Sobre la corrección filial al Papa
Era el 11 de agosto de 2017 cuando una carta de 25 páginas, dirigida al Santo Padre, llegaba al Vaticano. 40 eclesiásticos y académicos laicos de diferentes partes del mundo la firmaban. La comunicación llevaba por título “Una corrección filial con respecto a la propagación de herejías” y en ella los firmantes recogen siete posturas heréticas que en relación a sacramentos, vida moral y matrimonio estarían reflejadas en la exhortación apostólica Amoris laetitia y en otras intervenciones que el Papa ha tenido en diferentes momentos y actos de su pontificado. En vista de que la carta no recibió respuesta, los signatarios decidieron hacerla pública el 24 de septiembre de 2017 por medio de internet: http://www.correctiofilialis.org/es/.
Casi un año antes, el 19 de septiembre de 2016, el todavía activo arzobispo emérito de Boloña, cardenal Carlo Cafarra, entregó en mano al Papa Francisco una carta donde él y otros tres cardenales planteaban cinco dudas sobre el mismo documento Amoris laetitia (véase “Cinco dudas cardinales y el brindis de Newman por la conciencia”, 12.02.2017).
Hasta el momento aquellas dudas no sólo siguen sin encontrar una respuesta sino que incluso dos de los cuatro cardenales firmantes ya han fallecido: el mismo cardenal Cafarra y antes el cardenal emérito de Colonia, Meisner. Esta nueva iniciativa de sacerdotes y laicos de diferentes partes del mundo se coloca en este horizonte.
Hay quien ha puesto en duda la legitimidad de una iniciativa de este tipo. Quien se da el tiempo de leer serena y pausadamente el contenido de las 25 páginas debe reconocer, ante todo, independientemente de su propia posición, que se encuentra con un texto sumamente respetuoso y documentado; también debe darse cuenta que se sitúa ante un hecho: la iniciativa está en curso y como tal debe ser gestionada. A esto se añade un detalle de no poco valor: el cambio de ruta en el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre Matrimonio y Familia cuyo reflejo menos relevante es su cambio de nombre: Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia. El “nuevo” instituto tiene una motivación de fondo: "no quedarse en prácticas de la pastoral y de la misión que reflejan formas y modelos del pasado", en palabras del mismo Motu propriocon el que se informa acerca del cambio.
Una mirada superficial ha conducido a algunos a reducir esta “corrección filial” a un asunto de pugna entre conservadores contra progresistas. El hecho de que en la práctica el mismo documento, la exhortación apostólica Amoris laetitia, posibilite lecturas tan contrapuestas y aplicaciones pastorales tan polarizantes como de suyo está pasando en diferentes conferencias episcopales o diócesis habla de la necesaria intervención unificadora y clarificante por parte de la autoridad competente.
Personas de buena voluntad han tenido conocimiento de esta iniciativa y buscan orientación. Independientemente de la acogida gustosa o agria que produzca esta corrección en la sensibilidad de las personas, esta nueva iniciativa debe leerse en el horizonte de quienes son capaces de encontrar en Amoris laetitia puntos de cariz heterodoxo como en otros casos hay quienes encuentran en el mismo documento la motivación abierta para el acceso a los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía de las personas divorciadas y vueltas a casar civilmente. En este sentido, la respuesta que pueda zanjar y superar todo tipo de contraposiciones sólo puede venir de quien tiene la autoridad para hacerlo.
Casi un año antes, el 19 de septiembre de 2016, el todavía activo arzobispo emérito de Boloña, cardenal Carlo Cafarra, entregó en mano al Papa Francisco una carta donde él y otros tres cardenales planteaban cinco dudas sobre el mismo documento Amoris laetitia (véase “Cinco dudas cardinales y el brindis de Newman por la conciencia”, 12.02.2017).
Hasta el momento aquellas dudas no sólo siguen sin encontrar una respuesta sino que incluso dos de los cuatro cardenales firmantes ya han fallecido: el mismo cardenal Cafarra y antes el cardenal emérito de Colonia, Meisner. Esta nueva iniciativa de sacerdotes y laicos de diferentes partes del mundo se coloca en este horizonte.
Hay quien ha puesto en duda la legitimidad de una iniciativa de este tipo. Quien se da el tiempo de leer serena y pausadamente el contenido de las 25 páginas debe reconocer, ante todo, independientemente de su propia posición, que se encuentra con un texto sumamente respetuoso y documentado; también debe darse cuenta que se sitúa ante un hecho: la iniciativa está en curso y como tal debe ser gestionada. A esto se añade un detalle de no poco valor: el cambio de ruta en el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre Matrimonio y Familia cuyo reflejo menos relevante es su cambio de nombre: Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia. El “nuevo” instituto tiene una motivación de fondo: "no quedarse en prácticas de la pastoral y de la misión que reflejan formas y modelos del pasado", en palabras del mismo Motu propriocon el que se informa acerca del cambio.
Una mirada superficial ha conducido a algunos a reducir esta “corrección filial” a un asunto de pugna entre conservadores contra progresistas. El hecho de que en la práctica el mismo documento, la exhortación apostólica Amoris laetitia, posibilite lecturas tan contrapuestas y aplicaciones pastorales tan polarizantes como de suyo está pasando en diferentes conferencias episcopales o diócesis habla de la necesaria intervención unificadora y clarificante por parte de la autoridad competente.
Personas de buena voluntad han tenido conocimiento de esta iniciativa y buscan orientación. Independientemente de la acogida gustosa o agria que produzca esta corrección en la sensibilidad de las personas, esta nueva iniciativa debe leerse en el horizonte de quienes son capaces de encontrar en Amoris laetitia puntos de cariz heterodoxo como en otros casos hay quienes encuentran en el mismo documento la motivación abierta para el acceso a los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía de las personas divorciadas y vueltas a casar civilmente. En este sentido, la respuesta que pueda zanjar y superar todo tipo de contraposiciones sólo puede venir de quien tiene la autoridad para hacerlo.
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