Más difícil convertir a un cristiano a la evangelización que a un ateo al cristianismo
Escribo desde Verona, donde hemos pasado el fin de semana dando una formación sobre cómo hacer el Curso Alpha a sacerdotes y laicos, primero de este tipo en Italia.
El encuentro ha sido organizado por la gente de la floreciente parroquia de Monseñor Renzo Bonetti, en Bovolone, que está sorprendiendo a Italia entera por el movimiento de Comunidades Familiares de Evangelización (CFE) que ha nacido en su seno hace siete años y se está esparciendo como la pólvora por Italia y comienza llegar a Suiza y a Francia.
Este humilde párroco de 66 años de una fuerza y una juventud parejas a su tremenda humildad, me acaba de dar la inspiración para escribir unos cuantos blogs en el tiempo que hemos compartido cenando en su rectoría, donde me acoge esta noche. No todos los días se ve uno obligado a dejar que un venerable y admirable monseñor como él te sirva la cena sin dejarte mover un dedo.
Don Renzo no es un párroco cualquiera, es el antiguo director de la Oficina de la Familia de la CEI (Conferencia Episcopal Italiana) la cual dejó para hacer de párroco en un pueblo de 15.000 habitantes y aunque nunca lo dirá, es el fundador de esta realidad evangelizadora que son las CFE, que no son un movimiento, sino todo un estilo nuevo de evangelizar a través de células domésticas, que se reúnen en casas en el seno de la parroquia.
Aunque no es el tema de este blog, creo que Dios está empezando a inspirar una Iglesia basada no tanto en los movimientos cuanto en realidades como esta de las CFE que nos llaman a retornar a una Iglesia estructurada en células muy pequeñas que de alguna manera la reconstruyen.
Lo que Don Renzo lleva en el corazón y en la boca es un ardor evangelizador y un sentido clarividente de la urgencia de esta tarea de acercarse a los alejados. Para él no existe verdadero amor a la Eucaristía si esta no nos empuja a la evangelización, y no he podido evitar preguntarle acerca de las ideas que me rondan y a veces expreso en este blog.
La identidad de la Iglesia, la razón última de la misma, no está en el mantenimiento de lo que ya tenemos, sino en la evangelización, como camino de una comunidad en movimiento hacia Dios.
Tenemos que reformularnos desde lo más profundo nuestra identidad, y cuestionarnos el lugar que damos a la evangelización. Don Renzo me ha soltado una frase demoledora: "es más difícil convertir a un cristiano a la evangelización, que convertir a un ateo al cristianismo".
Me temo que tiene muchísima razón, y no me duelen prendas en decirlo, porque es obvio que por aquí las cosas se mueven y se ve una parroquia entera dispuesta a ponerse en camino y dejar su comodidad, porque no entienden a Cristo sin evangelización.
Como siempre, tiendo a quedar fascinado con lo que veo fuera de España, y que me perdonen los ultras y exacerbados defensores de lo nuestro, pero es que la realidad de nuestras parroquias y de muchos de nuestros movimientos es que no traen apenas gente nueva a la Iglesia.
Por si esto fuera poco, intentar cambiar la mentalidad, para salir a buscar a los de fuera, es casi un imposible; cuando llamas a la puerta todo el mundo tiene algo más importante y urgente que hacer, pero el caso es que nunca hay tiempo, ni fuerzas, ni personas para ponerse al tajo y atraer a los de fuera, salvo honrosas excepciones.
¡Ay si nos doliera la increencia que tanto criticamos, como para no descansar hasta encontrar la clave para que la gente vuelva a la Iglesia, en vez de quedarnos en la comodidad de nuestra aburguesada parroquia y el recurso fácil a culpar al Concilio, a los progres, a los carcas, al Gobierno o a los tiempos que corren!
Se puede volar, en vez de vivir a rastras, lo que pasa es que da vértigo y nos falta miedo para echar toda la carne en el asador y creernos de verdad el mandato misionero del Evangelio. Por mucho que nos lo recuerde el Magisterio, la misión brilla por su ausencia en una Iglesia facilona que nos hemos hecho a medida que es obvio que no llega a los de fuera.
Pero no me quiero poner dramático, y menos estando aquí, en Italia, disfrutando de esta maravillosa acogida y de la refrescante compañía de las gentes de Bovolone, en un sitio que rezuma a Dios por todos los costados con un párroco que es un hombre de Dios que me ha ofrecido quedarme aquí lo que quiera.
Está claro, nadie es profeta en su propia tierra…pero se intenta, aunque convertir a los cristianos a la evangelización sea la cosa más difícil que existe.