La deriva sentimentalista del sínodo: ¿antes los sentimientos que la verdad?
Durante el sínodo, casi todos los días se ofrece una rueda de prensa en la que se resumen las intervenciones ocurridas ese mismo día. Se trata de resúmenes que, por su naturaleza de síntesis, debería recoger lo más importante. Ese "más importante" parece no depender de los realmente importante sino de lo que la persona en turno cree que lo es. Y es así que se da la impresión de que lo seleccionado para comunicar es lo más relevante.
Ha sucedido con lo que el sacerdote que da los resúmenes en español ha hecho el 15 de octubre. En un español suficientemente digno de ser llamado "pésimo" para un portavoz, el sacerdote Dorantes pone un ejemplo de un niño que da la comunión a su padre divorciado tomando de la que él mismo niño recibe en su primera comunión.
En los tiempos en que vivimos las emociones y los sentimientos están a la orden del día. Millones de personas se guían más por los sentimientos que por la razón. Y aunque las emociones son parte fundamental de la cotidianidad humana, no son estos los que deben tener la primacía. Es la armonización entre razón y corazón lo que ayuda al hombre a ser mejor, no el colocar los sentimientos al centro. Y el núcleo armonizador no es otro que la verdad.
Apelar a argumentaciones de este tipo en el contexto sinodal no parece condicionar menos a los padres sinodales en una sociedad que más que la verdad de fondo parece estar más orientada a limitarse a reacciones como "qué bonito". O en el mejor de los casos, a pensar que por la circunstancia y el que da la comunión a su padre divorciado la situación pierde la gravedad que de hecho conserva. ¿Se ha llegado a la deriva sentimentalista del sínodo? Por lo pronto se va sabiendo, además, que la "anécdota" no era tal cual la narró el "portavoz" de lengua española (véase Avennire).
Apelar a argumentaciones de este tipo en el contexto sinodal no parece condicionar menos a los padres sinodales en una sociedad que más que la verdad de fondo parece estar más orientada a limitarse a reacciones como "qué bonito". O en el mejor de los casos, a pensar que por la circunstancia y el que da la comunión a su padre divorciado la situación pierde la gravedad que de hecho conserva. ¿Se ha llegado a la deriva sentimentalista del sínodo? Por lo pronto se va sabiendo, además, que la "anécdota" no era tal cual la narró el "portavoz" de lengua española (véase Avennire).
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