Toledo, 24 y 27 de agosto de 1936. En el Paseo del Tránsito
24 de agosto de 1936
Tras la saca de la madrugada del 23 de agosto en la Puerta del Cambrón de Toledo, en la que fue asesinada la Comunidad Marista, fue a la mañana siguiente, cuando fusilaron al beato Jorge Luis Lizasoáin Lizaso, hermano marista.
Al sacar a los Hermanos maristas de la cárcel, él se encontraba en la cocina. Le avisaron de que estaban llevándose a sus hermanos y le amenazaron que no se moviese de su puesto. Más tarde, un miliciano lo reconoció como Hermano marista y lo denunció, y fue encerrado en una celda de seguridad.
El Hno. Jorge Luis no disimulaba su deseo de ser mártir: “...mi deseo más ardiente, después de mi conversión, es el de derramar mi sangre por Cristo”.
Don Carmelo Moscardó Guzmán asistió a la discusión entre “El Granadino” y el Hno. Jorge Luis sobre la existencia de Dios; el Hermano defendió tan bien la religión que el otro, lleno de rabia, le asentó en la cabeza un golpe violento con la culata del fusil.
"Un día, me sacaron de la cárcel, y me encerraron en una celda especial hasta muy avanzada la noche. Entonces llegó “El Granadino”. Cuando le pregunté sobre la muerte de mi hermano, él simplemente me respondió que al fusilarlo se había aplicado la justicia. “-Y contigo va a ser lo mismo”, añadió. Entonces me presentaron a un Hermano marista que, por ser ayudante en la cocina, no lo habían encontrado el día anterior. Le hicieron una cantidad de preguntas y respuestas sobre la existencia de Dios; era "El Granadino” el que llevaba la voz cantante; luego añadió: “-Esto termina así”, y agarrando el fusil por el cañón, asestó un golpe tremendo en la cabeza del Hermano. Después me mandaron salir de la celda. No supe si la muerte del Hermano fue a consecuencia del golpe de culata o si lo asesinaron más tarde".
En realidad, el Hermano no falleció en aquel momento sino, como queda dicho, al día siguiente, 24 de agosto, lo llevaron al Tránsito y lo fusilaron.
27 de agosto de 1936
Con el martirio del siervo de Dios Pascual Lancha Pérez llegamos hoy a la cifra de cien sacerdotes y religiosos asesinados en poco más de un mes.
Don Pascual nació el 17 de mayo de 1874 en San Pablo de los Montes (Toledo). Recibió la ordenación sacerdotal el 2 de marzo de 1901. Su primer destino, como coadjutor, fue la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Horche (Guadalajara). Dos años después, en 1903 fue destinado como coadjutor y capellán de las MM. Concepcionistas en Escalona (Toledo); nuevamente, tras dos años, esta vez como regente y ecónomo, llega a Quismondo (Toledo). Luego será nombrado primero párroco de Vianos (Albacete) y años más tarde de Ventas con Peña Aguilera (Toledo).
Don Manuel Escrivá de Romaní y de la Quintana, que era el X Conde del Casal, firmando como Senador del Reino escribe un largo artículo en “El Castellano” del 22 de julio de 1915 con el título “Modestas observaciones sobre la Acción Católico-Social”. Justo en las últimas líneas afirma:
“Basta con un solo sindicato, sin tratar de dividir las clases sociales… cumpliendo cada cual sus fines a la manera que los cumplen los socios de los sindicatos de estos pueblos, como lo dio a conocer… el celoso cura párroco de Ventas con Peña Aguilera, don Pascual Lancha, reunidos ricos y pobres, instruidos e ignorantes, en un mismo local bajo la misma cruz”.
Cuando estalla la Guerra Civil española, llevaba ya mucho tiempo destinado en la parroquia de Santiago Apóstol, conocida popularmente en Toledo como Santiago del Arrabal.
