancia, la falta de fe y de amor. Todo eso ya lo sufrió Cristo por nosotros.
No hagan, no hagamos, estéril su Sacrificio.
Coda: Y no intenten arreglarlo creando un nuevo partido político, porque esto es un parche. Unan fuerzas y medios. Y después, solo después, métanse en política.
No soy tan ingenuo como mi mujer, aunque me he hecho el bobo -como los viejos guardias civiles- muchísimas veces. Y como no soy tan ingenuo sé que en el fondo de sus corazones sienten remordimientos: pacifíquense. Y después, solo después, hagan declaraciones.
"Ay de quien escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar"
Mi mujer es pequeña y sencilla. Por lo tanto, le han sido revelados los secretos del Reino, porque al Padre así le ha parecido bien.
Mi mujer se lamenta, casi llorando -y en este "casi" cabe todo el dolor humano que precede a las lágrimas: el dolor cotidiano, el dolor sin pena ni gloria-.
-Lo que más le duele a Jesús son las peleas entre hermanos. Lo que más duele a una madre es también que sus hijos estén peleados, que no se hablen, o peor aún: que se odien. No entiendo por qué un grupo de católicos critica a otro, por qué se traicionan, por qué no se unen. Mira, tantos medios: Religión en Libertad, Infocatólica, Infovaticana, la COPE, 13 TV, Alfa y Omega, las revistas del Opus Dei, de los Jesuitas, de los Salesianos, los sacerdotes nacionalistas, los sacerdotes que predican y no entiendes nada, los sacerdotes que no predican, los que se meten con el Papa, los que lo defienden, los que...
-Es la condición humana -le digo.
-Ya lo sé, no soy tan tonta.
-No eres tonta.
-Sí, pero me da igual. Solo habláis de lo humano. También somos hijos de Dios, ¿no? Quiero decir que somos divinos.
-Por adopción, sí, claro.
-Por lo que quieras, pero lo somos. Dan mucha pena todas estas peleas, porque Jesús vino a sacarnos de eso que tú llamas "condición humana". ¿Resucitar es humano?
-No, no.
-Pues la única vez que he sentido a Jesús preocupado y suplicante es cuando dijo "que todos sean uno". Y lo puso como condición para que el mundo crea.
-También suplicaba en Getsemaní.
-No, ahí temblaba de miedo y de angustia, y sudaba sangre. Suplicar es poco. Seguro que gritaba de espanto ante lo que se le venía encima. Seguro, seguro.
-Dan mucha pena las peleas entre católicos. Entre cristianos. Mucha pena.
Hay poco que añadir.
Quizás la Orden que mejor ilustra el lamento de mi mujer es la franciscana, precisamente porque San Francisco era casi otro Cristo.
Era tan Cristo que fue traicionado y su legado dividido y los odios duran hasta hoy.
Pero no entraré en detalles históricos, sobre Felipe II, Juan de Capistrano o el padre Elías.
Es lamentable y es un escándalo para las almas sencillas.
La falta de unión entre católicos merecería dos cosas:
-Una huelga de hambre o un ayuno colectivo por la unidad, empezando por los servidores de los fieles, los obispos y los curas.
-Un esfuerzo por escuchar al otro, en el sentido latino: ob audire, que es la base etimológica de obedecer. Ponerse en los zapatos del otro con la voluntad de obedecer lo que escuchamos atentamente.
San Nicolás de Flüe, padre de familia y ermitaño penitente, en su carta al consejo de la ciudad de Berna (1482) nos dice de qué depende la paz: «... obediencia es el mayor honor en el cielo y en la tierra, por eso debéis aspirar a ser obedientes... la paz está siempre en Dios porque Dios es la paz.». La paz no se puede ordenar.
Es un regalo. Los conflictos sólo se pueden solucionar en pleno respeto mutuo (ser obedientes). No hay paz sin justicia. Por eso, ésta apela a lo más profundo en el hombre y pide nuestro mayor esfuerzo. La paz se basa finalmente en el «ser unido», en el ser uno con Dios.
San Nicolás de Flüe evitó así una guerra civil en Suiza y es considerado el padre de la unidad política helvética, unidad en la diversidad como ninguna otra.
Es venerado por católicos y protestantes.
Incluso por teólogos modernos como Karl Barth.
Es posible la paz. Es posible la unidad.
Por favor, a quienes corresponda: olviden la hoz, el martillo, el yunque, los clavos, las astillas, los latigazos, los insultos, las bofetadas, el desprecio, la ignorancia, la falta de fe y de amor. Todo eso ya lo sufrió Cristo por nosotros.
No hagan, no hagamos, estéril su Sacrificio.
Coda: Y no intenten arreglarlo creando un nuevo partido político, porque esto es un parche. Unan fuerzas y medios. Y después, solo después, métanse en política.
No soy tan ingenuo como mi mujer, aunque me he hecho el bobo -como los viejos guardias civiles- muchísimas veces. Y como no soy tan ingenuo sé que en el fondo de sus corazones sienten remordimientos: pacifíquense. Y después, solo después, hagan declaraciones.
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