Domingo, 22 de diciembre de 2024

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El Cuerpo de Cristo nos eleva al Cielo. San Ambrosio de Milán

El Cuerpo de Cristo nos eleva al Cielo. San Ambrosio de Milán

por La divina proporción

Esta mañana reflexionaba sobre una de las meditaciones Cuaresmales que está recibiendo el Papa y la Curia romana. Es una meditación muy bien fundamentada y con un tema muy claro: La Iglesia como reflectora de la Luz de Dios. Pero, el maligno está atento a desviar la atención hacia lo accesorio, dejando lo fundamental de lado. 

En la meditación se decía: “La Iglesia debe hacer que brille Dios y no ella misma”. ¿Cómo interpretamos la Iglesia y la luz que proviene de Dios”. Poco tuve que buscar para encontrar interpretaciones que incidían en la necesidad de deconstruir la Iglesia, argumentando que es algo inútil. Además, se decía que mientras que la Iglesia no desapareciera, no podría aparecer la luz de Dios con claridad. Encontré otras referencias parecidas y comentarios de personas bien intencionadas que se adherían al modelo de demolición eclesial, a partir de esas premisas. Es sorprendente hasta dónde nos lleva la falta de entendimiento, por no decir la ignorancia. 

Las palabras las carga el maligno y el entendimiento se pierde cuando no tenemos la brújula de la fe apostólica bien centrada. ¿Qué es la Iglesia? Es el cuerpo de Cristo. La Iglesia es el cuerpo de Cristo que se hace presente entre nosotros. No me lo invento, créanme: 

… así formó Dios el cuerpo, dando mayor honra a la parte que carecía de ella,  a fin de que en el cuerpo no haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por otros. Y si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de Él. (1Co 12, 25-27) 

Seguramente algunas personas señalarán los muchos crímenes que “ha cometido la Iglesia”, sin darse cuenta que la Iglesia no comete crímenes. Los criminales son las personas que utilizan a la Iglesia para su provecho egoísta. Otras comentarán las imposiciones del Vaticano y la necesidad de repartir las riquezas entre los pobres. La Iglesia es universal, no es vaticana, luxemburguesa, panameña o koreana. Por eso somos Iglesia católica (universal) que peregrina donde cada católico vive. La Iglesia es un sacramento, es decir, un vehículo que comunica a Cristo con el mundo. ¿Cómo va a cometer un crimen Cristo mismo? 

Por tanto, tu compromiso se mantiene en el cielo, no en la tierra. Considera dónde recibes los sacramentos celestiales. Si aquí está el Cuerpo de Cristo, también aquí se han establecido los ángeles: “donde está el Cuerpo están las águilas”, leíste en el Evangelio. Donde está el cuerpo de Cristo, también están las águilas que acostumbran volar para huir de lo que es terreno, buscando lo celestial (San Ambrosio de Milán. Libro 1, II, 6) 

Hoy en día somos capaces de diferenciar entre los fieles católicos, las instituciones eclesiales, la jerarquía y de la Iglesia. Hacemos un todo, cuyas incoherencias nos ayudan a criticar a Cristo y la fe. Utilizamos a las personas imperfectas que conformamos la Iglesia para atacar le Cuerpo el Señor en la Tierra. Les pongo un ejemplo sencillo: usted mismo. Imagine que de repente aparece en su imaginación un jarrón maravilloso, colorido, en una palabra, impresionante. Lo tiene en su mente y no puede parar hasta hacerlo con sus manos. Pero, vaya, sus manos no tienen la destreza suficiente. Su horno, es casero. No puede lograr el brillo por los pigmentos que emplea para pintarlo. No son de la calidad que desearía. El resultado es un jarrón tirando a feo, pero que cumple con su función. Ahora viene la pregunta ¿Podemos decir que su idea de jarrón no ha sido acertada? ¿Podemos decir que sus manos no se han esforzado para conseguir lo que usted deseaba? ¿Podemos decir que el resultado no es jarrón? 

Una cosa es la Voluntad de Dios que se transmite a su Cuerpo, la Iglesia, y otra cosa es el resultado final que obtenemos. Cierto que Dios es capaz de capacitar a quien desee para hacer maravillosos trabajos, pero tenemos que dejarnos convertir y guiar. Si imponemos nuestras voluntad, es como si las manos no terminan de hacernos el caso que deseamos que nos hicieran. 

De todas formas, incluso si algunas partes del cuerpo se revelan a la voluntad de la Cabeza, Cristo, la Gracia de Dios hará posible que el jarrón sea útil para lo Él desea. ¿Ha salido feo? Nos ayudará a darnos cuenta que sin la Gracia de Dios nada podemos. No podemos suicidarnos por no haber sido capaces de hacer ese maravilloso proyecto que teníamos en mente. Sigamos intentando hacerlo cada día mejor. Esta voluntad representa el camino hacia la santidad que Dios quiere que vivamos. Santidad que la capacitación que Dios regala a quienes se ofrecen plenamente al Señor. Sobre todo, no desesperemos ni destruyamos el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, por tener algunas partes que hacen el mal contra la Voluntad de Dios.
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