El 22 de julio de 1936 contempló el paso arrollador del ejército republicano al marchar por delante de su domicilio e iglesia. Enseguida vio más prudente dejar la casa rectoral y trasladarse a la de una familia muy favorecida por él. Pero no lo aceptaron por miedo. Tuvo que retornar a su domicilio, y de noche se descolgó por unas tapias hasta una vivienda vecina, donde sí le aceptaron. Pero, tras ser conocido su escondite, tuvo que hallar asilo en la plaza de los Postes.
El anciano y virtuoso sacerdote don Pascual Lancha pasa entonces al domicilio de los señores Marín y, como no encuentra en ella a los dueños, es recogido por una hermana de los mismos. A los dos días regresan del cigarral los propietarios y, con ellos, un sobrino del sacerdote: el abogado Simón Lancha Galán, que por sus ideas sobradamente conocidas en Toledo había escapado de su domicilio el primer día de la dominación marxista. Aunque con un pie dañado, logró refugiarse, providencialmente, en casa de los señores Marín, con los cuales se trasladó al cigarral. Así que, ahora, cuando todos regresan a la ciudad, tío y sobrino se encuentran. Desde entonces, los dos permanecerán encerrados con la familia Marín hasta el jueves 27 de agosto, en que unos milicianos, acompañados de un zapatero del Arrabal, han ido a buscarles.
Tras la detención, mientras tío y sobrino son conducidos hasta el Paseo del Tránsito, Don Pascual se encara a los fusileros, diciéndoles:
“-Si me perseguís por ser sacerdote, de buena gana muero; pero dejad ir a éste, que nada ha hecho”.
Sin atender a su petición, lo llevan empujándolo a culatazos y, por sus años, camina con alguna dificultad. Molesto por lo dicho y, sobre todo, por su lentitud en llegar al Tránsito, un miliciano enrabietado le asesta un machetazo en el vientre, dejándolo tirado por tierra. Luego, tío y sobrino son fusilados y sus cadáveres quedan a la intemperie tiñendo una vez más la calle de la gloriosa sangre de los mártires.
Tras la saca de la madrugada del 23 de agosto en la Puerta del Cambrón de Toledo, en la que fue asesinada la Comunidad Marista, fue a la mañana siguiente, cuando fusilaron al beato Jorge Luis Lizasoáin Lizaso, hermano marista.
Al sacar a los Hermanos maristas de la cárcel, él se encontraba en la cocina. Le avisaron de que estaban llevándose a sus hermanos y le amenazaron que no se moviese de su puesto. Más tarde, un miliciano lo reconoció como Hermano marista y lo denunció, y fue encerrado en una celda de seguridad.
El Hno. Jorge Luis no disimulaba su deseo de ser mártir: “...mi deseo más ardiente, después de mi conversión, es el de derramar mi sangre por Cristo”.
Don Carmelo Moscardó Guzmán asistió a la discusión entre “El Granadino” y el Hno. Jorge Luis sobre la existencia de Dios; el Hermano defendió tan bien la religión que el otro, lleno de rabia, le asentó en la cabeza un golpe violento con la culata del fusil.
"Un día, me sacaron de la cárcel, y me encerraron en una celda especial hasta muy avanzada la noche. Entonces llegó “El Granadino”. Cuando le pregunté sobre la muerte de mi hermano, él simplemente me respondió que al fusilarlo se había aplicado la justicia. “-Y contigo va a ser lo mismo”, añadió. Entonces me presentaron a un Hermano marista que, por ser ayudante en la cocina, no lo habían encontrado el día anterior. Le hicieron una cantidad de preguntas y respuestas sobre la existencia de Dios; era "El Granadino” el que llevaba la voz cantante; luego añadió: “-Esto termina así”, y agarrando el fusil por el cañón, asestó un golpe tremendo en la cabeza del Hermano. Después me mandaron salir de la celda. No supe si la muerte del Hermano fue a consecuencia del golpe de culata o si lo asesinaron más tarde".
