Martes, 24 de diciembre de 2024

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Toledo, 29 de agosto de 1936. En San Juan de los Reyes

por Victor in vínculis

Dos meses después, retomo la serie que estaba a punto de concluir. Desde la primera muerte martirial, el 22 de julio, hasta el 29 de agosto de 1936, han pasado 39 días y han sido asesinados por odio a la fe 101 sacerdotes y religiosos ... En el Alcázar siguen los combates.



Francisco nació en Cervera de los Montes (Toledo), el 2 de abril de 1885. Sus padres se llamaban Julián y Natalia. Tras realizar sus estudios sacerdotales, recibió la ordenación el 4 de abril de 1908, de manos del obispo auxiliar, monseñor Prudencio Melo y Alcalde. Su primer nombramiento fue el de capellán de las MM. Benitas de Talavera de la Reina. Por una noticia de “El Castellano” del 13 de abril de 1912, sabemos que además ejerce el ministerio entre los presos de la cárcel de Talavera:

“A pesar de haber sido suprimida la dotación de capellán de la cárcel de este partido (Talavera), el presbítero don Francisco Navas Vegas, que interinamente venía desempeñando dicho cargo, continuará celebrando los días festivos el Santo Sacrificio de la Misa en la Capilla del establecimiento, al objeto de que los reclusos y empleados puedan disfrutar de este religioso beneficio, e ínterin se le terminan las licencias que para ello le fueron otorgadas.

En breve harán dichos reclusos el cumplimiento pascual, para lo cual han sido de antemano preparados por el citado Sr. Capellán y secundado en estos trabajos por los dignos empleados, y en especial por el celoso Jefe de dicha cárcel”.

En 1913, don Francisco pasó a ser ecónomo de El Romeral. Ese mismo año llega a la ciudad de Toledo para ocupar la capellanía de las MM. Carmelitas de San José. Al año siguiente se le envía de coadjutor a la parroquia del Apóstol Santiago del Arrabal. En 1918, pasa a la Capilla Mozárabe de la Catedral Primada como beneficiado, ejerciendo como ecónomo de la parroquia mozárabe de las Santas Justa y Rufina. En el Arzobispado trabaja como habilitado del Clero (era el encargado de las nóminas en la Diócesis).

En la boda de su prima Jesusa Vegas con Tomás Mena, afirma “El Castellano”, del 27 de octubre de 1920, que “bendijo el enlace el culto y virtuoso sacerdote don Francisco Navas, beneficiado mozárabe, primo carnal de la novia”.

Y es que, según nos narra su propia familia, cuando don Francisco es destinado a Toledo se llevó a sus padres con él, pues no tenía hermanos. Ayudó mucho a sus primos, llevándose a algunos a estudiar a Toledo, como es el caso de Jesusa (a la que acabamos de citar).

Se cuenta que el siervo de Dios acudía con frecuencia a su pueblo natal. En Cervera compra una casa en la plaza, frente a la iglesia y la casa parroquial, donde pasaba parte de los veranos. Ayudaba mucho económicamente a algunas familias necesitadas, precisamente de una de ellas saldría un hijo miliciano que sería uno de los cabecillas que luego le persiguieron.

El Castellano” del 27 de junio de 1922 informa de que “la escuela manjoniana establecida provisionalmente en el colegio de la Esperanza (Puerta Llana, 18), mientras se construye un edificio propio de las Escuelas del Ave María, cuenta con el siguiente profesorado: Director y profesor de francés y de todas las enseñanzas prácticas, D. Bernabé Fernández; subdirector, D. Francisco Navas…”.

Además, conservamos publicidad del curso 1933-34 del Colegio Santo Tomás (calle Ciudad, 19), colegio católico para niños de primera enseñanza. Don Francisco Navas es el director y en la esquela de dicha publicidad se nos dice que el siervo de Dios era maestro nacional.

