Francisco en Irak, en cuatro palabras
por Nobleza obliga
Cuando leía los textos y veía las imágenes de la visita del Papa Francisco a Irak, un hecho histórico e inédito, me vinieron a la mente cuatro palabras que pueden sintetizar este viaje que felizmente concluyó con éxito y sin un temido atentado terrorista. Las palabras son hermandad, perdón, esperanza, y consuelo.
Siguiendo la línea de su reciente encíclica Fratelli Tutti (Hermanos todos) el Papa abogó por la hermandad entre diferentes credos y reiteró lo incoherente y contradictorio que puede ser una guerra entre religiones (cuando estas deben ser agentes de paz). Esa hermandad llevó a que Francisco tuviera un encuentro sin precedentes con el líder chiita el ayatolá Ali Al Sistani. Antes había tenido encuentros con otras autoridades musulmanas pero nunca con un líder de esta rama del islamismo. “Dios le pidió a Abrahán que mirara el cielo y contara las estrellas”, dijo Francisco en la explanada de Ur de Caldea, tierra del patriarca Abraham, padre de las tres grandes religiones monoteístas. “En esas estrellas vio la promesa de su descendencia, nos vio a nosotros. Y hoy nosotros, judíos, cristianos y musulmanes, junto con los hermanos y las hermanas de otras religiones, honramos al padre Abrahán del mismo modo que él: miramos al cielo y caminamos en la tierra”.
Por otro lado el Papa exhortó (como lo ha hecho en viajes anteriores a países golpeados por la violencia, entre ellos Colombia) a vivir el perdón y destacó también a aquellas víctimas directas de un conflicto muy agudo que han dado un ejemplo en este sentido. Durante su diálogo con los periodistas en el viaje de regreso a Roma, el Papa reconoció el impacto que le dejó el visitar ciudades que hoy están semidestruidas por la guerra: “He encontrado en Irak un Qaraqosh, no imaginaba las ruinas de Mosul, de Qaraqosh (...) esto toca, es conmovedor”, pero a la vez dijo que lo que más le había conmovido era el testimonio de una madre que supo perdonar a los asesinos de su hijo. “Se necesita capacidad de perdonar y, al mismo tiempo, valentía para luchar”, dijo el Papa en Qaraqosh.
Por otro lado, la esperanza se da cuando en una nación tan golpeada por la guerra se ven testimonios como “jóvenes voluntarios musulmanes de Mosul, que ayudaron a reconstruir iglesias y monasterios, construyendo amistades fraternas sobre los escombros del odio, y a cristianos y musulmanes que hoy restauran juntos mezquitas e iglesias”, dijo el Papa en el encuentro interreligioso en la llanura de Ur.
Y la última palabra que define este viaje es consuelo. Este consuelo se vio simbolizado en Aylan Kurdi, padre de Ala Kurdi, el niño sirio que murió ahogado en una travesía hacia Europa en el año 2015. La foto del pequeño postrado en una playa de Turquía provocó gran conmoción mundial. “Es un símbolo que va más allá de un niño muerto en la migración: un símbolo de civilización muerta, de civilizaciones moribundas, que no pueden sobrevivir...”, dijo Francisco a los periodistas.
Así, muchos iraquíes (y quienes seguimos este viaje) nos hemos sentido interpelados por el mensaje de hermandad, perdón, esperanza y consuelo de un Papa que les dijo, con realismo y también con fe: “Los daños son aún más profundos si se piensa en las heridas del corazón de muchas personas y comunidades, que necesitarán años para sanar”.