Domingo, 22 de diciembre de 2024

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La oración es fuente de vida ¿Por qué nos cuesta tanto orar? Orígenes

La oración es fuente de vida ¿Por qué nos cuesta tanto orar? Orígenes

por La divina proporción

Cuando nos hablan de la oración, inmediatamente pensamos en recitar una serie de fórmulas conocidas, casi sin pensar en lo que hacemos. Es evidente que la oración no es un hechizo de magia que actúa por recitarlo, por lo que también es evidente que nuestra oración necesita mejorar un poco.
 
Nadie puede alcanzar nada por la oración si no ora con buenas disposiciones y con una fe recta...No es cuestión de hablar mucho... No se trata de venir a la oración con un alma turbada por los resentimientos. Uno no se puede imaginar que alguien venga a la oración sin preparar su interior. Tampoco se puede imaginar que alguien venga a la oración para pedir el perdón de sus pecados y no haya perdonado antes de todo corazón a su hermano...
 
En primer lugar, pues, el que se dispone a orar hará bien en adquirir una actitud que le ayude a ponerse en presencia de Dios y a hablarle como a alguien que le ve y que está presente. Hay imaginaciones y recuerdos de acontecimientos pasados que estorban al espíritu si se deja invadir por ellos. Por esto es útil acordarse de que Dios está aquí y que conoce los movimientos más secretos de nuestro interior. Entonces, el alma procura agradar a Dios que está presente, que la ve y que conoce todos sus pensamientos, aquel que escruta los corazones y sondea las entrañas (Sal 7,10)...
 
Tal como dicen las Escrituras, el que ora levante sus manos puras, que perdone a los que le han ofendido, rechace todo lo que le estorba en el alma y le hace irritarse contra alguien... ¿Quien dudará que este estado del alma es el más favorable a la oración? Pablo enseña esto mismo cuando dice en la primera carta a Timoteo: “Deseo, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando las manos limpias de ira y altercados” (1 Tim 2,8).
(Orígenes. Pequeño Tratado sobre la oración, 8-9)
 
Solemos pensar que orar es pedir que Dios nos dé lo que queremos, pero la oración es más bien para ser capaces de aceptar lo que Él quiere de nosotros y para solicitar la Gracia necesaria para llevarlo a cabo. Podemos orar de muchas formas, pero siempre partiendo de la apertura de corazón que permite que Dios entre en nosotros y habite en nuestro interior. Por eso no es posible orar cuando estamos enemistados con nuestros hermanos. Quien cierra su corazón al hermano, no puede abrirlo a Dios.
 
¿Por qué nos cuesta tanto orar hoy en día? Por muchas razones, pero quizás la primera de ellas es que quisiéramos que la oración fuese útil a nuestros intereses. Como vemos que Dios no hace nuestra voluntad por mucho que repetitamos formulas, es normal que no encontremos hueco en el día para la oración. Pero, seguro que sí encontramos un rato para jugar en el teléfono inteligente o perder el tiempo viendo la televisión. Cuando no nos interesa que Dios entre en nuestras vidas, mejor es tenerlo fuera y a una distancia segura. No vaya a ser que nos reclame coherencia y descubra que nuestra fe es puramente socio-cultural.
 
¿Qué modelo podemos tomar para la oración? Creo que la mejor de todas las oraciones fue la que la Virgen María utilizó para aceptar la misión que Dios le había encomendado: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Junto con este tipo de oración de ofrecimiento sencillo y sincero, tenemos la oración de alabanza y agradecimiento, con la que damos gracias a Dios por todo lo que hemos recibido. En un corazón agradecido es muy difícil que entre el maligno, ya que la esperanza le cierra el paso. ¿Cuántas cosas tenemos que agradecer todos los días a Dios? Pues empecemos por darle las gracias por una de ellas, dándonos cuenta de lo que significa para nosotros. También tenemos la oración se súplica, que busca fuerza y sostén para seguir adelante. Es una oración humilde, que parte de la necesidad completa de Dios para todo lo que hacemos.
 
¿No tenemos tiempo para dar gracias a Dios o para ofrecernos a Él? Entonces es que nos hemos convertido en esclavos de alguno de lo ídolos de nuestro tiempo: los medios de comunicación, el activismo, el éxito o las riquezas. Ninguno de estos ídolos tiene Palabras de vida eterna. ¿A qué esperamos para orar ya mismo? ¡No dejemos pasar un segundo más!
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