Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Guerra mundial a pedazos

por Nobleza obliga

París, la ciudad luz, luz que ha sido arrebatada por la oscuridad de la muerte. El odio ciego y enfurecido de los integrantes del Estado Islámico acabó con la una jornada típica de un viernes de otoño: un partido amistoso en el Estadio de Francia, un concierto de metal en la sala de fiestas de Bataclan, momentos de compartir en el restaurante La Belle Équipe y el café Bonne Bière. En cuestión de minutos se convirtieron en escenarios de muerte, de deseo de venganza hacia muchas personas que no tienen nada que ver con el odio racial y étnico que –con hechos como este- divide cada vez más nuestro planeta entre oriente y occidente.

Como lo repite el Papa Francisco en diferentes intervenciones: Estamos viviendo la tercera guerra mundial a pedazos.

De estos pedazos podemos hacer un recorrido rápido por algunos atentados terroristas ocurridos este año (¡y no están todos!): La masacre en Charlie Hebdo que dejó doce muertos, el atentado en Trípoli que dejó el mismo saldo de víctimas, los 21 cristianos coptos decapitados en Libia, el atentado en el museo Bardo de Túnez que dejó 23 muertos, la masacre en el campus universitario de Garissa en Kenia que cobró 147 víctimas, la mayoría estudiantes; el avión de Germanwings que estrelló intencionalmente el copiloto suicida Andreas Lubitz con 150 pasajeros, el tiroteo en el Centro Universitario de Oregón en Estados Unidos que dejó 10 muertos, el atentado contra un avión ruso en el que viajaban 224 personas a bordo y que fue atribuido por el Estado Islámico. Todas perecieron.

Y mientras recordaba estos pedazos de guerra –algunos causados por integrantes del Estado Islámico, otros, por individuos que simplemente quisieron hacerlo- me preguntaba: ¿Qué puede pasar por la cabeza y por el corazón de quienes piensan en estas carnicerías humanas? ¿Cómo pueden idear, aliarse y planear estas ejecuciones para luego celebrar y calificar de exitosos los atentados que dejan como saldo la muerte de tantos inocentes? ¿La soledad de sus seres queridos? ¿El resentimiento y el deseo de venganza?

Y al leer sus historias vemos que muchos de quienes se unen a los grupos extremistas son jóvenes sin identidad ni esperanza, rechazados por su lugar de origen, que buscan refugio y valoración en una organización terrorista, pensando que la venganza hacia civiles que no tienen nada que ver con ellos es la mejor manera de desfogar sus sufrimientos, de honrar el nombre de Alá (una blasfemia, como calificó el Papa), sin dimensionar las consecuencias que esto trae también para ellos mismos y para su misma nación de origen, ya que con esto logran que se vuelvan más duras las políticas de migración que podrían favorecer a los suyos.

El deseo de venganza, -también de parte de Francia con los bombardeos hacia Siria- hace que perdamos nuestra capacidad de asombro frente a tanto mal. Pareciera exagerado (¡y ojala lo fuera!), decir que estamos en la tercera guerra mundial. “Este es un pedazo, no hay justificación para hacer semejantes cosas”, dijo el Papa en una entrevista al canal italiano TV tras enterarse de los atentados.

Ofrezco mi pobre oración por el alma de las víctimas y por sus familias. Para que en sus corazones reine el perdón en lugar del resentimiento. Porque la suma de tantos odios que brotan de las malas opciones del corazón humano es el origen de esta guerra a pedazos. 

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