Un puente para el cementerio
Este fin de semana ha salido con frecuencia en la conversación el puente laboral que varios de mis amigos tienen pensado tomar mañana. Parece que los dirigentes educativos tomaron esa decisión hace algunos meses y, claro está, cuando los colegios cierran casi todo cierra (a ver qué hacen los padres con sus hijos). Me llamó la atención la oportunidad de este puente, y esas conversaciones todos los justifican por aquello de que "en estos días hay que visitar los cementerios". Entonces, parece que el objeto de la vacante laboral es continuar una larga tradición que cifra en el 1 de
noviembre el momento para visitar las tumbas de familiares y amigos difuntos. En suma, que se trata de festividad de origen nítidamente católica, ya que el día coincide con la celebración litúrgica de la festividad de Todos los Santos, y naturalmente no tiene mucho sentido visitar un cementerio si no implica una cierta creencia en la inmortalidad del alma. Por esa razón, por los recuerdos que nos merecen quienes convivieron con nosotros, lo cementerios se llenen de las flores, como un pequeño regalo a quienes, como indican la mayor parte de las lápidas, "estarán siempre en nuestro recuerdo".
He visitado la página de distintas organizaciones del laicismo beligerante y no veo especiales quejas porque el Estado tenga la osadía de declarar fiesta laboral una conmemoración religiosa. Se ve que en materia de vacaciones el consenso es más sencillo que en otras cuestiones. De hecho, les guste o no les guste a los más ruidosos defensores del supuesto carácter laico del Estado (recordemos, una vez más, que el Estado español no es laico, sino no confesional, que es muy distinto), buena parte de nuestras festividades laborales son religiosas, por más que se quiera re-bautizar su sentido con ocurrencias más o menos ingeniosas: Navidad sería el solsticio de invierno; Semana Santa el estallido de la primavera, San José el día del padre y la Inmaculada quien sabe, tal vez la Venus de Milo.
En fin, una vez más tendremos que reconocer que nuestra historia y nuestra cultura tienen una raíz católica tan evidente que ignorarla es simplemente aumentar las posibilidades de no entender casi nada. Por eso, me parece especialmente relevante incluir la cultura religiosa como asignatura en los colegios. No estoy hablando de dar catequesis en los centros educativos (para eso están las parroquias), sino de explicar la historia, la liturgia y las costumbres cristianas, que son herramientas clave para entender manifestaciones diarias de nuestro espacio cultural, desde el lenguaje hasta los monumentos, pasando por nuestra mejor pintura o literatura. También para entender las festividades, como la del 1 de Noviembre, o acabaremos disfrazándolas -como ya ocurre con esta fiesta de todos los santos- de un esperpento exótico, más propio de otros países con mucha menos tradición cultural.
noviembre el momento para visitar las tumbas de familiares y amigos difuntos. En suma, que se trata de festividad de origen nítidamente católica, ya que el día coincide con la celebración litúrgica de la festividad de Todos los Santos, y naturalmente no tiene mucho sentido visitar un cementerio si no implica una cierta creencia en la inmortalidad del alma. Por esa razón, por los recuerdos que nos merecen quienes convivieron con nosotros, lo cementerios se llenen de las flores, como un pequeño regalo a quienes, como indican la mayor parte de las lápidas, "estarán siempre en nuestro recuerdo".
He visitado la página de distintas organizaciones del laicismo beligerante y no veo especiales quejas porque el Estado tenga la osadía de declarar fiesta laboral una conmemoración religiosa. Se ve que en materia de vacaciones el consenso es más sencillo que en otras cuestiones. De hecho, les guste o no les guste a los más ruidosos defensores del supuesto carácter laico del Estado (recordemos, una vez más, que el Estado español no es laico, sino no confesional, que es muy distinto), buena parte de nuestras festividades laborales son religiosas, por más que se quiera re-bautizar su sentido con ocurrencias más o menos ingeniosas: Navidad sería el solsticio de invierno; Semana Santa el estallido de la primavera, San José el día del padre y la Inmaculada quien sabe, tal vez la Venus de Milo.
En fin, una vez más tendremos que reconocer que nuestra historia y nuestra cultura tienen una raíz católica tan evidente que ignorarla es simplemente aumentar las posibilidades de no entender casi nada. Por eso, me parece especialmente relevante incluir la cultura religiosa como asignatura en los colegios. No estoy hablando de dar catequesis en los centros educativos (para eso están las parroquias), sino de explicar la historia, la liturgia y las costumbres cristianas, que son herramientas clave para entender manifestaciones diarias de nuestro espacio cultural, desde el lenguaje hasta los monumentos, pasando por nuestra mejor pintura o literatura. También para entender las festividades, como la del 1 de Noviembre, o acabaremos disfrazándolas -como ya ocurre con esta fiesta de todos los santos- de un esperpento exótico, más propio de otros países con mucha menos tradición cultural.
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