Virgen María, auxilio de los cristianos

LA VIRGEN MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS  I

La Madre del Señor, viene solícitamente en ayuda de los cristianos cuando imploran su ayuda y queda comprometida la obra redentora de su Hijo y afecta de forma significativa a la Iglesia de la que Ella es Madre. Ello sucede de un modo particular cuando el islam consigue el poder político en territorios antes cristianos. Si los cristianos no suplican la ayuda del cielo, en aquel territorio desaparecerá todo rastro de cristianismo o se convertirá en un hecho residual. Hubiera desaparecido todo rastro de fe en Jesucristo, si los cristianos de Hispania no hubieran suplicado la ayuda del cielo, en particular de la Virgen Santísima y de Santiago Apóstol.

     La ayuda de la Virgen María en la Reconquista
                    de la Península Ibérica

Cuando en el siglo VIII España fue invadida por el islam, esta sucumbió con gran facilidad a su ímpetu conquistador y dominador. En Asturias un pequeño grupo de hombres que luchaban por su libertad habían elegido a Pelayo como a su caudillo. Estos con valentía se opusieron a la invasión del islam, después de varios encuentros se refugiaron en la cueva de la Virgen, e imploraron la ayuda de Dios por medio de la intercesión poderosa de la Virgen María. Estos pocos guerreros consiguieron una clara victoria respecto al ejército islámico mucho más poderoso. Aunque les ayudaron lo agreste del lugar y otros fenómenos de la naturaleza, comprendieron que aquella victoria la debían a Virgen María. Y a partir de esta victoria se iniciará la reconquista de España, que tardó ocho siglos hasta completarse totalmente. Se recuerda con agradecimiento que en Covadonga, gracias a la ayuda de la Virgen, se inició la liberación de España del yugo y del dominio del islam.

          Los francos también se opusieron con firmeza a la expansión del islam, con la derrota de Potiers consiguieron que los proyectos de invadir toda Europa no se llevaran a cabo. Desde allí fueron reconquistando el territorio invadido no sólo de la Galia, sino también del nordeste de España forjando la Marca Hispánica (territorio que comprende lo que se llama la “Catalunya vella”), para que fuera un lugar de frontera que impidiera el avance del islam por las Galias. Se podría decir que Catalunya se fue liberando del islam y forjándose como país cristiano adherido a los caminos de Europa invocando la ayuda del Señor por intercesión de su Madre, evocada en cada una de las imágenes que presidían iglesias, capillas, monasterios. De esta manera pudo hacer frente a un enemigo muy poderoso, ya que el dominio del islam se extendía desde Persia, pasando por todo el norte de África hasta llegar a España.

            Entre las diversas advocaciones marianas presentes en Catalunya bien pronto se distinguió la de Nuestra Señora de Montserrat, por los milagros que obraba Dios a los que imploraban la intercesión de María bajo esta advocación.

            Desde el siglo XIII, Montserrat se convirtió en el santuario más prestigioso de Catalunya y uno de los más conocidos de todo el mundo cristiano. A inicios del siglo XIII, el rey Jaime I se vio favorecido por muchas gracias de Nuestra Señora de Montserrat, y ya hablaba de aquella pequeña iglesia montserratina como de un lugar «que Déu exorna i il·lustra amb miracles continus».

           Posiblemente por gratitud a Santa María este rey, que ha pasado a la historia, como Jaime el Conquistador,  estuvo dispuesto a luchar para ensanchar las tierras donde se pudiera profesar de nuevo la fe cristiana en libertad, liberando así Valencia y la isla de Mallorca del yugo del islam.

En las campañas guerreres de reconquista suplicará la ayuda de Dios y de la Virgen María. De ello tenemos constancia en las crónicas que él escribió, o Llibre dels feits: 

«Cuando nos veíamos en este peligro, [una gran tempestad estaba apunto de desbaratar la conquista de Mallorca] tuvimos un gran desconsuelo, pero dirigimos a nuestro Señor y a su Madre esta oración: «[…] Señor, creador mío, ayudadme, si os parece bien, en este gran peligro, […] ya que voy en este viaje para exalzar la fe que vos me habéis dado […] Y vos Madre de Dios, […] pedid a vuestro amado Hijo que nos libere de esta pena y de este peligro en el que estoy yo y aquellos que van conmigo».[1]

Durante el asalto final de Mallorca, los cristianos vacilaban a pesar de la orden del rey. Éste dirigió a la  Virgen María esta suplica: «Madre de Dios Señor, hemos venido aquí para que el sacrificio de vuestro hijo sea celebrado».[2] Si el rey Jaime era fervoroso en las súplicas, lo era también en acción de gracias a Dios y a la Virgen por las victorias alcanzadas: «en todas las villas, por grandes que fuesen, que Dios nos había concedido ganar a los sarracenos, habíamos edificado la iglesia de nuestra señora santa María».[3]

            Jaime I, en sus campañas invocaba a María, llevaba su icono en las entradas triunfales y le consagraba las mezquitas principales cuando eran convertidas en iglesias, como en los casos de Valencia y de Murcia[4].

      Jaime primero era  constante a la hora de agradecer el éxito obtenido, que siempre consiguía «ab la ajuda de Déu e de la sua Mare». No sólo el rey  invocaba la ayuda de la Virgen María, sino los mismos ejércitos entraban en batalla al grito de “santa María”[5]: ello está consignado en las crónicas de la época referidas a la conquista de las tierras valencianas, de Murcia y de Mallorca[6].  

       También Fernando III el santo, el con quistador de Córdoba, llevaba siempre con sus ejércitos tres imágenes de María. Se dice que la misma Virgen se le apareció asegurándole la victoria. Este rey quiso darle los honores del triunfo, y al entrar en Sevilla hizo ensalzarla como conquistadora.

         En el siglo XIII, la Virgen fue invocada insistentemente para que fueran liberados los cristianos que caían cautivos bajo el poder de los sarracenos. Ella, que es Madre de misericordia, los socorrió inspirando a san Pere Nolasc la fundación de “l’Orde de la Mare de Déu de la Mercè de la redempció de captius”. 

Los españoles y portugueses honran a la Virgen María como patrona, bajo el misterio de su Inmaculada Concepción. Cuando en los debates de la escolástica, se ponía en duda que la Virgen María fuera exenta de la culpa original. Los españoles pertenecientes a todos los estratos de la sociedad, desde los más humildes hasta los reyes,  hallaron un modo de agradecer a la Virgen tantos dones. Universidades, ciudades, pueblos, congregaciones religiosas… hacían voto de defender con su sangre este privilegio de la Virgen. Esta defensa se prolongó durante siglos, hasta que la Iglesia lo proclamó como dogma en 1854. El amor a la Virgen  Inmaculada ha quedado plasmado en bellísimas imágenes y pinturas, que se pueden hallar en todos los rincones de España.

A la luz de la teología de la historia, podemos concluir que España y Portugal  de  ningún modo se hubiera podido liberar del dominio del islam, si no hubiera existido la fe cristiana, que unificaba a gentes de todas las clases sociales en la lucha, para recuperar su tierra para Cristo. En esta lucha desigual, no se sintieron solos, experimentaban la ayuda del cielo, ante todo a través de la protección poderosa de la Virgen María.