La solidaridad como deber
por Santiago Martín
Sin embargo, la interpretación que no pocos, en la práctica, dan a este pasaje evangélico es la contraria: basta con dar poco a la Iglesia, pues Jesús aplaudió incluso a la mujer que echaba una limosna pequeña. Así, al menos, se comportan buena parte de los católicos españoles, incluidos muchos de los que van a misa con regularidad. No creo que haya sido siempre así, a juzgar por los magníficos templos que hay incluso en los pueblos más pequeños y que fueron construidos en otras épocas donde no creo que hubiera más riqueza que ahora pero sí más fe y más generosidad. En cambio, en este momento, lo que prima entre los católicos es el consumismo y, claro, eso deja poco margen para la generosidad. En honor a la verdad, somos más solidarios que la media, pero aún así no lo somos lo suficiente. Es un hecho comprado reiteradamente que cuando un católicos se hace protestante, no duda en dar el diezmo a la nueva comunidad en la que se ha insertado, mientras que a la Iglesia le daba el mínimo o no le daba nada; quizá sea porque esas comunidades les dan más motivaciones para la generosidad o porque su fe está más fuerte que cuando era católico, pero el caso es que su desprendimiento es mucho mayor. Nosotros tenemos que plantearnos, pues, qué es lo que damos y por qué lo damos. Si somos conscientes de la deuda de agradecimiento que tenemos contraída con Cristo, no dudaremos en hacer lo que la viuda del Evangelio: dar no de lo que nos sobra sino incluso de lo necesario, dar en función de la necesidad del otro. Para hacerlo es imprescindible profundizar en los motivos de agradecimiento para con Dios y, a la vez, ahorrar de otras partes para poder socorrer a quien lo necesita.. El agradecimiento como motivación y la austeridad como estilo de vida nos conducirán a la generosidad, a preguntarnos todos los días si hemos hecho el bien posible o si, simplemente, nos hemos conformado con no hacer el mal. Y esto, para un cristiano, es claramente insuficiente.