En realidad, el Hermano no falleció en aquel momento sino, como queda dicho, al día siguiente, 24 de agosto, lo llevaron al Tránsito y lo fusilaron.
27 de agosto de 1936
Con el martirio del siervo de Dios Pascual Lancha Pérez llegamos hoy a la cifra de cien sacerdotes y religiosos asesinados en poco más de un mes.
Don Pascual nació el 17 de mayo de 1874 en San Pablo de los Montes (Toledo). Recibió la ordenación sacerdotal el 2 de marzo de 1901. Su primer destino, como coadjutor, fue la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Horche (Guadalajara). Dos años después, en 1903 fue destinado como coadjutor y capellán de las MM. Concepcionistas en Escalona (Toledo); nuevamente, tras dos años, esta vez como regente y ecónomo, llega a Quismondo (Toledo). Luego será nombrado primero párroco de Vianos (Albacete) y años más tarde de Ventas con Peña Aguilera (Toledo).
Don Manuel Escrivá de Romaní y de la Quintana, que era el X Conde del Casal, firmando como Senador del Reino escribe un largo artículo en “El Castellano” del 22 de julio de 1915 con el título “Modestas observaciones sobre la Acción Católico-Social”. Justo en las últimas líneas afirma:
“Basta con un solo sindicato, sin tratar de dividir las clases sociales… cumpliendo cada cual sus fines a la manera que los cumplen los socios de los sindicatos de estos pueblos, como lo dio a conocer… el celoso cura párroco de Ventas con Peña Aguilera, don Pascual Lancha, reunidos ricos y pobres, instruidos e ignorantes, en un mismo local bajo la misma cruz”.
Cuando estalla la Guerra Civil española, llevaba ya mucho tiempo destinado en la parroquia de Santiago Apóstol, conocida popularmente en Toledo como Santiago del Arrabal.
El 22 de julio de 1936 contempló el paso arrollador del ejército republicano al marchar por delante de su domicilio e iglesia. Enseguida vio más prudente dejar la casa rectoral y trasladarse a la de una familia muy favorecida por él. Pero no lo aceptaron por miedo. Tuvo que retornar a su domicilio, y de noche se descolgó por unas tapias hasta una vivienda vecina, donde sí le aceptaron. Pero, tras ser conocido su escondite, tuvo que hallar asilo en la plaza de los Postes.
El anciano y virtuoso sacerdote don Pascual Lancha pasa entonces al domicilio de los señores Marín y, como no encuentra en ella a los dueños, es recogido por una hermana de los mismos. A los dos días regresan del cigarral los propietarios y, con ellos, un sobrino del sacerdote: el abogado Simón Lancha Galán, que por sus ideas sobradamente conocidas en Toledo había escapado de su domicilio el primer día de la dominación marxista. Aunque con un pie dañado, logró refugiarse, providencialmente, en casa de los señores Marín, con los cuales se trasladó al cigarral. Así que, ahora, cuando todos regresan a la ciudad, tío y sobrino se encuentran. Desde entonces, los dos permanecerán encerrados con la familia Marín hasta el jueves 27 de agosto, en que unos milicianos, acompañados de un zapatero del Arrabal, han ido a buscarles.
Tras la detención, mientras tío y sobrino son conducidos hasta el Paseo del Tránsito, Don Pascual se encara a los fusileros, diciéndoles:
“-Si me perseguís por ser sacerdote, de buena gana muero; pero dejad ir a éste, que nada ha hecho”.
Sin atender a su petición, lo llevan empujándolo a culatazos y, por sus años, camina con alguna dificultad. Molesto por lo dicho y, sobre todo, por su lentitud en llegar al Tránsito, un miliciano enrabietado le asesta un machetazo en el vientre, dejándolo tirado por tierra. Luego, tío y sobrino son fusilados y sus cadáveres quedan a la intemperie tiñendo una vez más la calle de la gloriosa sangre de los mártires.
Comentarios