La unidad no necesita refugios antimisiles. Pseudo-Dionisio Areopagita
La unidad no necesita refugios antimisiles. Pseudo-Dionisio Areopagita
Nos pasa que Dios nos creó diferentes pero dotados de una misma naturaleza. La naturaleza es lo que nos hace humanos y capaces de entendernos y compadecernos unos de otros. Ahora, la naturaleza humana es limitada y también está herida por el pecado, lo que complica las cosas. Las diferencias que hay entre nosotros parten de los dones y carismas del Espíritu, pero los carismas y dones se ven afectados por nuestra limitada y herida naturaleza. Dios nos pensó para complementarnos unos a otros, de forma que la unidad se viera incrementada por los aspectos en que nos diferenciamos. Pero el pecado vino a aplazar este plan divino, dando lugar a sufrimientos y enfrentamientos entre nosotros.
Hoy en día, la misma Iglesia se ve afectada por divisiones, que como profundos desfiladeros, nos impiden trabajar y vivir nuestra fe, unidos.
Por consiguiente lo bueno, superior a toda luz, se llama inteligible, porque es una fuente fecunda y amplio desbordamiento de claridad, que colma de su plenitud todos los espíritus, y los que están más allá de los mundos, y los que gobiernan los mundos y los que los mundos contienen; que renueva incesantemente su fuerza intelectual, los abraza envolviéndolos de su inmensidad, y los supera por su inaccesible elevación, que, en fin, principio deslumbrante de todo esplendor, resume en sí, posee eminentemente y con anterioridad toda potencia de iluminación, y agrupa y mantiene estrechamente unidas las inteligencias puras y las almas sensatas. Pues, como la ignorancia y el error crean la división, así la luz espiritual, apareciendo, recuerda y recoge en un todo compacto las cosas que alcanza, las perfecciona, las sitúa hacia el ser real, corrige sus vanas opiniones, reduce sus múltiples visiones, o más bien sus imaginaciones caprichosas, en un conocimiento único, verdadero, puro y simple, y las llena con una luz que es unidad y que produce la unidad. (Pseudo-Dionisio Areopagita. De los nombres divinos, VI)
Como Pseudo-Dionisio indica, la ignorancia y el error crean división. Cristo que Luz y Verdad, nos une y reúne de nuevo. Solemos pensar que ser diferentes es ser libres y que ser iguales es ser esclavos, pero esta división no está exenta falsedad. Quien busca la diferencia desde la ignorancia y el desafecto, no es realmente libre. Tan sólo opta a ciegas por lo que cree que le hace “mejor” que los demás, creyendo que ser diferente es sinónimo de mejor. De igual forma, quien opta por vivir lo que nos une de forma consciente y comprometida, no es esclavo de las circunstancias que le rodean. La libertad nos permite discernir con conocimiento y compromiso, todo lo que nos une a los demás y reconocer en lo que nos diferencia, una riqueza para todos. Gracias a Dios es más lo que nos une que las pocas cosas que nos diferencian, porque sólo así podemos conformar un solo pueblo que adore y dé culto verdadero a Dios.
Desde hace varios siglos, el cristianismo ha dejado de generar unidad en la sociedad. Esto se debe a que nuestros gobernantes, intelectuales y artistas, han optado por ignorar a Dios y crear modelos ideológicos que nos ofrecen como panaceas. Panaceas que son tan falsas y tramposas, como la propuesta de la serpiente a Adán y Eva. Deberíamos se conscientes de que si no generamos unidad, no generamos cultura cristiana. Sin cultura cristiana es imposible que la sociedad encuentre a Cristo en su peregrinación. La gran pregunta que nos podemos hacer es ¿Cómo podemos generar cultura que una a los seres humanos, si andamos creando grupitos y excavando fosos que nos separen? ¿Cómo podemos crear cultura de unidad si aceptamos creer una cosa (doctrina) y vivir de otra forma (praxis)? ¿Cómo podemos tachar de fariseos a los demás, empuñado la misma vara de medir que tanto parece repugnarnos? ¿Cómo podemos decir que Dios lo perdona todo y al mismo tiempo decir que nunca perdonará a quienes nos contradicen? Vivimos un serio trastorno multipolar eclesial. Dentro de la Iglesia conviven decenas o centenas de iglesitas que no son capaces de reconocer lo que necesitan de las demás y al mismo tiempo, intentan imponerse de una u otra forma. Centenares de segundos salvadores se ofrecen para llevarnos donde nos sintamos cómodos y a una distancia prudencial de los demás católicos.