Jueves, 21 de noviembre de 2024

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De la relación de Mozart con la masonería

por En cuerpo y alma

 
            Y es que ciertamente, Mozart perteneció a la masonería, organización en la que el más grande músico de todos los tiempos se inicia como aprendiz el 14 de diciembre de 1784, cuando aún no tiene, por lo tanto, veintinueve años cumplidos.
 
            Wofgang Amadeus entra en la logia llamada “Zur Wohltätigkeit”, “La Beneficiencia” en español, constituída no mucho antes, el 2 de febrero de 1783, y dirigida por Otto von Gemmingen-Hornberg, chambelán de la corte y amigo de la familia, aunque sigue las sesiones de la logia “Zur wahren Eintracht” (“La concordia verdadera”), constituída en 1781, fundadas las dos a partir de la logia “Zur gekrönten Hoffnung” (“La esperanza coronada”).

 

Mozart en la masonería (abajo a la derecha)

 

  
            Muy poco después de la iniciación de Mozart se produce la de su gran amigo, el también músico Joseph Haydn, que ingresa en febrero de 1785, y otros pocos días después, la de su propio padre, Leopold Mozart, que morirá sólo un año después. Junto con ellos, Mozart departirá en la logia con unos doscientos miembros más, entre los cuales muchos músicos y algunos grandes personajes de su época, como el editor Ignaz Alberti, el príncipe Anton de Hohenzollern Sigmaringen, el Conde Ferdinand von Harrach y hasta un abad agustino de un monasterio cercano a Lieja.
 
            La reorganización de la masonería ordenada por José II el 11 de diciembre de 1785, cuando Mozart ya lleva un año en la organización, y la reestructuración de todas las logias austríacas en tres grandes sucursales, supone para el joven compositor su incorporación a la logia “Zur neugekrönten Hoffnung” (la “Esperanza nuevamente coronada”) desde su fundación en enero de 1786.
 
            Mozart dedicará a la masonería muchas de sus composiciones. Así, por ejemplo, la Maurerische Trauermusik K. 477 (Oda Fúnebre Masónica); el Eine kleine Freymaurer Kantate K. 623 (“Pequeña cantata del francmasón”); pero por encima de todas, la magnífica ópera “La Flauta Mágica” K. 620, sobre libreto del también masón Emanuel Schikaneder, compuesta en un par de meses y estrenada el 30 de septiembre de 1791, es decir, apenas sesenta y seis días antes de la muerte del genio el 5 de diciembre del mismo año (pinche aquí si desea conocer algo más sobre la insólita productividad del maestro vienés en el que habría de ser el último año de su vida).
 
            Cabe preguntarse hasta qué punto la pertenencia de Mozart a la masonería injirió en su profesión católica. A los efectos, se ha de señalar que la situación de la masonería en Austria era de tolerancia, ya que la constitución apostólica “In Eminenti”, emitida por Clemente XII el 28 de abril de 1738, renovada luego por la “Providas Romanorum” de Benedicto XIV de 1751 (pinche aquí para conocer todos los documentos emitidos por la Iglesia condenando la masonería), únicas de las muchas de la Iglesia emitidas antes de la muerte de Mozart, son ignoradas por los sucesivos emperadores austríacos, Carlos VI, María Teresa, José II y Leopoldo II bajo cuyos reinados vivió el gran músico de Salzsburgo, y no son, por lo tanto, aplicadas en Austria.
 
            Mozart no tuvo pues problema alguno para compatibilizar su militancia masónica con su profesión cristiana, a la que, por demás, no renunció en ningún momento. De hecho, al morir es el sustituto del Kapellmeister de la Catedral de San Esteban de Viena, y no era el titular porque un enfermo Leopold Hoffman aún sobrevivirá al joven Mozart en casi dos años. Aunque mucho es lo que se ha escrito sobre el tema, Mozart recibirá viáticos mortuorios, así como, desde luego, un funeral cristiano, y a nadie se le ocurrió negarle el suelo santo.

             La Iglesia le debe, además, muchas de sus más excelsas piezas de música religiosa, por citar sólo dos ejemplos, el motete Ave Verum (pinche aquí para conocerlo todo sobre él) y su bellísimo e inacabado Requiem, que apenas constituye una de las hasta veinte misas compuestas por el gran maestro de Salzsburgo.
 
            Y bien amigos, que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos, motete con el que una vez más me despido de Vds. por hoy y que ya querría parecerse a los del gran músico salzburgo-vienés, sin duda alguna, uno de los grandes genios de la Humanidad.
 
 
            ©L.A.
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