La imposibilidad de secularizarse por un rato
Lo decía un querido monje cartujo en uno de sus poemas, hablando de la insuficiencia del domingo cuando le entraban ganas de secularizarse por un rato. Secularizarse, en su caso, se trataba de tomarse ese tiempo de recreación personal que junto con la oración y el tiempo de comunidad, se tiene en muchas comunidades religiosas los domingos. El caso es que al final su alma de monje le tiraba más, y superada la “tentación” acababa el domingo más monje, si cabe, en su tiempo libre.
Algo así me pasa en el día de hoy; tras casi quince días casi sin tomarme un respiro entre Cursos Alpha, conferencias, artículos, visitas y encuentros, ayer no veía la hora de secularizarme por un rato y cambiar de registro por un par de días. Me acordaba de lo que en la parroquia inglesa Holy Trinity dicen que hay que evitar: el “church burn out” -que es algo así como el quemarse de tanto estar en la iglesia y sus actividades todo el día semana tras semana.
Y aunque razón tienen, y el equilibrio siempre es bueno, qué cierto es aquello que le decían los discípulos al Maestro: “¿a quién iremos, si sólo tú tienes palabras de vida eterna?” (Jn 6,68). Será por eso que me encuentro a estas horas con las manos en el teclado para actualizar el blog, pensando que en apenas un rato ya me ha dado tiempo de aburrirme y volver a las cosas de Dios.
No sé si a los lectores les pasará lo que a mí, el caso es que el domingo me resulta un día de lo más “insuficiente” cuando llega esta hora de la tarde en la que el día está ya vencido, y la inevitable semana venidera está por comenzar.
Al final todo nos devuelve a Dios y al domingo que hizo para santificar su nombre. Al igual que en el camino de la vida conforme pasan los años, en el domingo, conforme pasan las horas, a uno se le quita la tontería y se da cuenta de que lo que no le dé a Dios al final se le escapará, por aquello de la insuficiencia del domingo, que es como la insuficiencia de esta vida imperfecta que vivimos aquí en la Tierra.
Hoy celebramos a los santos, que supieron caminar por este mundo con la mirada puesta en el cielo y los pies apoyados en la Tierra. Mañana es el día de difuntos, que nos recuerda la esperanza a la que hemos sido llamados, y que estamos aquí de paso.
Y entre tanta escatología y transcendencia, al final de la jornada sólo queda lo que dimos, la vida que perdimos por El y las horas de contemplación acurrucados en el corazón de Dios a resguardo de las insolencias y sinsabores de este tiempo terreno, así como las veces que le tratamos en el hermano.
Entre tanto afán y tanta lucha, con la dureza del camino que nos recuerdan días como el de mañana a los que nos toca de cerca, sólo queda Dios, y toda secularización es imposible, porque en la hora de la verdad, sólo El tiene aquello que puede hacer de la vida un domingo eterno, en el que por fin veremos su gloria.