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Colonia en 1945 |
Estoy estos días pasando mis vacaciones en Colonia, una de las ciudades con mayor tradición histórica de Alemania. Al visitar cualquier monumento es fácil recordar el tremendo impacto que tuvo la II Guera Mundial, cuyo setenta aniversario celebramos también estos días. Salvo la magnífica catedral gótica que preside la ciudad, que salió milagrosamente ilesa de los intensos bombardeos, todos los demás edificios civiles y religiosos sufrieron de un modo u otro las consecuencias del avance aliado. Convivir estos días con el pueblo alemán, lleva casi instintivamente a reflexionar sobre el origen del conflicto. Dejando a un lado las raíces históricas de la guerra, las consecuencias de una paz mal negociada, de una tremenda depresión economica y social, sigue sorprendiendo cómo uno de los pueblos más cultos de Europa pudiera verse atraída por la barbarie del nazismo. Naturalmente la cuestión es mucho más compleja de lo que puede plantearse en estas pocas líneas, pero la cuestión de fondo sigue siendo la misma: hasta los pueblos mejor educados pueden caer en el populismo, en la perniciosa influencia de ideologías nefastas, que bajo la promesa de una redención inmediata, acaban destruyendo los valores más elementales de una sociedad. La ideología nazí consiguió encandilar a los alemanes (a una buena parte de ellos, al menos), con promesas de gloria que acabaron en el desastre. La eugenesia, la primacía racial, el control policial del estado se vendieron habilmente como soporte imprecindible de la nación, del progreso, o incluso del cuidado ambiental.
Es una buena lección para los tiempos que vivimos, un motivo de reflexión sobre la posibilidad de que cualquier pueblo sea manipulado hasta extremos que años más tarde nos parecen ridículos. El aparato estatal al servicio de una idología hueca, ya sea en nombre la raza, la nación, o la cultura propia acaba produciendo una confusión social que solo algunas personas son capaces de resistir. Son lecciones para todos los tiempos y sociedades, de los que ningún país o nación está indemne.