¿Cisma? ¿Qué Cisma? San Agustín
¿Cisma? ¿Qué Cisma? San Agustín
Por esta razón se permite la existencia de las herejías, para que los probados se hagan manifiestos. No obstante, se podría interpretar así: El tropel de los toros en medio de las vacas de los pueblos, para que de estas vacas sean separados los ya probados como la plata. Porque es esta la intención que tienen los maestros de la herejía: que las almas que ellos traman seducir, aparten sus oídos de aquellos que han sido probados como la plata, es decir los aptos para enseñar las palabras del Señor. En todo caso, sea éste, o sea el primero el verdadero sentido de tal expresión, continúa el salmo: Dispersa las gentes que quieren la guerra. Lo que pretenden no es la corrección, sino la disputa. Y esto es lo que profetiza el salmista: que sean dispersados más bien los que se oponen a corregirse y procuran dispersar la grey de Cristo. Y los llama gentes no por la ascendencia de sus familias, sino por la serie y la naturaleza de las sectas, cuya sucesión confirma su error. (San Agustín, Comentario al Salmo 67, 39)
Es evidente que la Iglesia no se hunde, aunque existan disputas, contradicciones y hasta duras peleas dialécticas. La fortaleza de la Iglesia no proviene de nuestras fuerzas, sino de la promesa de Cristo, que nos dijo que prevalecería al maligno. ¿Qué nos pasa entonces?
Nos falta confianza en Dios y suficiente formación, para discernir entre lo que dicen unos y otros. Las disputas tienen por objeto evidenciar quienes obran de buena fe y en línea con la Voluntad de Dios. La sensación de hundimiento, que algunas personas transmiten, es obra clara del maligno. No deberíamos dejarnos arrastrar por esa sensación de desánimo que cada vez es más frecuente.
Un cisma es muy poco probable. Al menos un cisma formal en donde algunos obispos se separen en clara rebeldía. De suceder, nos llevaría a replantearnos muchas cosas y no creo que nadie esté en esa línea. El cisma formal es muy poco probable por una serie de razones evidentes:
o No existe un apoyo y propiciación política de la separación. Los poderes sociales quieren dominar a la Iglesia al completo, no tener trocitos que vayan por libre.
o No existe un territorio claro donde se concentren los cismáticos. Esto impide que se reúnan obispos, clero y fieles para hacer un frente común.
o No hay nada que ganar si nos separamos. ¿Qué podemos ganar dividiendo la Iglesia? Sería repartir miseria entre todos.
Ahora, todo esto no quiere decir que las decenas de cismas “de hecho” que existen en la actualidad, no se hagan más profundos y complicados de gestionar. Podríamos vernos en una Iglesia con una estructura jerárquica aparentemente unida, pero con tensiones constantes entre los fieles y entre el clero. Veremos hacia donde nos lleva el Señor, pero en cualquier caso, la esperanza y la confianza en el Señor no debe de perderse. El es capaz de sacar hijos de Abraham de las piedras.
De todas formas, no dejemos de orar por la Iglesia, el Papa y por los Padres Sinodales. Que el Señor les llene de Espíritu Santo.