Domingo, 24 de noviembre de 2024

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Todo lo torcido se enderezará. Isaac el Sirio. Orígenes de Alejandría

Todo lo torcido se enderezará. Isaac el Sirio. Orígenes de Alejandría

por La divina proporción

¿Cuánto hay torcido en nosotros? Tanto que es difícil encontrar algo que pueda ser considerado totalmente recto. ¿Tenemos remedio? Si nos apartamos de Cristo no tenemos remedios, ya que el Remedio es Él. Cristo vino al mundo para ofrecerse como remedio a los seres humanos. San Juan habla de eso cuando señala: Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas (Jn 3, 19). Pero Cristo no se desalentó, aunque lloró por nuestra ceguera, soberbia y dureza de corazón: 

No lo niego, Jerusalén fue destruida a causa de su ceguera, pero me pregunto: este llanto ¿no se refería a nuestra Jerusalén, a nosotros? Porque somos nosotros la Jerusalén sobre la cual Jesús lloró, nosotros que pensamos tener una mirada tan penetrante. Si después de haber sido instruido sobre los misterios de la verdad, después de haber recibido la palabra del Evangelio y la enseñanza de la Iglesia… uno de nosotros peca, provocará lamentaciones y llantos, porque nadie llora por ningún pagano, sino por aquel que después de formar parte de Jerusalén, deja de serlo… Ahí tienes, pues, la Jerusalén sobre la cual Jesús lloró. (Isaac el Sirio) 

¿Por qué desesperamos? ¿No hemos recibido el mismo mensaje que los Magos de Oriente. Un Niño va a nacer. Un Niño que transformará a todo aquel que le deje entrar en su corazón. ¿Dónde se dará ese prodigio? Sigue la Estrella con paciencia y esperanza. Cuando se detenga, ese será el lugar. Si andamos el camino que nos indica el Espíritu, llegaremos justo donde el Señor está naciendo y podremos adorarle. Sin duda tenemos remedio. 

Pero veamos si la profecía siguiente que se refiere a la venida de Cristo, se ha cumplido. De hecho, el texto prosigue: «todo lo torcido se enderezará». Cada uno de nosotros estaba torcido –por lo menos si se trata de lo que era en otro tiempo y no de lo que todavía hoy somos- y la venida de Cristo, que se ha realizado en nuestras almas, ha enderezado todo lo que estaba torcido... Oremos para que cada día se cumpla  su venida en nosotros y podamos decir: «Vivo, pero ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20) (Orígenes. Homilías sobre San Lucas, nº 22, 1-3) 

El Adviento es un tiempo lleno de luz, pero no siempre estamos dispuestos a esforzarnos por llegar hasta final de camino. Las sombras de nuestra pereza y soberbia nos hacen perder la orientación. San Juan Bautista es el mejor ejemplo posible. San Juan Bautista fue predicando la Buena Noticia antes que nadie. Fue la voz que clama en el desierto, pero que consiguió que muchos llegaran hasta el Señor preparados y dispuestos. Varios de los Apóstoles fueron seguidores del Bautista. 

La pregunta que no podemos hacer es ¿Llevamos al Señor en nuestra boca y nuestro ánimo? Seguramente vivamos el Adviento sin demasiada profundidad y nos encontremos con la Navidad sin haber estado preparados. Tendríamos que intentar que esta Navidad no fuese otra más entre muchas. Si conseguimos llegar a entender el significado de que Dios se hiciera hombre y que nos hablara, nos daríamos cuenta de cuanto tenemos que celebrar y cuantas gracias tenemos que dar a Dios por su amor, justicia y misericordia.
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