Lunes, 23 de diciembre de 2024

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6 de noviembre: memoria obligatoria de 1545 mártires españoles

por Victor in vínculis

¡Mañana, 1545! ¡Desde el 21 noviembre, Dios mediante, 1571!


Aunque en la última beatificación en Santander el cardenal Amato dio la cifra de 1544, en el computo debió faltar el beato Pedro de Asúa Mendía, que subió a los altares en ceremonia que, como todas, presidió él mismo, el 1 de noviembre de 2014. Las tres religiosas de Gerona y los 18 cistercienses de la ceremonia cántabra, suman un total de 1545. Como ya hemos informado el número aumenta este mismo mes, con la beatificación de los capuchinos en la Catedral de Barcelona, el día de la Niña María. 1545 más 26: serán 1571.

 

Desde 2014

A petición del Eminentísimo y Reverendísimo Señor Antonio María Rouco Varela, entonces arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, en escrito de 21 del mes de febrero de 2011, en virtud de las facultades concedidas a esta Congregación por el Sumo Pontífice FRANCISCO, aprobamos y confirmamos el texto en latín y español de la oración colecta y Liturgia de las Horas en honor de los Santos Pedro Poveda Castroverde, Inocencio de la Inmaculada Canoura Arnau, presbíteros, y compañeros, mártires, tal y como consta en los ejemplares adjuntos.


Concedemos, también, que la misma celebración de los Santos mártires se inscriba en el calendario propio de España el día 6 del mes de noviembre con el grado de memoria.

Fue aprobado por el cardenal Antonio Cañizares Llovera,  como Prefecto de la  Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y el documento (Prot. N. 170/11/L) lleva fecha del 12 de septiembre de 2014, conmemoración del Santísimo Nombre de la Virgen María.

 

Del Misal Romano (edición española)

            De modo que en el nuevo Misal, que está a punto de publicarse, estos serán los textos que aparecerán: (como separata ya están editados).

 

6 de noviembre

Santos Pedro Poveda Castroverde,

Inocencio de la Inmaculada Canoura Arnau, presbíteros,

y compañeros, mártires

 

Memoria

Del Común de mártires: de varios mártires. 

COLECTA 

Dios, Padre nuestro,

que a los santos Pedro e Inocencio, presbíteros,

y compañeros, mártires,

con la ayuda de la Madre de Dios,

los llevaste a la imitación de Cristo

hasta el derramamiento de la sangre,

concédenos, por su ejemplo e intercesión,

confesar la fe con fortaleza, de palabra y de obra.

Por nuestro Señor Jesucristo. 

 

 

LECCIONARIO

 

6 de noviembre

 

Santos Pedro Poveda Castroverde,

Inocencio de la Inmaculada Canoura Arnau, presbíteros,

y compañeros, mártires

 

Memoria

 

Del Común de mártires. 

 

PRIMERA LECTURA

 

Ap 12, 10-12a: «No amaron tanto su vida que temieran la muerte».    Yo, Juan, oí una gran voz del cielo... 12 hasta y los que moráis en    sus tiendas. 

 

SALMO RESPONSORIAL

 

Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6

 R/. (5): Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. 

 

ALELUYA

 

Jn 12, 25: El que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna 

 

EVANGELIO

 

Mt 10, 28-33: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo».  En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: – «No tengáis miedo...».

 


LITURGIA DE LAS HORAS

 

6 de noviembre

Santos Pedro Poveda Castroverde,

Inocencio de la Inmaculada Canoura Arnau, presbíteros,

y compañeros, mártires

 

Memoria

Los Santos Pedro, presbítero diocesano y fundador de la Institución Teresiana, e Inocencio de la Inmaculada, religioso pasionista, encabezan la multitud de santos y beatos, obispos, sacerdotes, consagrados y laicos, que dieron a Cristo el testimonio supremo del amor, martirizados en odio a la fe en España, entre 1931 y 1939, durante la persecución religiosa contra la Iglesia. 

 

Del Común de varios mártires

Oficio de lectura

SEGUNDA LECTURA 

De los sermones de san Agustín, obispo. 

(Sermón 335, 1-2: PL 38, 1470) 

El significado del martirio

Tratándose de la fiesta de los santos mártires, ¿de qué podemos hablar mejor que de la gloria de los mismos? Ayúdenos el Señor de los mártires, puesto que él es su corona. Hace poco escuchamos al bienaventurado apóstol Pablo que pregonaba el grito de los mismos mártires: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? Tal es el grito de los mártires. ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿Los peligros? ¿La espada? Porque está escrito: «Por ti somos mortificados todo el día y considerados como ovejas de matadero». Pero en todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó.