El 16 de mayo de 1935, en otra boda celebrada en su parroquia, informa “El Castellano” de que “bendijo la unión el capellán mozárabe, don Francisco Navas, quien pronunció una brillante plática sobre el santo sacramento del matrimonio”.

Cuando estalla la persecución religiosa, una joven que sirve en casa del siervo de Dios lo delata ante su novio, que era miliciano. Don Francisco decide regresar a su pueblo natal, pensando que allí estará más seguro. Se cuenta que, cuando llegó a Cervera, incluso paseaba por las tardes con el párroco, el siervo de Dios Tarsicio Gómez Fuertes, pero que enseguida, un grupo de jóvenes milicianos del pueblo, junto a otros de Marrupe, empezaron a hacerles la vida imposible. Por la noche, acudían a la puerta de sus casas para cantarles: “En la plaza de Cervera / hay un pajar / para echar al cura / paja y cebada”.

Todo esto sucede en las últimas semanas de julio. Don Francisco decide regresar a Toledo, encomendándole a su primo Miguel que venda la casa pues “él no va a volver a su pueblo natal”. El párroco de Cervera de los Montes será martirizado el 12 de agosto.

El siervo de Dios regresó a Toledo y se refugió junto con don Benito López Hazas y una sobrina que le cuidaba, en el número 5 de la calle Sillería. Don Benito era capellán de Reyes en la Catedral Primada, estaba ciego, y fue el sacerdote de mayor edad (81 años) de los que dieron su vida durante la persecución religiosa. Sabiendo que ambos corrían peligro, decidieron trasladarse a casa de una señora viuda, doña Julia Royo, que vivía con sus tres hijos.

Los hermanos San Vicente

Luis y Zacarías San Vicente Royo, de 25 y 23 años, respectivamente, estaban cursando el preparatorio militar cuando las inicuas leyes de Azaña les cerraron el paso para su ingreso en la Academia. El hermano mayor, de 26 años, se llama José y era farmacéutico. Los tres pertenecían al Partido Tradicionalista. En él habían trabajado intensamente, exponiéndose a las iras de los extremistas. Por otro lado, su amor a los humildes es proverbial y los tres eran muy queridos.

Escribe don Juan Francisco Rivera, en “La persecución religiosa en la diócesis de Toledo” (1958, tomo I, página 368), que se trataba de tres jóvenes “estudiantes, que residían en la ciudad por encontrarse en época de vacaciones; tres jóvenes modelo que ponían en la casa una nota de alegría y de elevación. Como en los períodos de las persecuciones romanas, allí se rezaba, se hablaba de cosas ultraterrenas y se prodigaba la caridad por todos los miembros de aquella familia, ampliada con la admisión de los sacerdotes perseguidos. Los sobresaltos se repetían a cada momento, pero a fuerza de recibirlos, llegaron a habituarse a ellos”. Junto a estas líneas, el siervo de Dios, a la izquierda, con el beato Justino Alarcón, los dos de pie, y un agustino sentado.

        
Había, pues, pasado el mes de julio y casi todo el mes de agosto, se esperaba ya sobrevivir a la persecución, cuando el 29 hacen acto de presencia en el domicilio los milicianos que, al ver a don Benito en el estado miserable en que se encontraba, lo conducen a su domicilio (junto a la capilla de San José de la calle Núñez de Arce), ya saqueado bárbaramente por la chusma.

Don Francisco es sacado de la casa con los tres jóvenes y con la promesa de que serían prontamente reintegrados al domicilio. Sin embargo, son llevados hasta la altura sobre la que se eleva el monasterio de San Juan de los Reyes, y allí son apostados contra la pared, junto a la fachada del Matadero municipal, para ser fusilados: los tres jóvenes, el siervo de Dios y un capitán de Infantería retirado, don Elías Sandoval Moreno, al que acusan de servir de espía a los defensores del Alcázar. Mientras el sacerdote absuelve a los seglares, una descarga atronadora se deja escuchar entre las sombras del majestuoso monasterio.

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