Renacen las peregrinaciones en Inglaterra
Recuerdo una conversación, hace ya bastantes años, con un alemán formado, sensato y con fe sólida (a pesar de trabajar en la Comece, la “conferencia episcopal europea”, en Bruselas). Hablando sobre lo que había sido la columna vertebral de la Cristiandad, me señaló dos fenómenos evangelizadores que habían creado una civilización que, aunque imperfecta, había tratado de encarnar las enseñanzas de Jesucristo en el orden temporal: los monasterios y las peregrinaciones.
Lo de los monasterios es precisamente la respuesta que dio el antiguo presidente francés, François Mitterrand, cuando lo preguntaron hasta dónde se extendía Europa. Su respuesta, que chocó a más de uno, fue que Europa alcanzaba hasta allí donde se extendía la nutrida red de monasterios que servían de centros de irrigación de cultura cristiana (quizás se acordaba el político socialista de sus años de formación en Acción Francesa).
En cuanto a las peregrinaciones, el caso más cercano es el del Camino de Santiago, una vía por la que se difundió la fe y la cultura, como aún hoy en día podemos contemplar. Aquel alemán me decía que, aunque Dios se vale de lo que quiere, creía que esos dos fenómenos, monasterios y peregrinaciones, aún podían ser instrumentos evangelizadores de primer orden.
Es lo que está ocurriendo en Inglaterra con las cada vez más numerosas peregrinaciones al santuario de Nuestra Señora de Walsingham. Y ahora descubro que, también en Inglaterra, se aprestan a recuperar la peregrinación que realizó Enrique V desde Shrewsbury a Holywell para dar gracias a Dios y a santa Winefrida por su victoria en la batalla de Agincourt (esa que conocemos por la obra de Shakespeare y las magníficas adaptaciones cinematográficas de Lawrence Olivier o Kenneth Brannagh). Resulta que se cumplen este año, el 25 de octubre, 600 años de la batalla y la diócesis de Wrexham quiere recuperar la peregrinación desde la abadía de Shrewsbury, donde se encontraban las reliquias de la santa, hasta el lugar donde había sido decapitada, en el norte de Gales, a algo más de 80 kilómetros. Aunque en realidad la historia de la santa no acaba aquí, pues murió de muerte natural. ¿Sorprendente, no? Tras ser decapitada, su tío, san Beuno, recogió la cabeza de su sobrina y la colocó de nuevo sobre sus hombros, donde milagrosamente se unió al tronco y la santa recobró la vida. No pudo librarse de una cicatriz alrededor del cuello, pero santa Winefrida se retiró a un convento en Gwytherin, Denbigshire, donde falleció de muerte natural.
Si, como señalaba mi amigo alemán, las peregrinaciones son uno de los medios más probados para revitalizar la fe de los pueblos, en Inglaterra parece que algo se está moviendo. Para bien.