Éste es el grito de los mártires: soportarlo todo, no presumir de sí mismos y amar a quien es glorificado en los suyos, para que quien se gloríe, se gloríe en el Señor. Ellos conocían también lo que hace poco hemos cantado: Alegraos en el Señor y exultad, justos. Si los justos se alegran en el Señor, los injustos no saben alegrarse más que en el mundo.

Pero éste es el primer ejército que hay que vencer: primero hay que vencer al placer y luego al dolor. ¿Cómo puede superar la crueldad del mundo quien es incapaz de superar sus halagos? Este mundo halaga prometiendo honores, riquezas, placer; este mundo amenaza sirviéndose del dolor, la pobreza y la humillación. Quien no desprecia lo que él promete, ¿cómo puede vencer sus amenazas? Las riquezas causan su propio deleite; ¿quién lo ignora? Pero la justicia lo tiene aún mayor.

El Apóstol pasó ciertamente por alto todos los halagos del mundo, y quiso que los recordases tú, el halagado por el mundo. ¿Por qué? Porque anunciaba de antemano los combates de los mártires; aquellos combates en que vencieron la persecución, el hambre, la sed, la penuria, la deshonra y, por último, el temor de la muerte y al más cruel de los enemigos.

Mas considerad, hermanos, que todo es obra del arte de Cristo. El Apóstol nos invita a preferir el amor de Cristo al del mundo. ¿Cuántas estrecheces han de pasar quienes quieren robar cosas ajenas? ¿La persecución? Ni la persecución los quiebra. El avaro dice en su corazón lo que quizá no se atreve a decir con su lengua: ¿Quién nos separa de la ambición del oro? ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? También los avaros pueden decir al oro: «Por ti somos llevados a la muerte día a día».

Con razón, pues, dicen los santos mártires en el salmo: Júzgame, ¡oh Dios! y distingue mi causa de la de la gente malvada. Distingue, dijo, mi tribulación, pues tribulaciones las sufren también los avaros. Distingue mis angustias, pues las sufren también los avaros. Distingue mis persecuciones, pues las sufren también los avaros. Distingue mi hambre, pues, con tal de adquirir el oro, la sufren también los avaros. Distingue mi desnudez, pues por el oro se dejan desnudar también los avaros. Distingue mi muerte, pues por el oro mueren también los avaros.

¿Qué significa: Distingue mi causa? Por ti somos llevados a la muerte día a día. Ellos sufren todo eso por el oro, nosotros por ti. La pena es igual, pero distinta la causa. Si la causa es distinta, la victoria está asegurada. Por tanto, si miramos a su causa, amaremos estas fiestas de los mártires. Amemos en ellos no sus sufrimientos, sino la causa de los mismos; pues, si amamos solamente sus sufrimientos, encontraremos a muchos que sufren cosas peores por causas malas.

Pero fijémonos en la causa; mirad la cruz de Cristo; allí estaba Cristo y allí estaban los ladrones. La pena era igual, pero diferente la causa. Un ladrón creyó, otro blasfemó. El Señor, como en el tribunal, hizo de juez para ambos; al que blasfemó lo mandó al infierno; al otro lo llevó consigo al paraíso. ¿Por qué esto? Porque, aunque la pena era igual, la causa de cada uno era diferente. Elegid, pues, las causas de los mártires si queréis alcanzar la palma de los mártires. 


RESPONSORIO                                                                  cf. Mt 5,44-45.48; Lc 6,27 

V/. Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y rezad por los que os persiguen. * Así seréis hijos de vuestro Padre que está en los cielos.

R/. Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto. * Así seréis. 

La oración como en Laudes

 

Laudes

Benedictus, ant. Una multitud innumerable de mártires perseveró en el amor fraterno, porque tenían un mismo espíritu y una misma fe.

Oración

Dios, Padre nuestro, que a los santos Pedro e Inocencio, presbíteros, y compañeros, mártires, con la ayuda de la Madre de Dios, los llevaste a la imitación de Cristo hasta el derramamiento de la sangre, concédenos, por su ejemplo e intercesión, confesar la fe con fortaleza, de palabra y de obra. Por nuestro Señor Jesucristo. 

 

Vísperas

Magníficat, ant. Oh dichosa Iglesia nuestra, ennoblecida por la gloriosa sangre de los mártires de Cristo.

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