Toda peregrinación necesita un objetivo final. Nadie peregrina por el hecho de andar de un lado a otro sin destino final. Andar perdido no es peregrinar, aunque parezca que el vagabundo y el peregrino sean tan similares como dos gotas de agua. Esto nos sucede en la Cuaresma que estamos viviendo. Muchos andan de aquí para allá, encandilados por los signos socio-culturales, pero pocos tienen claro que lo importante no es andar, sino la Fuente de Agua Viva que debe ser nuestro destino final. ¿Agua Viva? ¿Es sólo eso lo que buscamos? Me temo que alguno haya dicho: «¿Sólo esto?». Sí, verdaderamente esto es todo; aquí hay toda inocencia, toda piedad, toda gracia, toda santidad. Tú has visto sólo lo que puedes ver con los ojos de tu cuerpo...; lo que no ves es mucho más grande...; porque lo que no se ve es eterno... ¿Hay algo más sorprendente que la travesía del Mar Rojo por los Israelitas, para no hablar ahora más que del bautismo? Y, sin embargo, todos los que lo atravesaron murieron en el desierto. Por el contrario, el que atraviesa la fuente bautismal, es decir, el que pasa de los bienes terrestres a los del cielo..., no muere sino que resucita.
¿Qué significa todo esto? Has visto agua, pero no toda agua sana; por el contrario, el agua que tiene la gracia de Cristo, cura. Hay una diferencia entre el elemento y la santificación, entre el acto y la eficacia. El acto se realiza con el agua, pero la eficacia viene del Espíritu Santo. (San Ambrosio de Milán. Tratado sobre los Sacramentos 1)
¿Qué es la Fuente de Agua Viva? Es un símbolo que los cristianos llevamos con nosotros desde los primeros tiempos. La Fuente es Cristo, el Agua Viva, es la Gracia de Dios, el Espíritu que nos santifica y fortalece. Cristo nos dice: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de Agua Viva” (Mt 11,28). “…el que beba del Agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el Agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna” (Jn 4, 14). En la Cuaresma es sencillo quedarse con las maravillosas apariencias culturales que nos rodean. Costumbres que nos hace sentir integrados y parte de un todo más grande. Pero el peregrino no busca andar entre apariencias, sino llegar a su destino final y descansar. Como Dice San Ambrosio, no toda agua sana, aunque exista un Agua Viva que es necesaria para la conversión que tanto ansiamos. No toda actividad humana es santificadora, aunque se rodee de santos, incienso y se realice dentro de una organización religiosa. El Agua Viva es la única que nos sana de nuestros pecados y nos transforma en herramientas dóciles en manos de Dios.