La Eucaristía en el centro de la crisis de la Iglesia
He leído este verano Corpus Christi, de Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la archidiócesis de Astana, capital de Kazajstán. El libro argumenta que la clave para entender la crisis vivida en la Iglesia es la debilitación del culto y el respeto eucarísticos. Al contrario, una nueva y vigorosa evangelización pasará de modo necesario por una mayor reverencia y adoración a Jesús-Eucaristía. Los ejemplos históricos que avalan esta regla de sentido común para todo cristiano que comprenda la grandeza e importancia de la Eucaristía son abundantísimos.
De entre su contenido, me gustaría destacar algunos aspectos que me han llamado la atención:
· La extraña forma de actuar de la mayoría de los católicos en relación a lo que consideramos sagrado. Contrasta la reverencia que guardan los judíos en una sinagoga o los musulmanes en una mezquita... y eso que ellos no pretenden que el mismo Dios esté allí presente.
· El modo de recibir la comunión durante los primeros siglos no es el modo cómo se recibe, en la mano, de modo frecuente en nuestras iglesias. Los primeros cristianos la recibían en la palma de la mano derecha y la tomaban con su lengua directamente de ella, sin que en ningún caso fuera asida por sus dedos (las mujeres la solían recibir sobre un lienzo blanco). Luego, en un itinerario de profundización y desarrollo del culto, el cuerpo de Cristo fue recibido directamente en la boca (como mínimo desde el siglo VI) y de rodillas a partir de la Edad Media, en un signo de inequívoca adoración ante la presencia real de nuestro Salvador y de infancia espiritual (empequeñecidos e indefensos, de rodillas, recibimos como un niño pequeño el alimento de nuestra alma directamente en la boca).
· "El ser más pequeño, el más frágil, el más indefenso hoy en la Iglesia, es el Señor bajo las especies eucarísticas en el momento de la Santa Comunión". ¿Nos tomamos en serio lo de la opción preferencial por los más débiles y desvalidos? Pues empecemos por Jesús-Eucaristía.